
En el valle de Ahr, las botellas enlodadas recuperadas de las bodegas inundadas representan la esperanza de un nuevo inicio, tras la mortal catástrofe que golpeó a Alemania tres semanas atrás.
"Me dije que no podíamos botarlo todo", recuerda Linda Kleber, fundadora de la iniciativa "Flutwein" (vino de la inundación). La idea se le ocurrió cuando sacaba botella tras botella de la tienda de su restaurante, arrasado por la inundación.
Los vinos que fueron salvados se ofrecen para entrega a domicilio en las condiciones en las que fueron encontrados: cubiertos de barro, un recuerdo de las devastadoras inundaciones.
El dinero recaudado, más de 2 millones de euros (2,4 millones de dólares) hasta la fecha, son "una fuente de esperanza para los productores de vino y para el sector de la restauración", dijo Peter Kriechel, un viticultor y presidente de la asociación local de productores.
En su bodega, unas 200.000 botellas de vino quedaron sumergidas la noche del 14 de junio.
“Creo que estamos en el inicio de un largo maratón. Una iniciativa como Flutwein nos puede servir de catalizador”, comentó.
Un tsunami
En el valle de Ahr, conocido por las viñas de pinot noir que crecen en sus laderas empinadas, la economía depende en gran parte de la viticultura y el turismo que genera.
"Sin el vino, el valle de Ahr no existiría, sin mencionar su gastronomía", comentó Joerg Kleber, esposo de Linda.
El desastre se cobró la vida de 225 personas en toda Europa, de las cuales 187 fueron en Alemania, y destruyeron de 5% a 10% de los vinos de Ahr. Pero el daño a la maquinaria y las bodegas ha sido mucho mayor.
Paul Schumacher, de 63 años, fue uno de los más afectados. ”Más que una inundación, fue un tsunami”, declaró el productor.
Poco antes de que las aguas llegaran a su puerta, Schumacher bajó a asegurar que sus barriles de vino estuvieran bien sellados.
Él y su esposa se refugiaron en el piso superior, pero "el agua rápidamente subió un metro arriba del primer piso", recordó, aún afectado por lo ocurrido. Al final, la pareja pasó parte de esa noche sobre el tejado.
Una parte de sus cinco hectáreas de tierra fue devastada, y la planta baja de su casa, donde tenía un restaurante, continúa cubierta de barro.
El productor aún espera cosechar sus uvas y producir el vino de este año, aunque la producción del mosto en Ahrweiler continúa incierta, por lo que los viticultores de áreas vecinas ofrecieron ayudarles con la cosecha.
No será lo mismo
Ante el peor desastre natural que vivió Alemania en las últimas décadas, el gobierno de Angela Merkel autorizó ayuda de emergencia por cientos de millones de euros para los más afectados.
Tal ayuda se sumará a un proyecto de reconstrucción valorado en miles de millones.
Pero los habitantes creen que el valle nunca volverá a ser el mismo. "Muchos se irán y no van a reconstruir sus casas", lamentó Schumacher.
Pero la familia Kleber no ha considerado esa opción, incluso si su restaurante en el centro de Ahrweiler no podrá reabrir en el mismo sitio.
La cocina, el bar, el comedor y el jardín de "Kleber's" prácticamente desaparecieron tras una operación de limpieza de dos semanas. Lo que queda son los muros pintados de lodo hasta el nivel que llegó el agua.
"Las cosas se estaban recuperando" después de meses de cierre forzado por la pandemia, lamentó Joerg Kleber, chef profesional.
Pero el coronavirus no fue "nada" comparado con las inundaciones que arrasaron Ahrweiler en pocas horas aquella trágica noche, aseguró.
El chef prometió que habrá un nuevo "Kleber's" en las cercanías.
“Nuestros amigos y nuestra vida están aquí. Después de esta catástrofe, nuestras raíces podrían ser más fuertes que antes”, comentó.