Una campaña electoral agitada y divisiva, un gobierno saliente irresponsable, un Gobierno entrante débil, una Asamblea Legislativa fragmentada, una situación fiscal apremiante, la corrupción del cementazo y un panorama judicial convulso han causado turbulencias en el panorama nacional.
Las aguas encrespadas han provocado incertidumbre sobre el futuro, inquietudes importantes en el ánimo de los ciudadanos y profunda ansiedad en el presente, sobre el trámite de la reforma fiscal en la Asamblea Legislativa.
Intensas emociones políticas se han enseñoreado del ambiente, produciendo desasosiego e intranquilidad, y las repetidas noticias sobre las grandes dimensiones del cráter fiscal han producido zozobra y angustia que se añaden al ambiente de preocupaciones de los costarricenses por la estabilidad económica del país y de sus familias.
El Gobierno, a pesar de sus buenas intenciones, está siendo evaluado negativamente por la ciudadanía, según lo revelan las últimas encuestas, y ello restringe sus márgenes de maniobra.
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La espera por el resultado del proyecto de reforma a las finanzas públicas y los anuncios sindicales de huelgas indefinidas, intranquilizan a los ciudadanos.
Los dirigentes sindicales juegan con fuego por la intransigencia de sus demandas e irrespetan el principio de la división de poderes cuando exigen la retirada de proyectos de la corriente legislativa. Dirigentes sindicales que dicen representar a la nación, cuando llegan a sus puestos aupados por unos cientos de votos, se perpetúan en sus puestos por décadas ,sin pasar por el filtro de elecciones transparentes.
La actividad sindical es necesaria en una democracia madura, pero el sindicalismo irresponsable, que no piensa en las consecuencias de su acción, sino únicamente en sus privilegios de ‘nomenklatura’ burocrática, puede dañar nuestra democracia, fundada en la representatividad real y en el esfuerzo continuo por reformas sociales ascendentes y graduales, alejadas de las prebendas de los pensionados de lujo.
Sin embargo, las condiciones del presente no deberían sumirnos en el pesimismo, ni en la desesperación. No hemos caído en el abismo y el apocalipsis no se encuentra a la vuelta de la esquina, hay razones para preocuparse, pero no estamos ante un huracán, sino frente una tormenta tropical , típica de la estación lluviosa.
El trámite de la reforma fiscal en la Asamblea Legislativa ha sido difícil, pero la convergencia del PLN, PUSC y PAC ha hecho avanzar el proyecto 20580. Obviamente las expectativas iniciales se han visto reducidas y el proceso de reformas fiscales deberá continuar una vez logrado un umbral de acuerdos con diversos grupos.
Cabeza fría
Hay congojas y zozobras, pero la vía costarricense de reformas parciales y graduales se configura de nuevo, anunciando una trayectoria zarandeada, pero no hemos cruzado las puertas del infierno.
Frente a las sacudidas que nos propina la impericia y negligencia fiscal del anterior gobierno es necesario que enfrentemos la situación con calma y mesura, con la cabeza fría, mal hacen las voces agoreras que anuncian males y desdichas descomunales sin fundamento racional alguno.
Lo repetimos, la situación fiscal es preocupante, pero no podemos olvidar el resto de los problemas del país en materias como la inseguridad, reactivación de una economía desacelerada, educación dual, la oleada migratoria que se avecina y las políticas adecuadas para enfrentar la delicada situación política en la región centroamericana, particularmente en Nicaragua.
El enfoque fiscalista monotemático borra de la agenda pública problemas fundamentales para nuestra paz social, como la desigualdad. También posterga la discusión y acción en el terreno de la infraestructura pública; desafíos todos que demandan el sosiego de nuestros espíritus para emprender el análisis y proponer recomendaciones de rutas de acción viables para resolverlos.
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El histerismo y la excitación solo producen turbaciones que no contribuyen a la superación de los obstáculos que se nos presentan en el camino. La costumbre de buscar culpables para todo es dañina, un país no puede transitar por la ruta del lanzamiento continuo de culpas, otra cosa es sentar responsabilidades y rendir cuentas, como deberá hacerlo pronto el expresidente Solís Rivera por el irresponsable manejo de la política fiscal. Buscar culpables en el actual gobierno es estéril pues los irresponsables son otros.
El Presidente actual ha emprendido un proceso de reforma con seriedad e inclusive en abierta confrontación con los sectores más radicales de su propio partido, la pesada herencia de la administración anterior gravita sobre sus esfuerzos por encontrarle solución al problema de las finanzas públicas. La aprobación de este primer proyecto de reformas fiscales deberá ser continuada con cruciales proyectos sobre el empleo público y otras temáticas, descorazonarse por retrocesos parciales en algunos aspectos de este proyecto sólo servirá para alimentar las almas de los pesimistas que están a la espera del juicio final si no se aprueban sus pretensiones maximalistas.
Las necesarias reformas solo saldrán adelante si se ejecutan con moderación, cordura y prudencia, no son batallas entre enemigos, sino justas cívicas y sensatas en busca del bien del país.
Debemos evitar el facilismo de pasiones desbocadas que simplistamente ven el mundo en blanco y negro, juzgando a personas, ideas, valores o instituciones; en vez de analizar la realidad, buscar verdades parciales y admitir la complejidad de las situaciones. Parafraseando al Eclesiastés, es tiempo de mesura.