El Museo de Cultura Popular abrió sus puertas en 1944. Este es un programa de investigación y extensión de la Universidad Nacional (UNA) que opera en la casona cafetalera del expresidente Alfredo González Flores, ubicada en Barva de Heredia.
El espacio busca unir a la cultura costarricense mediante la modalidad de un museo sostenible.
Conversamos con su director, Luis Pablo Orozco, sobre la labor del espacio.

Rescate y preservación de las tradiciones
Orozco detalló que el trabajo que realizan se enfoca en el rescate y preservación de las costumbres y tradiciones costarricenses de finales del siglo XIX y principios del siglo XX.
Sin embargo, el espacio también procura conectar el atesoramiento de ese pasado nacional con la cultura popular de las nuevas generaciones para así reactivar el patrimonio mediante alianzas con sectores.
Estas alianzas y la mezcla de épocas culturales son las que permiten que el museo funcione bajo una estructura sostenible, dijo Orozco:
“Ser sostenibles significa crear un puente entre el pasado y el presente a partir de la idea de un museo productivo, capaz de establecer acuerdos de cooperación con las comunidades para revitalizar la herencia cultural y, al mismo tiempo, permitir que las personas portadoras de saberes puedan obtener ingresos y generar bienestar para sus familias”.
Un ejemplo de esta dinámica es el proyecto productivo de gastronomía tradicional con el que operan, y con el que tratan de rescatar los saberes de la gastronomía vernácula costarricense, al tiempo que se benefician las personas adultas mayores que imparten los talleres, manejan el restaurante y, a su vez, se convierten en maestros gracias a las giras educativas que se realizan en el museo.
“Niños y jóvenes experimentan y aprenden sobre la gastronomía tradicional, mientras las señoras comparten sus saberes y educan a nuevas generaciones. Esto ha sido medular para el Museo de Cultura Popular. Es un ganar-ganar”, agregó Orozco.
Exposiciones, talleres y emprendimientos
Otras de las actividades que desarrolla la institución son las mascaradas populares, los espacios de botánica tradicional y de construcción artesanal con tierra, así como las actividades para difundir la historia y el presente del café, la conservación de abejas y los temas pertinentes al agua y al medio ambiente, además de un proyecto productivo en un vivero.
Estas actividades, afirmó el director, han permitido la reactivación de conocimientos y prácticas ancestrales y apoyan a emprendedores locales a partir de la conformación de listas anuales para que estos puedan trabajar con el museo:
“A los emprendedores no se les cobra, se les brinda el espacio y la visitación del museo los apoya”, indicó Orozco.
El museo también ofrece exposiciones variadas bajo la propuesta de que “la cultura popular no se narra, se vive”.
El ejemplo más claro se encuentra en la propia casona, propiedad que cuenta además con el Escudo Azul de la UNESCO, representante universal de la protección del patrimonio.
En esa casa de adobe se puede disfrutar de la exposición “Vida cotidiana en el Valle Central a finales del XIX e inicios del siglo XX”, la cual consiste en una experiencia vivencial de la casa de los hogares de antaño, como si viviera allí una familia de época. La experiencia se alimenta de objetos como armarios, remedios tradicionales, camas y juguetes.
Tanto esta como las demás exposiciones y actividades que ofrece el lugar pueden ser visitadas por el público en denominados domingos familiares del museo.
Para ser parte de ellos, o para participar como uno de los emprendedores del museo, los interesados pueden ingresar a su sitio web o comunicarse al WhatsApp oficial de la institución, mediante el número 7065-4759.