Lo que comenzó como una idea audaz de traer un modelo gastronómico estadounidense a Costa Rica se convirtió en la apuesta ganadora de Carlos Huezo y su familia, quienes establecieron el restaurante Friday’s en el país.
Durante 35 años el local se ubicó a un costado de la rotonda de La Bandera, Sabanilla. Posteriormente se reubicó en Los Yoses, 150 metros al sur de la antigua Tienda Arenas.
Precisamente está en la misma calle y a menos de dos cuadras del restaurante mejor calificado de Costa Rica por la publicación 50 Best para Latinoamérica, Sikwa.
El negocio de comida al estilo estadounidense conocido por sus hamburguesas, cócteles y diseño cerró oficialmente sus puertas en febrero de 2025.
Huezo conversó con El Financiero sobre el surgimiento de Friday’s, sus años más exitosos y la razón detrás de su cierre.

“Era una apuesta arriesgada, pero confiamos en su éxito”
En 1983, el empresario llegó a Costa Rica desde Nicaragua con su esposa María y su hija Andrea. Fue entonces cuando concibió la idea de iniciar un restaurante.
En una época donde la comida norteamericana no era tan popular en suelo tico, la pareja decidió incorporar un menú que fusionaba la influencia culinaria mexicana, oriental, pero sobre todo estadounidense.
“Había mucha apertura de parte del costarricense, principalmente a todo lo que venía de Estados Unidos”, comentó.
Entre los platos que se hicieron famosos rápidamente destacan los “aritos delgados”, los “hongos famosos” y la hamburguesa de ocho onzas.
Sin embargo, no todo fue fácil al principio. La novedad generó confusión; por ejemplo, la gente no entendía qué era un “pollo skin” (cáscara de papa rellena de queso cheddar y tocineta).
En cuanto a la oferta de bebidas, incorporaron la venta de margaritas y el cóctel huracán en líneas de vasos como la Gibraltar, popular en los bares estadounidenses de los años 40 y 50.

A su juicio, cuatro elementos fundamentales definieron la experiencia que ofrecía el restaurante: el producto, el servicio, el valor y el ambiente.
En una época donde conseguir productos importados era un reto constante, Huezo asumía personalmente la tarea de buscar proveedores locales que pudieran garantizar insumos frescos y especias puras.
Los meseros no solo servían, sino que conversaban, recomendaban, se aprendían los nombres de los clientes frecuentes y contribuían a crear una atmósfera cálida.
“La meta era que cada persona se sintiera cómoda y bien atendida, como en casa, pero con el profesionalismo que exige un negocio de alto nivel”, comentó.
Para Huezo, era fundamental que el cliente sintiera que lo que pagaba valía la pena: “Si llegabas a comer la hamburguesa más cara del país, sabías que era la hamburguesa más grande del país”.
El cuarto y último pilar era lo que él llama “el empaque”, es decir, el ambiente completo del restaurante; desde la fachada, los baños, el jardín y hasta la iluminación, todo debía estar impecable.
La atención al detalle se reflejaba en el mantenimiento constante y en el diseño arquitectónico del lugar: tubos de bronce, lámparas industriales y una decoración temática que rompía con el molde de los bistrós tradicionales de la época.
“La gente piensa que yo me compré el concepto netamente Friday, pero en ese tiempo ya existían otros similares como Bennigan’s, por lo que fue una adaptación”, explicó el empresario.
Aseguró que Friday’s Costa Rica, aunque con el mismo estilo americano, incluía una oferta más variada con platos asiáticos, mexicanos e italianos y eso marcó la diferencia.
No obstante, la similitud generó un conflicto legal cuando la cadena estadounidense TGI Friday’s interpuso un recurso legal.
Sin embargo, la familia logró demostrar la propiedad del nombre a nivel local y que, de hecho, fue su operación la que la hizo notoria en el país.
Pero llegaron los obstáculos
La ubicación original a un costado de la rotonda de la Bandera fue crucial para el éxito de Friday’s, consideró Huezo.
Cuando abrieron, no había casi nada alrededor; la circunvalación y el Mall San Pedro aún no existían. Friday’s fue un pionero en el sentido de marcar el punto comercial geográficamente.
Por lo tanto, la reubicación de Friday’s en 2020, en plena pandemia, fue un gran impacto. Abrieron “más que todo como para cerrar”, consideró Huezo, pero a pesar de las dificultades iniciales, el restaurante volvió a recibir una cálida acogida por parte de antiguos clientes.
Una de las anécdotas más conmovedoras para el empresario era ver a cuatro generaciones sentadas en la misma mesa.
Muchas personas que ahora llevaban a sus hijos y nietos recordaban haber estudiado en la Universidad de Costa Rica (UCR) y haber ahorrado para ir a Friday’s los fines de semana. Incluso, el restaurante fue testigo de propuestas de matrimonio y el inicio de muchas historias.
Por otro lado, la llegada de numerosas cadenas estadounidenses a Costa Rica representó un desafío, pero el restaurante logró mantenerse a flote.
Huezo adujo que, si bien cada apertura de un nuevo centro comercial con sus respectivas ofertas de comida rápida generaba un impacto temporal, “la gente siempre regresaba a Friday’s porque ya era parte de su vida”.

La razón detrás del cierre
La decisión de cerrar Friday’s fue “ultra emotiva” como la define Carlos Huezo y su equipo, muchos de los cuales lo acompañaron por más de 30 años.
El dueño afirmó que es el momento de dedicar más tiempo a su familia, especialmente a su nieto de un año y dos meses que vive en Nicaragua y lo visita con regularidad.
“Quiero estar más cerca de él. Quiero abrazarlo, quizá todo lo que no pude abrazar a mis hijos algunas veces por el ajetreo del trabajo”, confesó.
Actualmente, la familia lleva a cabo una venta de antigüedades y artículos emblemáticos del restaurante.
Las lámparas, los tubos de bronce y los “chunches” que adornaban las paredes son muy solicitados. Huezo busca que sean adquiridos por los mismos clientes, no por revendedores, por lo que ofrece precios accesibles, como las sillas eslovacas de alta resistencia $50 y los vasos para “shots” en $6.


Aunque el capítulo de Friday’s cierra, Carlos Huezo no descarta la posibilidad de abrir un lugar más pequeño en el futuro, quizá con el mismo nombre, que está a la venta para aquellos interesados en adquirirlo.