Utilizar la curul como plataforma para impulsar las aspiraciones presidenciales es una estrategia persistente desde la creación de la Segunda República. Francisco J. Orlich y Mario Echandi Jiménez iniciaron esa tendencia en 1953, la cual favoreció a este último. Desde entonces, la táctica de hacer campaña desde la Asamblea Legislativa ha tenido resultados limitados.
Entre 1949 y 2022, únicamente tres diputados —Echandi Jiménez (1958-1962), Daniel Oduber (1974-1978) y Abel Pacheco (2002-2006)— lograron convertir la curul en una victoria presidencial inmediata, consolidando así un reducido club de triunfadores.
En total, solo diez de los 50 legisladores que han buscado la presidencia —posteriormente o estando en ejercicio a partir de 1949— han logrado el objetivo, lo que representa un 20% de éxito a nivel histórico.
Aunque la tasa de éxito para los aspirantes es baja (apenas un 20%), la experiencia legislativa ha sido históricamente común para quienes llegaron al poder. Si cambiamos el enfoque y analizamos a quienes sí ganaron, el dato muestra que el 58% de los mandatarios de la Segunda República ocupó una curul en algún momento antes de llegar a la Presidencia.
La tendencia se ha transformado con el tiempo. Aunque el uso de la curul como trampolín político comenzó con Echandi y Orlich, la práctica se intensificó desde mediados de los años 80 y a partir de finales de la década de los 90 proliferaron las dobles postulaciones.
Asimismo, desde el 2014 la experiencia legislativa comenzó a perder peso en la decisión del electorado; mientras que la experiencia dentro del Poder Ejecutivo ganó fuerza. Aun así, cinco aspirantes con paso previo por el Congreso (cuatro en ejercicio y Natalia Díaz) vuelven a apostar por ese camino en la contienda actual, con la expectativa de engrosar la lista de mandatarios que llegaron al Ejecutivo después de sentarse en Cuesta de Moras.
El Financiero contrastó el registro histórico de diputados con la lista de candidatos presidenciales desde 1948 hasta 2022.
Para la analista política Kattia Benavides, la ruptura del bipartidismo no solo incrementó el número de aspirantes, sino que también amplió las posibilidades de obtener una curul; sin embargo, la baja calificación ciudadana al desempeño de la Asamblea pasa factura a los diputados que en los últimos años no han logrado dar el salto de Cuesta de Moras a Zapote.

Planificación desde Cuesta de Moras
Un total de 25 legisladores —dentro del periodo de análisis— dividieron sus labores entre las sesiones legislativas y su intención de ganar votantes para las Elecciones presidenciales.
Además de Orlich, bajo esa metodología figuraron Guillermo Villalobos Arce, del extinto Partido Unificación Nacional, Manuel Mora Valverde (Partido Acción Socialista), Álvaro Montero Mejía (Partido Pueblo Unido), el expresidente Miguel Ángel Rodríguez (Partido Unidad Social Cristiana), entre otros.
A ese grupo de diputados debe sumarse a los actuales candidatos presidenciales Luz Mary Alpízar (Partido Progreso Social Democrático), Eliécer Feinzaig (Partido Liberal Progresista) y Ariel Robles (Partido Frente Amplio). De los tres, solamente el último se posiciona entre los candidatos con intención de voto por encima del margen de error, con un 3%, según la última encuesta del Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Para Carlos Murillo, director del Observatorio del Desarrollo de la UCR, la tendencia de buscar la presidencia desde la curul se convirtió en una opción más fuerte desde que comenzó a desmantelarse el sistema de partidos políticos en la década de 1990. En ese momento, convertirse en diputado ofrecía una vitrina valiosa para quienes buscaban posicionarse como líderes de nuevas agrupaciones o corrientes internas.
“Ser diputado sumaba (reputación), aunque no se convirtiera en presidente en las elecciones siguientes”, comentó Murillo.
Pese a la exposición que otorga el plenario, las estadísticas demuestran que solamente dos de cada diez diputados que compiten de manera inmediata o con intervalos rumbo a la presidencia logran convertirse en los protagonistas del próximo traspaso de poderes.
Hoy, cuatro legisladores en ejercicio (incluyendo a Fabricio Alvarado, que ya lo ha intentado anteriormente) desafían la tendencia histórica, apostando contra un 80% de probabilidades de fracaso. También se enfrentan a la percepción negativa de los ciudadanos hacia la labor que se realiza en la Asamblea: desde septiembre del 2024 tienen una calificación no mayor a 4,8 puntos de diez posibles, según datos del CIEP.
Como dosis de motivación para los diputados que actualmente se encuentran en la contienda electoral, Abel Pacheco solamente necesitó estar en la papeleta presidencial una única vez para ganar las elecciones. Echandi, por su parte, podría haber seguido esa línea, pero su trayectoria posterior estuvo marcada por dos postulaciones adicionales sin éxito.
En intervalos, pero con éxito
La alternancia entre una curul legislativa y la aspiración presidencial resultó provechosa para once de los últimos 17 mandatarios del país. Otilio Ulate, primer presidente de la Segunda República, pasó por el Congreso en dos periodos (1926-1930 y 1930-1934) antes de asumir el poder; ese recorrido lo incluye en la tendencia histórica, aunque queda fuera del conteo cuando el análisis se restringe a quienes alcanzaron la presidencia mientras ejercían una diputación dentro de la etapa constitucional actual.
