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Tres generaciones administran o colaboran actualmente en el negocio. Roxana Ramírez (primera de la fila) es hija de los fundadores y poco a poco le ha entregado las riendas de la operación a sus hijas y nietos. ( PABLO MONTIEL PARA EF)
Hoy venden unos 400 bollos de pan al día. Hace cinco décadas cuando iniciaron el negocio, vendían diez veces más que eso. Aunque su nombre sigue siendo “panadería”, también comercializan confites, chocolates y almuerzos.
Con 50 años de existir, panadería La Españolita es un negocio familiar que se ha mantenido con el paso del tiempo en un rincón de San José, frente a un costado del teatro Melico Salazar.
Actualmente, la opera la tercera generación y, de vez en cuando, también la cuarta, principalmente cuando están en periodo de vacaciones escolares.
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Juan José Umaña y Víctor Fallas son de los panaderos más antiguos. ( PABLO MONTIEL PARA EF)
Su fundador Claudio Ramírez asumió el negocio en junio de 1963 cuando una amistad enferma se lo encargó. No tenía ni idea de cómo se hacía el pan, los queques o la crema pastelera. Siempre se había dedicado a vender manzanas, huevos o el producto que fuera necesario para obtener ingresos, pero de pan no era más que un comensal, comentó su hija, Roxana Ramírez.
Compró un libro sobre cómo hacer pan y de la mano de su esposa, María Luisa Marín, inició La Española, cuyo nombre nace del primer trabajo de Marín. Ella trabajaba para una familia de españoles, donde aprendió recetas que hoy son su diferenciador.
Sin embargo, entre sus clientes se conoce como “La Españolita”. “Nunca nos hemos llamado así, pero la gente nos quiere mucho y nos dice así de cariño, así que tuvimos que poner ese nombre en el sitio web y en Facebook”, externó Ramírez.
Aunque han pasado 50 años, el negocio sigue siendo una pequeña empresa de solo 12 empleados.
Negocio diversificado
Cuando las ventas de pan comenzaron a disminuir hace unos 20 años, la familia decidió incorporar dulces y chocolates.
Además, desde hace 12 años incorporaron los almuerzos, que pueden comprarse para llevar o pedir a domicilio, lo que les permitió crear la fidelidad de un nuevo público, más joven que el tradicional del pan.
Pese a esta diversificación, el pan sigue siendo su ancla.
Hoy, sus retos no se enfocan en cómo diversificar el negocio, sino como ampliarlo o hacerle frente a los gastos. Ramírez manifestó que han tenido la intención de disminuir la exhibición de productos en el local y convertirlo en una soda y cafetería, pero todavía les falta recursos.
Además, recalcó que los alquileres en el centro de San José son muy costosos y aumentan año con año, por lo que no descartan movilizarse en unos años a algún lugar más cómodo, siempre en centros de ciudades.
“Nunca nos iríamos a un mall , nuestro producto no está dirigido a ese público”, recalcó Ramírez.
Cuatro generaciones
Para los fundadores, el quehacer del negocio fue 100% empírico. Para la segunda generación el conocimiento sobre panificación vino de cursos especializados. Años después, la tercera generación –la que está a cargo en este momento– vino a aportar un nuevo enfoque administrativo para diversificar el negocio.
Algunos de los hijos del fundador abrieron su propia panadería, también en San José, por lo que hoy existen seis locales nacidos del mismo negocio pero que operan de manera independiente.
Las generaciones no se cuentan solo para sus dueños, sino que también acumulan años sus clientes y sus empleados. Por ejemplo, Juan José Umaña es uno de los panaderos estrella que conoce las recetas únicas desde hace 35 años.
También una buena parte de sus clientes les son fieles desde el inicio. “Aquí vienen señores que yo los conocí desde que era una niña y hoy tengo más de 40 años”, dijo Roxana Garita, nieta del fundador y actual administradora.
Su reto es ahora cómo heredar a la cuarta generación, pues no desean imponer el negocio a ninguno de los jóvenes, pero madre e hija admiten que lo mejor sería mantenerlo en familia.