El intercambio comercial entre Costa Rica y Centroamérica revela no solo la intensidad de los vínculos económicos de la región, sino también las oportunidades y retos que enfrenta el país en su mercado más cercano.
Mientras en 2015 Costa Rica basaba sus exportaciones e importaciones en la relación con Panamá, a partir de 2020 el panorama cambió y el que hasta entonces había sido el tercer socio ocupa su lugar hasta la actualidad.
Aunque ese país no es parte del conjunto centroamericano que firmó el Acta de la Independencia de América Central en 1821, juega un papel fundamental en la relación comercial de la región.
Y aunque los demás vecinos mantienen activo su comercio con el territorio nacional, lo cierto es que la variación en su comportamiento no fue tan inusual como para cambiar su posición en la lista.
Esto trajo consigo tendencias en los productos comercializados en ambas direcciones. La capacidad productora y llegada de empresas multinacionales como refuerzo son algunos detonantes hacia un consistente crecimiento comercial en la región.
La nueva cuna comercial
De acuerdo con datos de la Promotora de Comercio Exterior (Procomer), en los últimos 10 años de intercambio comercial entre Costa Rica y el resto de las naciones de Centroamérica, Guatemala consiguió posicionarse como el principal socio.
No obstante, no siempre fue así: antes del caótico 2020, año lleno de sacudidas sanitarias y económicas a partir de la pandemia por Covid-19, Panamá era el más relacionado con una constante participación en este mercado.
“Panamá nos ha cerrado la frontera en varias ocasiones, sobre todo para productos como hortalizas y lácteos, que eran de los principales que le exportábamos. Incluso ganamos un panel en la Organización Mundial de la Salud (OMC), pero Panamá continúa con una actitud reticente”, explicó Víctor Umaña, economista agrícola, sobre este cambio.
Guatemala, en cambio, muestra un aumento en la demanda de productos costarricenses y, al tener una economía fuerte, se permite una amplia capacidad para importar.

El exviceministro de Comercio Exterior (Comex), Alexander Mora, aseguró que el cambio tiene que ver con la estructura de los mercados.
“Panamá es un país muy abierto, con logística y acceso global que lo hacen un centro de distribución. Guatemala, por el contrario, es un mercado menos globalizado, lo que crea oportunidades para productos costarricenses”, afirmó.
Además, señaló que una buena parte proviene de empresas en zonas francas, diseñadas específicamente para abastecer la región a gran escala.
A nivel general el número total exportador crece gradualmente. En 2024 se registró la cifra más alta al cierre anual por un valor de $3.739.638,86 mil.
Pese a que Costa Rica mantiene un superávit comercial donde los envíos superan a los productos importados, este indicador también se mantiene en crecimiento continuo desde el 2020. Sin embargo, en este caso Guatemala siempre se situó como primero en la lista, incluso durante el auge panameño.
El número más alto registrado, también el año pasado, da un total $1.828.166,80 mil. En ninguno de ambos registros hay un periodo bajista desde el periodo analizado.
Según Comex, en el período 2015-2024 el comercio de bienes de Costa Rica con la región registró un crecimiento anual promedio de 4,9%; por cada dólar importado desde la región, el país exportó en promedio más de $2.
Exportamos el equivalente a 2.000 elefantes en Coca-Cola y 14.700 en salsas
Si de envíos se trata, el primer puesto de la década con base en ganancia económica obtenida por actividad se lo llevan los jarabes y concentrados para la preparación de bebidas gaseosas; solo en 2024 se enviaron $449.964,228 mil a la región.
Esa categoría está conformada casi en su totalidad por Coca Cola. Es decir, se exportaron 9.731 toneladas de esta bebida, lo equivalente a 2.000 elefantes.
Costa Rica posee una relación de casi un siglo con dicha marca, según explicó a La Nación William Segura, director de comunicación de la compañía para Centroamérica.
Coca Cola llegó al país en la década de 1930, cuando la población aún no alcanzaba el millón de habitantes. A finales de los años 60, inauguró en San José su planta de concentrados, ubicada en La Uruca, que durante más de cinco décadas abasteció tanto el mercado nacional como el regional.
A mediados de 2020, la producción se trasladó a Liberia, Guanacaste, un cambio que le permitió aumentar la capacidad de producción y fortalecer la exportación de concentrados hacia 27 países de Centroamérica, el Caribe y Perú.
Como resultado de este posicionamiento, el país no solo produce la bebida para consumo interno, sino que se convirtió en un esencial exportador regional.
Además, la compañía cuenta con su planta embotelladora en Calle Blancos administrada por Coca-Cola FEMSA, donde se mezclan, gasifican y distribuyen las bebidas. La sede administrativa regional, con oficinas en Escazú y Liberia, coordina las operaciones de toda América Latina.
