Más allá de definiciones ideológicas esencialistas, toda campaña electoral busca acercarse al elector medio, aproximarse a lo que Tocqueville llamaba pasiones generales y dominantes.
Estas pasiones varían. En el 2010 el gran tema fue la inseguridad, surgido de un frenesí punitivista.
Hoy, la gran pasión pareciera ser la lucha contra la corrupción y el continuismo, con temas adicionales como el desempleo, la infraestructura, los aumentos en los servicios públicos, la bioética y la seguridad social.
Todos pueden ser referidos, de una u otra manera, a las acciones de las dos últimas administraciones. El esfuerzo de los partidos de oposición tenderá a mostrar cómo están vinculadas a la mala gestión del Gobierno.
El perfil bajo de la campaña de Araya pareciera ser una buena estrategia por el momento, pero persistir en ella conlleva graves riesgos, pues fuego nutrido desde varias posiciones amenaza sus enclaves avanzados. Resulta estéril y contraproducente la separación con el Gobierno en una sociedad donde las comunicaciones establecen fácilmente la vinculación.
Araya deberá mostrar que es la opción de la estabilidad frente a una eventual incertidumbre que podría provocar el cambio. Para ello debe moverse hacia las inquietudes que experimenta el electorado y dar respuestas concretas.
Guevara le ha tomado la delantera al ofrecer una cifra concreta para el aumento del empleo, aunque ambos deberán demostrar cómo lo harán, so pena de incentivar aún más la desconfianza del electorado.
La bandera del PAC, la lucha anticorrupción, puede rendir frutos, pero debería acompañarse de una formulación positiva del partido y del candidato, para mostrar que también tienen respuestas, so riesgo de disminuir el apoyo al PLN sin aumentar el propio, en beneficio de los otros partidos.
Quien logre esta identificación con los sentimientos del elector medio estará cerca de la victoria o de la segunda ronda.