El 1° de mayo perdió el PAC, pues mostró su profunda fragmentación. Perdieron en particular Henry Mora y Víctor Morales Z., quienes hasta entonces manejaban nombramientos y agenda a su antojo.
Perdió el Frente Amplio (FA) pues se distanció del PAC, hasta entonces su aliado, y fue ignorado por la otras fuerzas en contienda, excluyéndolos de la coalición que tomó el control de la elección del directorio. El FA se presentó oportunista ante el PAC y fue visto como condicionante y extremista por los demás.
Ganó el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC) que, al igual que en las elecciones de alcaldías, mostró tener mejor organización y convocatoria que otras fuerzas políticas, pese a su reciente fraccionamiento. Y ganaron los partidos minoritarios –particularmente los cristianos– que se metieron en el acuerdo de coalición temas de fondo en que llevaban las de perder en un proceso abierto.
El Partido Liberación Nacional ni ganó ni perdió. Tuvo que entregar mucho en su afán de volver a ser la primera fuerza electoral del país y en esto se mostró débil, aunque definitivamente debilitó al PAC más de lo que se afectó a sí mismo. Salió “tablas.”
Y quizás perdió la gobernabilidad al quedar el Poder Ejecutivo sin capacidad de controlar los nombramientos en comisiones y el manejo de la agenda legislativa.
Pero tal vez no.
Si el PUSC realmente quiere fortalecerse frente al electorado, tiene la oportunidad de asumir la presidencia legislativa con la intención de negociar una agenda de prioridades comunes con el Gobierno que le permita cogobernar y ganar crédito por un segundo año de gobierno mucho más eficaz y eficiente en términos legislativos.
Entre nuestras fuerzas políticas de centro –PAC, PLN y PUSC– no hay grandes distancias ideológicas, lo que debe facilitar identificar esas prioridades comunes.
El buen gobierno es ahora una responsabilidad compartida. Ya no depende solo del PAC.