La economía circular y los negocios que se basan en este modelo vienen tomando fuerza en Costa Rica, pero existen retos tanto a nivel institucional como sectorial y empresarial que aún deben enfrentar.
El primero es la conjunción y sincronización de los esfuerzos públicos y privados. El segundo es el entendimiento e integración de toda la cadena de valor, en las diferentes fases de los procesos productivos; y, el tercero es la necesidad de instrumentos más efectivos para el fortalecimiento de este tipo de economía, que abarquen desde la extracción hasta el consumo y el posconsumo de los productos y servicios.
“Toda la cadena de valor es de suma importancia en lo que respecta a la economía circular. En el contexto costarricense, la mayoría de los instrumentos se enfoca en las fases de producción, consumo y posconsumo, aunque existen instrumentos que impactan de forma transversal la cadena de valor. Lo que se ha notado es que muy pocos de ellos apuntan específicamente a la fase de extracción o incluso a la de diseño”.
Así lo indica la investigación realizada por Daniela García, Jairo Hernández y Olmán Segura, del Centro Internacional de Política Económica para el Desarrollo Sostenible de la Universidad Nacional.
Los resultados de este estudio fueron resumidos en el libro Instrumentos económicos para la Economía Circular en Costa Rica, presentado este lunes 28 de julio y realizado con el respaldo de la Agencia Alemana para el Desarrollo.
Un reciente informe del Banco Central de Costa Rica revela que el sector privado costarricense destinó ¢118.325 millones durante el 2022 para la protección del ambiente. Esa suma equivale al 0,26% del Producto Interno Bruto (PIB) de ese año.
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Diagnóstico: esfuerzos insuficientes
La economía circular es clave para enfrentar los desafíos ambientales, económicos y sociales.
Esta permite minimizar el uso de materias primas vírgenes, reduce los costos y mejora la eficiencia del uso de los recursos, promoviendo la innovación productiva y contribuyendo a desacoplar el crecimiento económico del consumo de recursos.
Además, potencia la generación de empleos verdes, minimiza los efectos en la disminución de residuos y de la contaminación, mejora la calidad de vida y contribuye en las acciones contra el cambio climático.
Costa Rica cuenta con una estrategia nacional desde 2023 para la circularidad en la economía costarricense. Sin embargo, una cosa es el papel y otra es su ejecución y definición de con qué instrumentos ponerla en marcha.
A nivel global, en 2020 más del 90% de los materiales vírgenes que ingresaron a la economía y a los sistemas productivos se desechaban como residuos que contaminan directamente el agua, los suelos y el aire. Costa Rica no anda lejos y supera al promedio registrado en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos.
Las acciones son limitadas, como la recolección de desechos reciclables por las municipalidades (rutas reducidas y bajos niveles de tratamiento) y la recolección y el tratamiento de aguas residuales (solo 24% de la población costarricense tiene acceso a alcantarillado sanitario y apenas el 4% de las aguas servidas recibe tratamiento).
Aunque el tratamiento de los residuos ordinarios recuperados y la producción de residuos ordinarios aumentó, estas acciones siguen siendo marginales.
Por ejemplo, la tasa de recolección de residuos electrónicos es de 8% (un kilo por habitante) del total de residuos electrónicos generados (13,2 kilogramos por habitante) pese a que se cuenta con instalaciones para el reciclaje y tratamiento de estos residuos, sistemas de responsabilidad extendida del productor y normativas para la regulación de estos residuos desde 2014.
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El compostaje se aplica apenas al 3,4% de los desechos que pueden tratarse. Aunque está por encima del promedio mundial, en Costa Rica se tiran 91 kilogramos de basura por habitante al año, provenientes de comercio minorista, servicios de comidas y hogares, a pesar de que existe una amplia normativa y un plan nacional de compostaje que abarca hasta el 2050.
El sector agropecuario es el segundo responsable de las emisiones, después del energético (por el transporte), aunque es uno de los sectores más afectados por los efectos negativos del cambio climático (inundaciones frecuentes o sequías prolongadas, disminución de los rendimientos y aumento en los costos de producción) y su impacto en los precios al consumidor y la economía en general.
Aquí el 48% de las fincas agrícolas no realiza ningún tipo de tratamiento para los residuos sólidos resultantes de sus actividades agropecuarias. El porcentaje de fincas que no implementa ninguna medida de tratamiento se incrementa a nivel provincial, como en Puntarenas, Limón y Guanacaste (entre 56% y 65%).
La situación se agrava por la escasez de recursos, la crisis de las materias primas, la degradación medioambiental y una demanda progresiva de alimentos.
Modelos de negocios
Los hábitos de producción y consumo no serán sostenibles por mucho tiempo si no son sometidos a una revisión profunda, sostiene el estudio.
Por esa razón, las empresas deben progresivamente cambiar de paradigma y sus modelos de producción y consumo para disminuir tendencias que serán insostenibles.
En la práctica, hay tendencias a un consumo y una producción más eficiente y sostenible desde la fase de diseño (más del 80% del impacto ambiental de un producto proviene de esta fase); pero la transformación de la industria y de las empresas de un modelo lineal a uno circular, demanda ajustes en los modelos imperantes de negocios.
Una ventaja es que las empresas pueden apoyarse en las tecnologías de la llamada Cuarta Revolución Industrial o Industria 4.0 para diseñar y desarrollar esos nuevos modelos de negocio circulares, con beneficios adicionales de mayor productividad para la economía general y para el comercio exterior.
Algunas tendencias de negocios de economía circular incluyen el consumo de productos de segunda mano, valiosos por su rentabilidad y sostenibilidad, aunque este apenas esté en una fase inicial de profesionalización.

Instrumentos y recomendaciones
Existen varios instrumentos para el fortalecimiento de la economía circular.
Dos son de índole regulatoria, incluyendo la responsabilidad extendida del productor y la penalización económica por prácticas insostenibles, orientadas a cambiar patrones de conducta en el proceso productivo.
Otros son de impulso y fortalecimiento de los negocios de economía circular y se centran en la financiación de tecnologías o de modelos de negocio con prácticas sostenibles que eviten las externalidades desde las primeras etapas del proceso de producción hasta el resto de la cadena.
“Los instrumentos regulatorios son importantes para la corrección de las fallas de mercado”, recalca el estudio. “Su aplicación atiende esas correcciones en busca de crear entidades comprometidas y responsables con el bienestar ambiental y social”
Pero no son los únicos. Por ejemplo, para aumentar los porcentajes de recuperación de residuos “es necesario implementar soluciones innovadoras, disruptivas y transformacionales”.
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