El diputado Ottón Solís ha presentado a varios partidos políticos la propuesta de un pacto que les permita –más allá de la lucha democrática por el poder– gobernar juntos en función de lograr que el país, como lo hiciera en el pasado, crezca vigorosamente en términos económicos, sociales y de sostenibilidad.
Habrá que ver qué tipo de acogida recibe su propuesta, pero toda la ciudadanía debería respaldarla para lograr que después de 20 años de creciente ingobernabilidad, volvamos a ser la nación que se adelantaba a su tiempo en progreso social, producción, tecnología y ambiente.
En 1843, una alianza público-privada propició la construcción del primer puerto en el Pacífico. La constitución liberal de 1871 separó el gobierno en tres poderes independientes, abolió la pena de muerte y estableció las bases para nuestro compromiso de siempre con la educación.
Fuimos la segunda capital del mundo en tener electrificación pública y en 1910 ya contábamos con un ferrocarril interoceánico. Levantamos a rango constitucional las garantías sociales, establecimos las bases de un sociedad solidaria y asociativa y abolimos el ejército en menos de 10 años.
En la era del estatismo creamos organizaciones –ICE, AyA, INA, CNE, IMAS, MCJD y Fodesaf– que consolidaban nuestro modelo social y luego en la era de la globalización cambiamos el marco institucional –Cinde, Procomer, Comex, Micitt y Minae– para adaptarnos a los nuevos retos.
El país necesita cambiar, atreverse a retar las convenciones, avanzar en función de tendencias y oportunidades, en vez de aferrarse a avanzar al ritmo que le imponen quienes en los sectores público y productivo se sienten amenazados por las tendencias de cambio.
Ojalá se logre un gobierno nacional que, enfocado en el bienestar de las grandes mayorías, logre acuerdos que, además de cambiar las condiciones de nuestro desarrollo, ayuden a reconstruir la confianza que hemos perdido unos en otros y todos en nuestro sector político.