A pocos meses de las elecciones nacionales, una de las preguntas fundamentales es si habrá o no segunda ronda electoral en las elecciones del 2026.
La historia de la segunda ronda electoral en Costa Rica refleja la transformación del sistema político nacional desde el fin del bipartidismo y la dinamización de la democracia costarricense.
Esta figura fue incorporada con la Constitución de 1949, aunque no se aplicó hasta el año 2002. En aquella ocasión, la contienda entre Abel Pacheco, del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC), y Rolando Araya, del Partido Liberación Nacional (PLN), marcó un antes y un después en la historia electoral. Pacheco obtuvo el 57,9% de los votos en la segunda vuelta, inaugurando así esta modalidad que consolidó su legitimidad en la elección presidencial.
Doce años más tarde, en 2014, el electorado volvió a las urnas en una segunda ronda que derrumbó definitivamente el viejo orden bipartidista. Luis Guillermo Solís, del Partido Acción Ciudadana (PAC), se impuso ante Johnny Araya, quien representaba al tradicional PLN. Aunque Araya se retiró de la campaña semanas antes, la Constitución obligó a mantener la votación. Solís alcanzó un resultado abrumador, convirtiéndose en el primer presidente de un partido alternativo al PLN y PUSC en llegar al poder por esta vía.
La tercera experiencia llegó en 2018, en una contienda entre el oficialista Carlos Alvarado (PAC) y el evangélico Fabricio Alvarado (Restauración Nacional). A diferencia de procesos anteriores, ninguno de los partidos tradicionales participó en la segunda vuelta. Aunque Fabricio lideró la primera ronda, el resultado se invirtió en la segunda, con una ventaja de más de 400.000 votos a favor de Carlos Alvarado.
Finalmente, en 2022, los costarricenses vivimos nuestra cuarta segunda ronda, protagonizada por Rodrigo Chaves, del Partido Progreso Social Democrático, y José María Figueres, del PLN. Chaves resultó electo.

¿Qué dicen los datos del CIEP UCR?
Según el más reciente informe de opinión pública del Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) de la Universidad de Costa Rica (UCR), la fragmentación del electorado y el alto porcentaje de indecisos hacen inviable, por ahora, un triunfo en primera ronda.
El informe es concluyente al respecto: “A estas alturas de la competición, la meta de alcanzar el 40% de los votos en febrero del 2026, y con ello evitar una segunda ronda, es poco probable”.
Este análisis se fundamenta en la atomización de las preferencias electorales. Aunque la candidata oficialista, Laura Fernández (PPSO), encabeza la intención de voto con un 25%, esta cifra está lejos del umbral constitucional del 40%.
El segundo lugar, Álvaro Ramos (PLN), capta un 7% del apoyo, evidenciando la enorme distancia que separa a los punteros de la mayoría necesaria.
La fragmentación es tal que, de las 12 candidaturas mencionadas por los encuestados decididos a votar, solo Fernández y Ramos logran superar el 5%. El resto de contendientes, incluyendo a Claudia Dobles (PAC, en coalición) y Ariel Robles (FA), ambos con un 3%, se mueven en porcentajes muy bajos. De hecho, ocho de las candidaturas reportadas registran un apoyo inferior al margen de error de la encuesta (2,7 puntos porcentuales), lo que dispersa el voto e impide la consolidación de una fuerza dominante.
El otro factor determinante que aleja la posibilidad de una victoria en primera vuelta es la indecisión. El 55% de las personas que afirman estar “totalmente decididas” a votar aún no sabe por quién lo hará. Este grupo, de tamaño similar al reportado en octubre de 2021, representa más de la mitad del electorado decidido y, por el momento, no se inclina por ninguna opción, lo que complica el crecimiento de cualquier candidatura hacia el 40%.