El expresidente Luis Alberto Monge también avanzó por la ruta legislativa —como diputado entre 1958-1962 y 1970-1974— antes de alcanzar la presidencia en 1982, tras haber perdido en 1978 ante Rodrigo Carazo, quien a su vez tampoco triunfó en su primer intento cuatro años antes.
Murillo indicó que quienes aspiraban a la silla presidencial se preparaban previamente haciendo carrera parlamentaria. “Había gente que pasaba de ocupar un puesto en algún ministerio, cuando su partido estaba en el Gobierno, a ser diputados. De alguna manera se pasaban intercambiando entre el Legislativo y el Ejecutivo”.
El caso de Óscar Arias Sánchez en 1986 ilustra esta lógica: antes de ganar la presidencia por primera vez, ya había fungido como ministro de Planificación y había sido diputado entre 1978 y 1982, experiencia que le permitió comprender tanto el engranaje administrativo como el legislativo.
Laura Chinchilla, por otra parte, es el último caso de una ministra (de Seguridad, en su caso) que pasó a una curul y posteriormente se convirtió en presidenta de la República. Aunque Carlos Alvarado y Rodrigo Chaves también ocuparon posiciones en el Ejecutivo antes de llegar a Zapote, ninguno necesitó pasar por el plenario para consolidar su base de apoyo.

Una derrota con doble postulación
El registro de las dobles postulaciones lo inauguró Walter Muñoz (Partido Integración Nacional) en 1998, siendo ese su primer periodo legislativo. Su segundo intento fue en el 2018, obteniendo únicamente la diputación; y, en las dos décadas intermedias, buscó la presidencia en cuatro ocasiones más, siempre sin éxito.
“La tendencia de la doble postulación está enlazada con el multipartidismo. (Los candidatos presidenciales) aspiran a ser diputados para cumplir con sus promesas de campaña en la Asamblea Legislativa”, señaló Benavides.
Luis Fishman replicó esta estrategia en 2010, asegurando un escaño en la Asamblea mientras competía por la presidencia. Fishman, además, ya contaba con experiencia como diputado y como ministro de Seguridad, repitiendo un patrón común entre quienes buscan fortalecer credenciales ejecutivas y legislativas.
Exlegisladores como Muñoz, Otto Guevara (Partido Movimiento Libertario), Fabricio Alvarado (Restauración Nacional y Nueva República), José María Villalta (Frente Amplio) y Óscar López (Partido Accesibilidad sin Exclusión) fueron reincidentes en su aspiración a la banda presidencial mientras se desempeñaban en el plenario, pero sin lograr la meta. En todas las ocasiones que trabajaron en la Asamblea, también trabajaron en hacer campaña.
Feinzaig, Robles y Alpízar son los nuevos legisladores en ingresar a la lista de candidatos que preparan su campaña de manera simultánea mientras integran una fracción legislativa.
Primero presidente, ¿luego diputado?
En el siglo pasado, los liberacionistas José Figueres Ferrer y José María Figueres Olsen, junto con José Joaquín Trejos Fernández —del extinto partido Unificación Nacional— destacaron por no recurrir al Congreso para ganar votos o construir visibilidad política.
Ese patrón se mantuvo también en tiempos recientes. Los últimos tres mandatarios llegaron a Zapote sin protagonismo en el plenario: Luis Guillermo Solís y Carlos Alvarado, ambos del Partido Acción Ciudadana (PAC), así como Rodrigo Chaves, del Partido Progreso Social Democrático. Ninguno de ellos necesitó una curul para posicionarse frente al electorado.
Tanto Benavides como Murillo coinciden en que la Asamblea Legislativa ha dejado de ser un trampolín efectivo hacia la Presidencia, mientras que la experiencia dentro del Poder Ejecutivo ha ganado un peso decisivo en las aspiraciones presidenciales.
La relación entre Presidencia y Asamblea, sin embargo, ha tenido episodios singulares. Los expresidentes que decidieron recorrer el camino inverso —gobernar primero y legislar después— son una rareza histórica. Solo Otilio Ulate y Rafael Ángel Calderón Guardia regresaron al plenario tras haber dirigido el Poder Ejecutivo desde la fundación de la Segunda República; además, ambos intentaron nuevamente —esta vez sin éxito— la presidencia luego de ser legisladores.
Esos casos fueron excepcionales, según Murillo. En el caso de Calderón Guardia fue presidente en la Primera República y diputado en la Segunda cuando regresó como el líder histórico que podría salvar a la oposición frente a Liberación.
“Otilio Ulate no era parte del bipartidismo y asume la presidencia cuando la Junta Fundadora de la Segunda República decide que se restablezca el resultado de las elecciones de 1948”, dijo Murillo, quien añadió que ese fue el único puesto que ganó durante elecciones realizadas bajo la Constitución actual.
Desde entonces los intentos por convertirse en legislador luego de gobernar el país no han vuelto a suceder. Rodrigo Chaves indicó meses atrás que él competiría por una diputación solamente si presidía la Asamblea, cargo que es inconstitucional para un expresidente que recién termina su administración.
La historia electoral costarricense demuestra que la curul ha dejado de ser un peldaño seguro hacia la Presidencia. Aunque persiste como vitrina política, su capacidad para convertir aspiraciones en victorias se ha erosionado conforme el multipartidismo fragmenta el voto y el peso del Ejecutivo se impone como principal credencial ante el electorado.