Al dejar de lado el liderazgo por cantidad monetaria de aporte y se toma en cuenta exclusivamente el peso, las salsas y preparaciones son las ganadoras con 71.478 toneladas. Si el refresco ya era una cantidad exhorbitante al compararse con elefantes, este lo supera con creces, pues equivale a 14.700 de estos animales.
Una lista importadora cambiante
Hasta el 2018, los productos más importados eran los medicamentos, textiles y confección, jabones y preparaciones de limpieza, cajas de papel y cartón, y artículos de plástico para el envasado.
En conjunto, dicha canasta conformaba una cuarta parte del total de las importaciones. A partir de entonces, con la subida de Guatemala en la lista de socios, ocurrió un fenómeno no tan común hasta ese momento: con frecuencia los productos estrella empezaron a cambiar.
Los regulares a lo largo de los años, mas no exclusivos en posición, son el papel higiénico, los textiles y confección, así como los artículos de plástico para envasado. En el caso del primero, gran parte de proviene de la producción regional de empresas como Kimberly-Clark cuya planta en El Salvador abastece buena parte del mercado centroamericano.
Poco a poco los medicamentos recuperaron terreno hasta ser el principal producto al cierre del año pasado. Esto se debe al tamaño reducido de la industria farmacéutica nacional y la búsqueda de apoyo en el área para satisfacer la demada interna.
El resto, de acuerdo con Mora y Umaña, presenta un comportamiento esperable para el potencial productor de cada país y la necesidad costarricense de suplir aquellos con poca elaboración en territorio nacional.
El búnker C, también conocido como fuel oil, es un derivado pesado del petróleo utilizado sobre todo en la generación eléctrica térmica y en el transporte marítimo, así como en ciertas industrias que dependen de calderas.
El rumbo costarricense en América Central
El comercio regional mantiene un superávit constante: Costa Rica exporta más de lo que importa dentro de América Central, especialmente en agroindustria y productos de zonas francas.
Umaña explicó que la fortaleza como país radica en la combinación entre industrias consolidadas, y las pequeñas y medianas empresas que aprovechan su experiencia en productos, desde alimentos y bebidas hasta medicamentos genéricos.
“Este superávit refleja no solo el dinamismo productivo, sino también la capacidad de adaptación a las demandas del mercado regional”, destacó.
Sin embargo, la ruta hacia el éxito no está exenta de desafíos que puedan surgir en el camino, pues la logística de transporte, los costos asociados y la dependencia de corredores específicos representan factores cambiantes de riesgo.

Por ejemplo, el tránsito de mercancías entre el sur y el norte de Centroamérica depende en gran medida de la infraestructura terrestre existente, lo cual condiciona la rapidez y eficiencia de la distribución regional.
Además, el Tratado General de Integración Económica Centroamericana (que entró en vigencia en 1961 para Guatemala, El Salvador y Nicaragua; en 1962 para Honduras y en 1963 para Costa Rica) aún refleja un modelo pensado para bienes finales y no para cadenas de valor complejas.
Lo anterior podría limitar oportunidades de expansión y diversificación fuera de lo que se ve actualmente en los números, tanto aquellos que no figuran en la lista como los que quedan en ceros o cifras bajas.
Zonas francas y Cafta como estrategas
Mora, por su parte, aseguró que la actual estrategia costarricense aprovecha al máximo la Inversión Extranjera Directa (IED) y el Régimen Especial de Zonas Francas.
La instalación de plantas diseñadas para abastecer la región centroamericana permite a las empresas costarricenses producir bienes intermedios o finales con eficiencia logística, de modo que así se mantiene la competitividad frente a mercados más abiertos como Panamá.
Esta modalidad también favorece la presencia de marcas reconocidas internacionalmente y consolida nichos estratégicos como el de concentrados de bebidas y productos de agroindustria con valor agregado.
Además, Costa Rica combina su ventaja industrial con acuerdos comerciales como el Tratado de Libre Comercio entre Centroamérica, República Dominicana y Estados Unidos (Cafta-DR).
A juicio de Mora, esto proporciona un marco plurilateral flexible para reducir barreras arancelarias, así como asegurar la legalidad y trazabilidad de los productos. Se trata de una doble estrategia donde entran en juego la optimización productiva local y el acceso preferencial a mercados internacionales.
“En el futuro, la clave del rumbo costarricense estará en ampliar la integración de las cadenas de valor, diversificar los destinos y productos, y consolidar sectores estratégicos”, enfatizó.
La combinación de competitividad industrial, promoción de exportaciones y adaptación a mercados regionales hace de Costa Rica un actor capaz de mantener su superávit y continuar en un entorno que, aunque complejo, ofrece un gran potencial de alcance.