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Una institucionalidad sanitaria que desearían tener algunos países desarrollados y liderazgos cualificados como el del ministro de Salud y otros jerarcas públicos, no han impedido que la emergencia actual revele debilidades políticas y comunicativas de la administración Alvarado Quesada.


Todo pareciera indicar que el expresidente Solís trató con desdén a la comunicación política, seguramente desde la burbuja de la victoria con los 1,3 millones de votos que obtuvo en las urnas, o bien desde la falacia de “las obras hablan por sí solas”.