El demócrata Joe Biden ha sufrido profundas tragedias personales y ha visto sus ambiciones políticas frustradas, pero su promesa de unificar a los estadounidenses finalmente lo llevó a la Casa Blanca tras casi medio siglo en Washington.
“Podemos ser adversarios pero no enemigos, todos somos estadounidenses”, aseguró el presiente en sus redes sociales.
We may be opponents — but we are not enemies.
— Joe Biden (@JoeBiden) November 7, 2020
We are Americans.
Rara vez dos candidatos presidenciales fueron tan disímiles como en la campaña de 2020, que enfrentó al veterano político Biden, exvicepresidente y exsenador, con el empresario multimillonario Trump, llegado hace cuatro años como un “outsider” a la Oficina Oval.
Pero tras competir por la Casa Blanca en 1987 y 2008, “Joe, el de clase media” ha sido reivindicado en su ferviente creencia de que podía cambiar el tono en Estados Unidos: de la ira y la suspicacia a la dignidad y el respeto.
Confiado, fue acumulando los votos electorales necesarios durante cuatro largos días de conteo después de los comicios del 3 de noviembre, incluido los de Delaware, donde reside, y los grandes premios de California y Nueva York, así como la capital estadounidense. Ahora, el 46º presidente electo de Estados Unidos tiene mucho trabajo por delante.
Hereda una pandemia de coronavirus que no da señales de disminuir y la cual ha matado más gente que en ningún otro país, y un cargo de credibilidad dañada por las “mentiras” de Trump.
Perder frente a, republicano, dijo hace poco Biden, habría significado que él era un candidato “pésimo”.
Biden es discreto pero no tímido. Fue implacable en sus críticas a Trump por el manejo de la pandemia y en 2018 les dijo a los estudiantes de una universidad de Florida que si el magnate fuera su compañero de secundaria lo “golpearía como el demonio”.
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Compasión genuina
Biden llegó a la arena política nacional con solo 29 años, tras una sorpresiva victoria como senador por Delaware en 1972.
Pero un mes después, la tragedia lo golpeó: su esposa Neilia y su hija de un año Naomi murieron en un accidente automovilístico mientras estaban de compras navideñas.
Los dos hijos de Biden resultaron gravemente heridos, pero sobrevivieron, aunque en 2015, el mayor, Beau, moriría de cáncer.
Estas pérdidas forjaron la empatía que trasmite Biden cuando interactúa con la gente.
Sus habilidades políticas son incomparables: puede mostrar su sonrisa de un millón de vatios a estudiantes universitarios, compadecerse de los maquinistas desempleados de la zona industrial del Medio Oeste o dar una feroz amonestación a sus rivales.
Esa propensión afable y gregaria se vio restringida por el covid-19, que en marzo lo obligó a quedase en casa y lo volvió más cauteloso.
Aunque ya no tiene el dinamismo de cuando era vicepresidente de Barack Obama, Biden mantiene su sonrisa deslumbrante. Su andar sin embargo es más delicado y su cabello blanco luce más fino.
Sus opositores, e incluso algunos demócratas, se preguntaban si Biden, locuaz y propenso a cometer errores, tropezaría en su larga campaña contra Trump. El presidente de 74 años lo llamaba regularmente “Joe el Dormido” y decía que tenía sus capacidades mentales disminuidas.
Pero Biden se encogía de hombros ante los ataques, y en un arranque de frustración por las incesantes interrupciones de Trump durante su primer debate, llegó a pedirle que se callara.
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El presidente electo de más edad de Estados Unidos comenzó su carrera en el Capitolio como uno de los senadores más jóvenes de la historia. Pasó más de tres décadas en la cámara alta antes de ser mano derecha de Obama de 2009 a 2017.
El mensaje de Biden durante la campaña se basó en gran medida en su asociación con el todavía popular Obama y en su capacidad para negociar con muchos líderes mundiales. “Conozco a estos tipos”, recordaba.
Su planteo de política moderada en un momento de división fue un bálsamo para un electorado agotado de escándalo y caos en la Casa Blanca de Trump.
Pero Biden también prometió tomar medidas genuinamente progresistas sobre el cambio climático, la injusticia racial y el alivio de la deuda estudiantil.
Cuando asuma, es posible que muchos se pregunten si el anciano estadista se plantea un segundo mandato.
“Me veo a mí mismo como un puente, no como otra cosa”, dijo Biden en marzo en un mitin en Detroit, Michigan, junto a otros líderes demócratas, incluida la mujer que se convertiría en su compañera de fórmula, la senadora Kamala Harris, de 56 años.
“Hay toda una generación de líderes que llegaron después de mí”, dijo. “Son el futuro de este país”.
