Es posible que la gente no siempre comprenda el rol de los gerentes.
Gerenciar implica una variedad de habilidades y obligaciones que no podemos abordar aquí. Me referiré a algunos aspectos por ahora. Nuestro maestro Alberto Leer (QEPD) nos recordaba que el gerente es un ser bastante solo. Conforme se asciende en la cadena de mando, el circulo se cierra, muchos amigos quedan atrás, y cuando se requieren decisiones complejas, el gerente no tiene más que sus conocimientos y su sano juicio.
El gerente desde luego se podría dedicar a pegar gritos, repartir órdenes y buscar culpables. Eso no es tan difícil, cualquier gerente lo hace. Basta que le otorguen el poder suficiente y se asegure el miedo de los subalternos.
Dar el ejemplo, escuchar, meditar lo que va a decir, distinguir las batallas que merecen ser libradas, tener visión de futuro, consolidar equipo y aliados, recordar siempre de dónde viene su poder, aceptar que todo lo que salga mal en la organización, al final de cuentas, es su responsabilidad. Eso sí nos muestra a un Gerente.
Al buen gerente no lo hacen los títulos, ni las empresas en que estuvo o la vestimenta. El buen Gerente no siempre es el alma de la fiesta, con los mejores chistes y notoria presencia. Más bien puede ser un poco lejano. Pero su gente le respeta, le sigue, le apoya con sana crítica, y quizás hasta le admire su valor ante la adversidad.
Por eso un profesor decía que de seguro la decisión más importante que deben tomar las empresas es la elección de su gerente. Demanda sumo cuidado. El verbo ofensivo, la idea temeraria, la actitud altanera, puede ser que vendan expectativas, pero no garantizan resultados. La experiencia de muchas empresas es que ahí está la diferencia para el éxito duradero.