La segunda ronda electoral llegó para quedarse. La definición para la presidencia de la República seguirá realizándose un mes después del primer domingo de febrero, según una reforma aprobada recientemente.
Ante este nuevo proceso, es necesario constatar que nuestro sistema presidencialista no propicia una cultura de acuerdos formales y de atribución de áreas de gobierno entre partidos, porque hemos estado limitados a la perspectiva de una sola ronda y a un pasado donde la concordancia entre el gane en la presidencial y mayorías legislativas se produjo a menudo.
El electorerismo ha hecho pensar que este tipo de alianzas llevaría a que las identidades partidarias se desdibujaran y a que en elecciones futuras el electorado pasara la factura de colaboracionistas a quienes aceptaran programas comunes de gobierno o posiciones en el Ejecutivo.
En los sistemas parlamentarios este tipo de soluciones son moneda corriente y nadie se extraña de ellas, arguyendo que se trata de repartición del botín político.
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El multipartidismo imperante pareciera abrir el espacio para que entremos por esta puerta que facilita la gobernabilidad.
Es evidente que se avecina un período de formación de coaliciones electorales; sin embargo, el contenido de estas no está claro todavía.
Lo ideal sería que los acuerdos se plasmaran por escrito y se hagan visibles, lo que garantiza mayores posibilidades de cumplimiento.
Ya han empezado algunos tímidos acercamientos entre los ganadores y partidos que quedaron fuera de la próxima ronda, alguno ofrece ya un gabinete multipartidista.
Defensiva versus ofensiva
En términos estratégicos el Partido Acción Ciudadana (PAC) está a la defensiva, debe justificar la obra de su gobierno; Restauración Nacional (RN) estaría a la ofensiva si se muestra como alternativa a un gobierno percibido negativamente por un sector importante del electorado.
El nuevo proceso electoral engendra interrogantes importantes: ¿Los dos ganadores de la primera ronda lograrán la adhesión de los partidos perdedores? ¿Cuál sería el aglutinante de estos acuerdos? ¿Serán ofertas verbales de posiciones o firmarán un acuerdo formal donde se comprometen a acciones concretas y a otorgar posiciones al partido que los apoye?
Por el momento, el posible acercamiento entre el Partido Liberación Nacional (PLN) y RN pareciera augurar una sólida mayoría legislativa (31 votos), capaz de hacer hacer avanzar muchos proyectos de ley.
Sin embargo, el contenido de esta negociación está todavía por verse y Alvarez ha dicho que podría dejar en libertad a sus electores en esta nueva etapa.
Igualmente, hay que esperar a ver cuáles puntos de acuerdo pueden encontrar ambas partes en lo referente a temas de política social como la eventual creación de un Instituto de la Familia y la posible desaparición del Inamu.
En temas de comercio exterior el anuncio de Mónica Araya, expresidenta de Cadexco, como posible próxima jerarca de esa cartera, pareciera también facilitar este entendimiento.
Sin embargo, la ruta de los acuerdos de política pública no se ha visto y por el momento los rumores limitan el entendimiento a nombramientos de ciertos economistas del PLN.
El antecedente cercano del apoyo del PLN a un presidente legislativo, proveniente de un partido evangélico, podría facilitar este entendimiento.
Unidad y flexibilidad
El acercamiento de RN con el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC) es viable desde el tema de la familia, pero también desde la perspectiva de la política económica, donde la posición promercado de este difiere con orientaciones más estatistas del oficialismo. Sin embargo, Piza ha anunciado que iniciará conversaciones con ambos contendientes.
La propuesta del partido de gobierno se centraría también en la incorporación de figuras provenientes de otros partidos, aunque no se observan acuerdos formales sobre un programa común.
El tema del matrimonio igualitario alejaría al PAC del entendimiento con el PLN, el Partido Republicano Socialcristiano (PRS) o el PUSC, pues en el curso de la campaña anterior quedó claro que las diferencias son agudas.
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El abandono de estas posiciones alejaría al PAC del núcleo duro de sus seguidores y de lo que su candidato ha llamado los principios fuertes. Empero, este partido tiene abierta una puerta, sin abandonar sus principios, para la formación de una coalición: iniciar una narrativa diferente, introduciendo temas como la educación o los problemas de la seguridad social, podría facilitarle la ampliación de sus votos en sectores como los educadores o trabajadores de instituciones como la CCSS o el ICE.
La presencia de un vicepresidente sindicalista facilitaría estos acercamientos, aunque lo alejaría de los partidos tradicionales y sus respectivas bases electorales.
El reciente encuentro de Ottón Solís y Carlos Alvarado con Juan Diego Castro revela el interés del oficialismo por los 193.000 votos del Partido Integración Nacional (PIN).
Es importante que en este contexto el tema de la unidad nacional sea una guía, pues esto llevará a las partes a ser flexibles en las necesarias concesiones que deberán hacer para llegar a entendimientos.
No obstante, es necesario constatar que unidad no es sinónimo de unanimidad y que el problema fundamental es construir una mayoría que haga posible el avance en temas sustantivos como política energética, reforma fiscal, reforma política, pensiones, infraestructura y modernización del sistema educativo.
Realismo político y transparencia deben ser el norte en este momento.