Histórico regreso
Biden casi no llega tan lejos. A pesar de ser el favorito del establishment demócrata, algunos lo consideraban demasiado viejo o demasiado centrista.
Su campaña parecía encaminarse al desastre a principios de este año tras decepcionantes derrotas en las primarias demócratas ante el entusiasta Bernie Sanders.
Pero Biden, a quien Obama llamó “león de la historia estadounidense”, regresó rugiendo en las internas en Carolina del Sur gracias al apoyo abrumador de los votantes negros, una base crucial para todo demócrata.
Lograr la nominación marcó un fuerte contraste con su retirada en 1988, cuando renunció en medio de acusaciones de plagio de un discurso del político británico Neil Kinnock.
En 2008 no le fue mejor, y abandonó la pugna después de reunir menos del 1% de los votos en las asambleas de votantes de Iowa.
Ese año finalmente fue elegido compañero de fórmula por Obama, quien le asignó supervisar la recuperación económica durante la Gran Recesión.
Ambos diferían sobre Afganistán al comienzo del primer mandato de Obama, cuando Biden se oponía a un “aumento” de 30.000 soldados.
Como senador, fue cuestionado, incluso por Harris, la próxima vicepresidenta de Estados Unidos, por asociarse con conocidos segregacionistas y oponerse a las políticas de transporte de la década de 1970 para que niños negros asistieran a escuelas predominantemente blancas.
También fue criticado por ayudar a redactar una ley contra el crimen en 1994 que muchos demócratas creen que aumento los encarcelamientos, afectando de manera desproporcionada a los afroestadounidenses. Biden recientemente calificó esto como un “error”.
Otros episodios del Senado también amenazaron con estropear su campaña presidencial: su voto de 2003 a favor de la guerra de Irak y su presidencia de controvertidas audiencias en 1991 en las que la profesora Anita Hill acusó al nominado a la Corte Suprema Clarence Thomas de acoso sexual.
El año pasado estuvo envuelto en una polémica por su tendencia a ser demasiado afectuoso con las mujeres, por lo que se disculpó y prometió ser más “consciente” del espacio personal femenino.
Biden transmite los conmovedores detalles de su historia familiar con tanta frecuencia que se han convertido en parte de una marca política.
El accidente de 1972 dejó a sus hijos Beau, de cuatro y Hunter, de dos, gravemente heridos, y Biden, de 30 años, juró al lado de sus camas de hospital. Biden conoció a su segunda esposa, la profesora Jill Jacobs, en 1975 y se casaron dos años después. Tienen una hija, Ashley.
Sus hijos se recuperaron de sus heridas y Beau siguió a su padre en la política, convirtiéndose en fiscal general de Delaware, pero la estrella demócrata en ascenso murió de cáncer cerebral en 2015 a los 46 años.
“Cuando te tumban, te pones de pie”
El abogado y cabildero Hunter Biden ha tenido una trayectoria diferente.
Recibió un salario lucrativo como miembro de la junta directiva de una compañía de gas ucraniana acusada de corrupción mientras su padre era vicepresidente.
La presión de Trump para que Ucrania investigara a los Biden derivó en el juicio político del presidente en diciembre pasado por parte de la Cámara de Representantes de mayoría demócrata, pero el presidente terminó absuelto por el Senado liderado por los republicanos.
Hunter no fue acusado de ningún cargo, pero Trump siguió sacando el tema en la campaña, asegurando que los Biden eran una “familia criminal” que se enriquecía con la corrupción.
Joseph Robinette Biden Jr. nació el 20 de noviembre de 1942 y creció en Scranton, Pensilvania, en una familia de origen irlandés muy católica.
Su padre era vendedor de autos, pero en la década de 1950 perdió su trabajo y la familia se mudó al vecino estado de Delaware cuando él tenía 10 años.
“Mi papá siempre decía: ‘Campeón, cuando te tumban, te pones de pie’”, cuenta Biden.
En Delaware, trabajó de joven como salvavidas en una piscina de un barrio negro y allí aprendió de las injusticias y desigualdades que afectan a esta comunidad, lo que despertó su interés por la política.
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Biden estudió en la Universidad de Delaware y en la facultad de derecho de la Universidad de Syracuse, y dice estar orgulloso de no ser un producto de la elitista Ivy League.
De niño sufrió por un tartamudeo muy fuerte, pero lo superó y desde entonces apoya a otros del “mismo club”, como contó un adolescente en la convención demócrata al agradecerle sus consejos.
“Nunca desaparece”
Biden suele destacar el respaldo de su esposa Jill, de 69 años, la mujer que “volvió a unir” a su familia.
Pero dijo que convive con el dolor tras la muerte de Beau. “Nunca desaparece”, aseguró. Esta pérdida lo hizo descartar una candidatura presidencial en 2016.
