En los últimos meses los dotes negociadores y de comunicación del Ejecutivo se han empobrecido. Para algunos, como desgaste de la crisis sanitaria, para otros como evidencia de las falencias presentes desde el día uno. Hoy revalorizar esos dotes es especialmente crucial.
La administración Alvarado Quesada finalmente dio el paso para empezar a negociar ante el Fondo Monetario Internacional (FMI) una asistencia financiera de $1.750 millones para sacar al país de la crisis económica y fiscal en la que está sumido.
El ejecutivo deberá trabajar en fortalecer pilares fundamentales si quiere lograr algo sustancioso en su conversación con el FMI, pero particularmente, si pretende que que lo que salga de la mesa de negociación con el fondo, eventualmente se cumpla.
Comunicación
Una de las primeras bases a resolver de cara a la nueva negociación con el FMI es la comunicación.
El Ejecutivo lleva año y medio postergando una reforma al Estado. Ahora frente a la negociación con el organismo, parece ser un tema entre la espada y la pared.
Para el exministro de la Presidencia, Rodrigo Arias, exjerarca en la segunda presidencia de Óscar Arias (2006-2010), la tarea fundamental de la administración actual es explicar la magnitud del problema económico que enfrenta Costa Rica. En esto también coincide Rolando Laclé, también exministro de la Presidencia.
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Ambos afirman que si el Gobierno omite esta explicación, la población no aceptará la medicina amarga que se deberá aplicar para salir de la recesión.
“El Presidente no ha explicado la gravedad del problema económico. Cuando vengan las medidas que se deban tomar para el acuerdo con el FMI, que van a ser tristes y dolorosas. Si el Presidente no prepara debidamente a la población no se va a aceptar la medicina”, afirmó Laclé, quien fungió en el puesto durante la administración de Calderón Fournier (1990-1994).
Dar contexto es vital para que la población comprenda que la economía tocará fondo en el 2020, con una contracción del 5%, la caída más abrupta desde 1982.
“Así como se ha explicado la gravedad en la salud pública hay que explicar la gravedad de la situación económica que atraviesa el país, y la urgencia de adoptar medidas drásticas y serias. El país debe entenderlas para asimilarlas y aceptarlas”, explicó Arias.
Aunque es fundamental lo que el Gobierno logre acordar con el ente, son particularmente vitales las conversaciones que se desarrollarán con los demás actores del juego político local.
La pobre estrategia de comunicación que tiene el Gobierno no es consecuencia de la crisis de salud. El Ejecutivo venía demostrando falencias que se traducen en escándalos crónicos de menor o mayor envergadura.
Como evidencia, la cartera de Comunicación ha sido la que más cambios ha reportado en estos años de la administración Alvarado Quesada, junto a los ministerios de Hacienda y Presidencia. Por el puesto pasaron Juan Carlos Mendoza, y Nancy Marín. Ahora es ocupado por Agustín Castro.
La necesidad de una mayor capacidad de diálogo e interacción con los gobiernos locales y con los actores de la sociedad civil es otro de los puntos que se deberán fortalecer, más cuando ante una necesidad de cumplimiento de metas propuestas ante el FMI, las tareas abarcarán los distintos estratos políticos.
Sin embargo, de acuerdo con el analista político Sergio Araya, uno de los problemas es que aunque el Ejecutivo se muestra abierto a propuestas de terceros, estas casi nunca llegan al plan definitivo. El diálogo termina siendo una ruta unilateral.
Las iniciativas del Ejecutivo en esta línea no han sido pocas, han llegado en distintos momentos y con diversos nombres. La última es “Costa Rica escucha, propone y dialoga”, que, según lo comunicado, tiene como objetivo “ampliar procesos para intercambiar con los diferentes sectores de la sociedad propuestas, recomendaciones y visiones en temáticas como finanzas, reactivación económica y empleo para enfrentar la emergencia nacional”.
