Las políticas erráticas anunciadas por el gobierno de Donald Trump en torno a los aranceles sobre las importaciones estadounidenses han sumido al mundo en un ambiente de incertidumbre que ya empieza a dejar huellas sobre la economía de ese país y del resto del mundo.
Independientemente de la retórica utilizada, la ciencia económica es contundente al señalar que las restricciones indiscriminadas al comercio internacional, como las anunciadas por Trump, tienen un efecto sobre el crecimiento económico, el poder adquisitivo de los consumidores y la generación de empleo. Algunos de estos efectos ya se empiezan a sentir en los Estados Unidos, pues el PIB trimestral ya registró su primera contracción en los últimos tres años.
Del mismo modo, la evidencia empírica internacional es clara en mostrar que los precios de los productos afectados por los aranceles suben solamente en el país que imponen las restricciones al comercio. O sea, los consumidores estadounidenses serán quienes tendrán que pagar un mayor precio por los productos importados, aparte de los efectos sobre los artículos producidos dentro de su economía a causa de la disrupción en las cadenas de suministros, lo cual encarece los procesos productivos.
Este incremento en precios, aunque se reflejará temporalmente en un mayor nivel de inflación, pues es un shock de una sola vez, sí afectará de manera permanente el poder adquisitivo de las familias, lo cual conduce a un menor consumo.
Además, el aumento temporal en la inflación retrasará una eventual reducción en la tasa de interés de referencia de la Reserva Federal de los Estados Unidos, hasta que los niveles de precios regresen al rango meta de la Fed y con ello la producción perdería fuerza.
¿Cómo afecta esto a Costa Rica? Como punto de partida hay que considerar la situación actual del país, con un sector exportador ligado a regímenes especiales que tienen un buen dinamismo, que representa cerca del 15% de la producción nacional, y que ha venido guiando el crecimiento económico.
A pesar de ello, el dinamismo de este sector ha venido cayendo, lo cual se suma a la pérdida de competitividad que el país ha experimentado en la atracción de turistas debido, entre otras causas, a una política monetaria que favorece la apreciación cambiaria y a la crisis de inseguridad ciudadana que sufre la ciudadanía.
Además, la dualidad de la producción costarricense sufre de una economía local endeble. Por ejemplo, en el último año, a febrero 2025, mientras que la producción de las empresas con regímenes especiales creció 12,2 %, las empresas del régimen definitivo solo lo hicieron en 2,3%. La presiones arancelarias podrían profundizar esa desigualdad, afectando más a las empresas del régimen definitivo que representan alrededor del 85% de la producción nacional.
Lo anterior quiere decir que, aunque nunca es un buen momento para vivir una guerra comercial, el país está mal preparado para enfrentarla y el hecho de que dependamos fuertemente de la economía estadounidense nos hace más vulnerables a los caprichos políticos de ese país.
Al igual que en los años 80, existieron preocupaciones en torno a la poca diversificación de las exportaciones costarricenses, la cuales se concentraban en un manojo de productos, hoy también deberíamos preocuparnos por promover políticas que diversifiquen los mercados en los que vendemos nuestros bienes y servicios.
En este sentido, al correlacionarse la producción de Costa Rica con la de Estados Unidos, es esperable que los efectos de los aranceles afecten la atracción de inversión extranjera directa, la demanda por nuestros productos y servicios y, con mayor severidad, la llegada de turistas estadounidenses, quienes representan 59% del total de visitantes que recibimos el año pasado.
Aun no existe claridad si el principal producto de exportación costarricense, insumos médicos, que comprendieron 42% del total exportado, estará afectado por los aranceles de Trump. Sin embargo, ello no toma en cuenta la incertidumbre que ronda en el ambiente, lo cual afecta los planes de inversión de las empresas, ni la caída en la demanda a causa de un menor crecimiento económico o, incluso, una recesión mundial.
Además, preocupa el hecho de que se está desarrollando una antipatía en los países desarrollados por los productos fabricados por empresas de los Estados Unidos, lo cual magnifica nuestros riesgos.
En síntesis, es iluso pensar, primero, que las restricciones al comercio de los Estados Unidos no afectarán de forma sensible el dinamismo de ese país. Segundo, que, a pesar de que existan efectos, ello no tendrá afectaciones importantes sobre nuestra economía.
De forma preliminar, los organismos internacionales ya han alertado que el crecimiento económico en Costa Rica se reducirá en al menos 0,5% anual. Es un buen momento para repensar las políticas de atracción de inversiones y blindar al país de este tipo de escenarios adversos.
