Frente a la coyuntura de la crisis climática y una crisis de desarrollo, Costa Rica vuelve a mostrar que las soluciones innovadoras son posibles. El I Canje de Deuda por Naturaleza, mecanismo que transforma compromisos financieros en oportunidades para la conservación y el desarrollo, es una de esas apuestas inteligentes que refuerza nuestro liderazgo ambiental y abre caminos hacia un modelo económico más justo y sostenible.
Este instrumento no es nuevo: los primeros canjes de deuda por naturaleza surgieron en la década de los ochenta, cuando países altamente endeudados encontraron en la conservación una vía para reducir sus pasivos externos. En el caso de Costa Rica, el primer canje se firmó el 13 de setiembre de 2007 y desde entonces, se ha consolidado como un ejemplo mundial de cómo convertir compromisos financieros en inversión productiva de largo plazo.
El proceso parte de una realidad: países como Costa Rica destinan una parte importante de sus recursos al pago de deuda externa, lo que reduce la capacidad de inversión interna. En un canje de deuda por naturaleza, un acreedor (puede ser un gobierno extranjero, un banco o una organización internacional) acepta reducir o reestructurar una parte de esa deuda. A cambio, el país deudor se compromete a invertir el monto liberado en conservación ambiental y desarrollo sostenible.
El I Canje de Deuda por Naturaleza entre Estados Unidos y Costa Rica no solo es un instrumento valioso para reorientar el destino de la deuda externa, sino que posee una característica distintiva: su enfoque integral que articula desarrollo socioeconómico y bienestar ambiental.
A diferencia de otros mecanismos, este canje promueve la conservación fuera de las áreas silvestres protegidas, priorizando la participación activa de las comunidades en territorios con alta importancia ecológica. Su diseño no se limita a impulsar buenas prácticas ambientales, sino que reconoce las realidades sociales y económicas locales, apoyando proyectos que estimulan economías sostenibles y las vinculan con un objetivo común: la conservación de la naturaleza como pilar del desarrollo territorial.
Un caso concreto
El Refugio Lapa Verde, en Sarapiquí, muestra este impacto en la práctica. Con más de 1.825 hectáreas de bosque tropical, Lapa Verde no solo resguarda biodiversidad invaluable y brinda servicios ecosistémicos vitales, sino que también ha permitido que 15 familias de tres comunidades vecinas al área protegida encuentren oportunidades económicas ligadas a la conservación, al haber sido beneficiario en dos ocasiones por el I Canje.
La consolidación de una asociación de mujeres con un proyecto socioproductivo —granja productora de huevos dentro del Refugio Lapa Verde— marcó el primer vínculo sólido y duradero con las comunidades locales. Esta iniciativa, que opera desde hace más de tres años con plena autonomía y sostenibilidad financiera, es un ejemplo de organización comunitaria con impacto económico y social.
A partir de esa experiencia, surgió un nuevo proyecto recién concluido: el Fondo Ecovida, destinado a promover prácticas de ganadería sostenible a pequeña escala. Esta iniciativa ha motivado a las familias participantes a involucrarse también en proyectos de reforestación, protección de humedales, turismo rural y encadenamientos productivos.
En una región donde el desempleo abunda y los servicios son limitados, el Canje de Deuda se ha convertido en un motor para crear alternativas económicas dignas, ligadas a la riqueza natural que distingue a Costa Rica.
Esta orientación no es novedosa en el ámbito global; ya desde 1992, el Convenio sobre la Diversidad Biológica reconocía el papel crucial de las comunidades en la conservación de la biodiversidad y de las áreas silvestre protegidas.
No se pueden sostener procesos de conservación a largo plazo sin la participación de las comunidades y sin tomar en cuenta su contexto social y económico. Los intereses y necesidades en conservación se deben articular con los intereses y necesidades locales de quienes habitan los territorios que compartimos.
Motor económico
Según datos de la organización ejecutora, el monto total del I Canje supera los $26 millones, lo que se traduce en el mismo monto de la deuda externa de Costa Rica que se habrá invertido en los objetivos del acuerdo.

Más allá de un caso puntual, el I Canje de Deuda por Naturaleza tiene beneficios tangibles para la economía nacional, ya que alivia la presión fiscal, canaliza inversión interna mediante fondos que aseguran recursos estables para proyectos ambientales, y fomenta empleos verdes y emprendimientos sostenibles, con impactos directos en comunidades rurales.
Además, logra diversificar la economía al vincular conservación con turismo, bioeconomía y servicios ambientales y fortalece la imagen-país, mejorando la capacidad de atraer inversión extranjera directa e inversión verde.
Nuestro país debe profundizar en estos mecanismos. El éxito de proyectos como los ejecutados por Refugio Lapa Verde nos recuerdan que los canjes de deuda por naturaleza no son simples herramientas financieras, sino verdaderas palancas para el desarrollo económico con visión de futuro.
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El autor es el coordinador del Fondo EcoVida.