Acuerdos internos
La mala comunicación no es exclusiva para los sectores externos. Ha quedado evidenciada en roces entre ministros e instituciones que se contradicen un día sí y el otro también. Esta discordancia es particularmente grave cuando se deberá llegar a la mesa del FMI con una línea clara.
Un ejemplo claro fue la accidentada relación entre el exministro de Hacienda Rodrigo Chaves y el mandatario Carlos Alvarado. En los seis meses y dos días que duró en el puesto, abdundaron los malentendidos con el Presidente y otros funcionarios.
En el mismo sentido las distintas ideologías presentes en el llamado “gobierno de unidad” destacan, a veces, para mal. Un ejemplo es la actitud crítica de Renato Alvarado, ministro de Agricultura, con respecto a los acuerdos comerciales de Costa Rica y la venta de activos del Estado, una de las propuestas del Ejecutivo para sanear las finanzas.
Otro ejemplo es la salida de Dyalá Jiménez, exjerarca de Comercio Exterior, después de choques con Cancillería.
La lista sigue y no se limitra a diferencias de opinión entre ministros. El Ejecutivo presentó un proyecto de ley para utilizar los superávits de algunas instituciones para pagar deuda y tan solo con llegar el texto a la Asamblea, varios entes que debían estar de acuerdo se echaron para atrás.
La adherencia a la regla fiscal, el recorte de los salarios a funcionarios públicos y los choques con diversos alcaldes por la aplicación de restricciones son otros ejemplos.
La mala comunicación tiene consecuencia, cala directamente en el manejo político y reduce el campo de acción ante una nueva negociación.
Gestión política
La segunda gran piedra en el camino para el Ejecutivo de cara a la negociación con el FMI y el país es la gestión política.
“No todo han sido errores y fallos”, de acuerdo con la politóloga Ilka Treminio para quien el tratamiento de la crisis sanitaria ha sido bueno en términos generales y también ha requerido gestión política.
Esto se evidenció meses atrás, cuando los acuerdos entre los poderes Legislativo y Ejecutivo se movían rápido y las leyes para enfrentar la pandemia fluían en el Congreso. O incluso más atrás, cuando se logró la aprobación de la Ley de Fortalecimiento de las Finanzas Públicas (9635).
Para otros, el manejo legislativo “ha sido una impericia y una improvisación total”, así lo resume el analista político Daniel Calvo. Algo que podría explicarse por las debilidades en el Ministerio de la Presidencia.
Mientras el equipo económico es el que deberá lidiar con el fondo, el Gobierno necesita a una persona que se encargue de las conversaciones difíciles con los diputados y los sectores que podrían verse afectados con las metas acordadas. Esa figura ha estado ausente, en esto coinciden los analistas y los exministros de la Presidencia consultados.
En la práctica la tarea le corresponde al ministro o ministra de Presidencia.
En ese cargo inició Rodolfo Piza, seguido por Víctor Morales, una ficha de experiencia dentro del Acción Ciudadana (PAC) pero que abandonó su puesto tras la polémica de la Unidad Presidencial de Análisis de Datos (UPAD) y actualmente recae sobre Marcelo Prieto.
La participación del actual jerarca ha sido errática. Prieto es un ministro sin poder y sin voz, considera Laclé, exministro de la Presidencia.
Sin un Ministro de la Presidencia fuerte, abierto al diálogo y con experiencia, las negociaciones se pondrán cuesta arriba. Peor aún, la figura, en lugar de sumar y facilitarle el trabajo al Presidente, podría restarle.
El gobierno no es el único responsable de un diálogo pobre. “De parte de ciertos actores hay un deseo de imponer agendas y aprovechar el momento de vulnerabilidad para torcer voluntades y eso es un error”, explica Araya. “Hay que hacerle ver a todos los sectores que hay que sacrificar algo de cara al bien común”.
Ese bien común se traduce, en la actualidad, en mantener las finanzas y la economía del país a flote.