Con ocasión de las más recientes proyecciones económicas del Banco Central, El Financiero publicó el pasado 4 de noviembre un editorial titulado “Trinidad Imposible”. A pesar de su brevedad, el artículo está plagado de afirmaciones falsas, omisas o simplemente carentes de fundamento.
Ya en su párrafo dos se refiere al supuesto “rezago del país que se viene observando en comparación con la tasa de crecimiento promedio del mundo y en especial con la de los países más desarrollados del orbe”. Esto es falso, sea que se refiera a una tendencia de largo plazo o específicamente al periodo de pandemia. Con base en datos del Fondo Monetario Internacional, la economía de las naciones avanzadas habrá crecido entre el 2010 y el 2021 un 18,7%. La de Costa Rica, por su parte, un 38,7%; es decir, el doble. Entre el 2019 y el 2021 las economías avanzadas crecerían un 0,43%; la nuestra, un 1,12%. No hay tal rezago.

Inmediatamente, el editorial pasa a afirmar que “Costa Rica aún está lejos de alcanzar los niveles de vacunación observados en estos países” (es decir, los avanzados). Sin embargo, de acuerdo con el sitio Our World in Data, de la Universidad de Oxford, al 6 de noviembre el 73% de la población de Costa Rica tenía vacunación al menos parcial, porcentaje superior al de la Unión Europea (69%) o los Estados Unidos (66%). Y si bien el porcentaje de población con vacuna completa es apenas ligeramente inferior en nuestro país, eso se debe a la estrategia razonable de cubrir a una mayor capa de la población con al menos una dosis.
De seguido, el editorialista sostiene que “aún no vamos a alcanzar para finales de 2021, los niveles de producción de los que el país gozaba a finales de 2019″. De nuevo, falso. Al parecer, su lectura del Informe de Política Monetaria fue incompleta. En este informe, presentado el pasado 1° de noviembre, se deja claro que la actividad económica en Costa Rica ya superó el nivel prepandemia desde el tercer trimestre del 2021. Esta rápida recuperación refleja, entre otras cosas, la flexibilización de las medidas de restricción sanitaria, así como el impacto de las respuestas de política del BCCR y de las autoridades financieras para promover mejores condiciones crediticias.
Después de haber caído un 3,4% el año pasado, el Banco Central proyecta que la demanda interna de Costa Rica crecería este año un 4,4%. Es decir, más que se recupera. El editorialista considera que ese es un crecimiento “bajo”, y sostiene que eso “muestra la poca efectividad que la política monetaria laxa del Banco Central ha tenido sobre la actividad económica”. Otra desafortunada afirmación sin fundamento lógico o empírico. Aún si se aceptara la extraña premisa de que el crecimiento de la demanda local es bajo, ¿demuestra eso que la política monetaria expansiva no ha tenido un efecto contracíclico que contrarresta los estragos de la crisis por la pandemia? ¿Cuál es el modelo económico o el estudio empírico que, en sustento de la posición del editorial, concluya que tasas de interés más altas y la ausencia de otros estímulos monetarios hubieran resultado en un mayor crecimiento del crédito y de la economía en el contexto actual de la pandemia?
La política monetaria expansiva, que se ha reflejado en bajas tasas de interés en colones, produce un alivio inmediato en el flujo de caja de los hogares y las empresas con créditos a tasa variable. Además, estimula la toma de nuevos créditos. En efecto, desde hace un año, el crédito en colones se ha venido acelerando. Por su parte, la facilidad crediticia temporal del BCCR permitió que 26.610 deudores (entre hogares y empresas) mejoraran su situación financiera. Todo ello fortalece el consumo y la inversión, y mitiga la fuerza contractiva por la pandemia.
Sin estas políticas, apoyadas por una flexibilización de la normativa prudencial por parte de las autoridades de supervisión y regulación financiera, se hubiera deteriorado aún más la situación de empleo y morosidad, y se hubiese debilitado la capacidad del sistema financiero para apoyar a la economía. El dinamismo en el crédito al sector privado no ha de juzgarse únicamente por los cambios en los saldos, sino también por la combinación de nuevos créditos y la renegociación de préstamos en condiciones más favorables a las existentes antes de la pandemia. Para los deudores existentes y nuevos, esas mejores condiciones financieras han sido esenciales para la reactivación económica.
Finalmente, en Costa Rica el tipo de cambio no es fijo, como contradictoriamente afirma el editorial, en su pobre alusión al concepto de “trinidad imposible”. Tenemos un régimen de flotación administrada, y estamos construyendo los espacios para permitir gradualmente mayores grados de flexibilidad cambiaria.
Precisamente porque el tipo de cambio refleja fuerzas de oferta y demanda en el mercado, el Banco Central ha explicado que las presiones cambiarias recientes obedecen a múltiples factores. No se deben solo o principalmente a las inversiones en activos externos por parte de las operadoras de pensiones complementarias (OPC). Tampoco ha afirmado que se deba constituir un cerco regulatorio para impedir o limitar esas inversiones a las OPC. Por el contrario, hemos sostenido que la diversificación de las carteras de los fondos de pensión es necesaria y bienvenida. Sí creemos, y esto es lo que sostuvimos, que hay espacio para ordenar en el tiempo ese proceso de diversificación hacia afuera de forma que no se presione excesivamente al mercado cambiario y se generen movimientos abruptos en el tipo de cambio. Además, es fundamental generar opciones e incentivos para que los fondos de pensión puedan canalizar sus recursos hacia proyectos de inversión en el país que potencien el crecimiento de nuestra economía, por ejemplo en infraestructura. Para todo esto es esencial tener una perspectiva macroeconómica global, no sectorial. La estabilidad macroeconómica y el crecimiento benefician a todos los costarricenses, incluidos los fondos de pensión.