Incluso hoy, a menudo se detiene para saludar a los bomberos, recordando que fueron ellos quienes salvaron a sus hijos cuando ocurrió el accidente.
También lo salvaron a él. En 1988, los bomberos lo llevaron de urgencia al hospital después de que sufriera un aneurisma.
Biden estaba tan grave que llamaron a un sacerdote para darle los últimos ritos. Casi todos los domingos, Biden, católico practicante, reza en la St. Joseph on the Brandywine, una histórica iglesia en su acomodado vecindario de Wilmington.
Allí, en el cementerio, descansan sus padres, su primera esposa e hija, y su hijo, bajo una lápida decorada con pequeñas banderas estadounidenses.
En enero, Biden confesó cuánto pesa Beau en su vida. “Cada mañana me levanto (...) y me pregunto: ¿Estaría orgulloso de mí?”, contó.
Jill Biden, una oportunidad para transformar el papel de primera dama
Jill Biden no es ajena al resplandor de los focos políticos. Su esposo era parte de Washington cuando lo conoció, y ella ya fue la segunda dama de Estados Unidos.
Pero ahora que Joe Biden ganó la Casa Blanca, su esposa tendrá la oportunidad de impulsar el papel de primera dama en el siglo XXI, manteniendo su trabajo de tiempo completo como profesora.
“La mayoría de las mujeres estadounidenses tienen una vida laboral y una vida familiar, pero a las primeras damas nunca se les ha permitido hacerlo”, dijo Katherine Jellison, profesora de historia en la Universidad de Ohio.
“Quizás ha llegado el momento, sin embargo, en que más estadounidenses se sientan cómodos con una primera dama que no está de guardia en la Casa Blanca las 24 horas del día, los siete días de la semana”.
En los 43 años que lleva casada con Joe Biden, ha sido desde siempre una asesora de confianza del senador de Delaware y exvicepresidente de Barack Obama, que derrotó al presidente saliente Donald Trump.
Como primera dama, se espera que trabaje en cuestiones de educación y relance “Joining Forces”, una misión para movilizar a las familias de militares que ella y Michelle Obama comenzaron en 2011.
Pero esta rubia y menuda mujer de 69 años también es profesora, madre, abuela y el gran apoyo de Biden, de 77, después de la tragedia que él vivió hace casi cinco décadas.
En 1972, Joe Biden enfrentó lo impensable: su joven esposa e hija murieron en un accidente automovilístico y él se quedó solo para criar a sus dos hijos pequeños, ambos heridos en el accidente.
Pero apareció Jill Jacobs, la joven de las afueras de Filadelfia cuyo padre ascendió de cajero a gerente de banco y su madre era ama de casa.
Jill estaba en proceso de divorciarse de su primer marido cuando conoció a Biden, un viudo que viajaba diariamente de su casa en Delaware al Senado en Washington.
La pareja se casó en 1977 y ella se convirtió en la “mamá” de sus hijos Hunter y Beau. Los Biden tienen una hija, Ashley, que nació en 1981.
Mientras criaba a su familia, Biden obtuvo dos maestrías y eventualmente un doctorado en educación. Ahora enseña en Northern Virginia Community College.
La pareja ha pasado por dos carreras presidenciales fallidas, ocho años en la vicepresidencia, la muerte de Beau Biden tras una batalla contra el cáncer y ahora, una exitosa campaña presidencial.
“Ella nos volvió a unir”, dijo Biden en un video difundido en agosto durante la Convención Nacional Demócrata, mientras describía el impacto de Jill en la familia marcada por el drama. “Es endemoniadamente dura y leal”.
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“Un desafío”
Jill Biden, quien ha protegido ferozmente a su familia a lo largo de la carrera de su esposo, se ha preparado contra los ataques de Trump y sus aliados.
Quizás ahora se esté preparando para cuatro años en la Casa Blanca, y un horario agitado de enseñar y trabajar en el Ala Este, donde están las oficinas de la primera dama en la mansión presidencial.
“Si Biden continúa dando clase, cambiará para siempre las expectativas y limitaciones del puesto”, dijo a la AFP Kate Andersen Brower, autora de “Primeras mujeres: la gracia y el poder de las primeras damas modernas de Estados Unidos”.
“Creo que podría resultar un desafío, lograr un equilibrio entre un trabajo y las responsabilidades de la primera dama, pero también creo que ampliará nuestra idea de lo que las primeras damas son capaces de hacer”, agregó.
Jellison advirtió que Jill Biden podría ser resistida por quienes esperen una primera dama más tradicional, pero al igual que Brower cree que llegó el momento de un cambio.
“Seguramente tendremos un cónyuge presidencial varón algún día y no creo que nadie esperaría que él dejara su trabajo diario”, opinó Brower.