El Banco Central piensa que 20 años no es nada y por esa razón ha esperado tanto tiempo para cambiar la metodología y la base de las estimaciones de las cuentas nacionales, a pesar de los grandes cambios que ha experimentado la economía costarricense.
La política económica del país ha navegado durante los últimos años con un instrumento totalmente desactualizado. El Producto Interno Bruto (PIB) se ha venido estimando con una base situada en 1991. No fue sino hasta la semana pasada que el Central anunció el establecimiento de nuevas cuentas nacionales ancladas en el año 2012.
En buena hora se presentó la nueva metodología. Sin embargo, esta institución no merece ningún aplauso. Por el contrario, hay que reclamarle a su junta directiva y a los funcionarios la tardanza en hacerlo y pedirle las explicaciones correspondientes. Un buen estándar obligaría a realizar el cambio metodológico cada cinco años o cuando mucho cada diez años.
Nuestro reclamo no va solo hacia el Banco, sino también hacia todo el sistema de estadística nacional que según la ley tiene como “ente técnico rector” al Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC). La estimación de las cuentas nacionales las realiza el Banco Central, pero con insumos producidos por diferentes entidades, especialmente por el INEC.
El Central reporta que el PIB medido con la nueva metodología es mayor en un 2,6 % con respecto a la vieja medición que usa la base del 1991. A primera vista parece que la “diferencia” de medición es pequeña. Sin embargo, esta “diferencia” es el resultado de la compensación de errores de diferentes signos y magnitudes en los componentes del cálculo. Por ejemplo, la nueva estimación revisa a la “baja” el valor agregado en servicios financieros y seguros en un 25 % y otros servicios no financieros en un 20 %. Al “alza” se revisan las actividades inmobiliarias en un 227 % y el sector de electricidad y agua en un 20 %.
De lo anterior se concluyen dos cosas. Primero, la medición del PIB total en los últimos años de la serie basada en 1991 es “más o menos” confiable por la compensación de los diferentes errores, no por la calidad de las estimaciones. Segundo, hay ciertos componentes del PIB que tienen estimaciones de pésima calidad. Al respecto, el Banco Central debería advertir a los usuarios de estas estadísticas de los problemas existentes en las mediciones.
Con respecto al futuro esperaríamos que el sistema nacional de estadísticas y el Banco Central se comprometieran en varios aspectos.
Primero, debería existir un compromiso público de cada cuánto tiempo se cambiará la base de las cuentas nacionales y una distribución de las responsabilidades de las entidades que deben contribuir al cumplimiento del compromiso. Esto evitaría que transcurran más de 20 años sin cambiar la base o en caso contrario, se conocerían las razones y los responsables.
Segundo, las entidades productoras deberían tener mecanismos que velen por la calidad de la producción estadística. Debe existir una función “auditora” de la calidad de los datos. Esta función debe ser independiente de la producción de estadísticas para lograr un control efectivo. Así como existe una auditoría interna en el Central para evitar la publicación de estados financieros falsos, también debería existir lo equivalente para evitar cuentas nacionales de mala calidad.
Tercero, deberíamos conocer en forma anual cuánto gasta el país en la producción de estadísticas. Esto permitiría conocer la cantidad de recursos que se están utilizando y tener indicadores de calidad y productividad.
En conclusión, las autoridades deberían poner mayor atención a la calidad de las estadísticas nacionales, en esta materia mantener una misma metodología por más de 20 años es un descuido monumental en medio de tanto cambio tecnológico, económico y social. Estamos seguros, como dice el tango de Gardel, que las autoridades en el campo económico han vagado errantes en las sombras y apenas habrán visto el parpadeo de las luces a lo lejos.