Durante los últimos años, la junta directiva del Banco Central de Costa Rica (BCCR) ha adoptado la práctica de intervenir por capricho y se ha distanciado, notablemente, de los criterios técnicos que deberían guiar sus decisiones.
Los caprichos del BCCR no representan simples curiosidades. Están sacrificando la eficiencia del sistema financiero, perjudicando el desarrollo de actividades productivas y destruyendo miles de empleos.
El capricho más grande es la defensa de la banda cambiaria en ¢500 por dólar. Nunca ha sido capaz el BCCR de justificar el porqué de esa defensa.
¿Por qué defiende el tipo de cambio en ¢500 y no en ¢550 o ¢600 colones dólar? La viabilidad económica de cientos de empresas dependen del tipo de cambio y al defender un determinado tipo de cambio, en lugar de otro, la junta directiva del BCCR condena a muerte a muchas empresas. Ese, por supuesto, no es el rol del BCCR.
Para evitar que caiga el tipo de cambio, que se le ocurrió defender, el BCCR abusó de la emisión de colones y, para evitar que se dispare la meta de inflación, que se le antojó determinar, emitió bonos para retirar los excesos de liquidez. Esos bonos, por supuesto, tienen un costo financiero que incrementó las pérdidas del ente emisor y que, para cubrirlas, lanzó más colones a la calle, incrementando, nuevamente, las presiones inflacionarias. Este círculo vicioso de más emisión, más bonos, más pérdidas y más inflación perjudica, de manera especial, a quienes menos tienen.
Como la situación se le complicó, al BCCR se le ocurrió declararle la guerra al dólar, introduciendo distorsiones adicionales para promover la “desdolarización” de la economía. ¿Cómo justifican los directores del BCCR el intervenir para que, artificialmente, se prefiera una moneda (colones) en lugar de otra (dólares)?
Ese tipo de intervención no guarda relación con los objetivos establecidos en la Ley Orgánica del Banco Central . La política monetaria y cambiaria debería ser neutra y los agentes económicos deben contar con libertad para elegir la moneda en que realizan transacciones, guardan sus ahorros o se endeudan.
Impacto a la vista
Las consecuencias del capricho desdolarizador están a la vista. El cerrar la llave al crédito en dólares, como era más que evidente, le pasó rápidamente la factura a las empresas y a los trabajadores. El mismo efecto tendrían la aprobación de la ley para desincentivar el ingreso de capitales y las medidas que pueda adoptar para encarecer artificialmente, dificultar o, incluso, negar el crédito en dólares.
En lugar de enfrentar los problemas que él mismo ha creado, el BCCR insiste en sus caprichos y evita las soluciones definitivas. En el caso del fracasado experimento de bandas, se resiste a actuar con transparencia y a publicar cuáles serían las reglas con las que intervendría si se diera el paso a una flotación administrada. Si no publica las reglas de intervención, como bien señaló un reconocido economista, en un almuerzo en la Academia de Centroamérica, caeríamos en un mundo peor, donde lo que tendríamos no sería una flotación administrada, sino una “flotación arbitraria” y el tipo de cambio continuaría a merced de los caprichos de la junta directiva del BCCR.
Aunque el BCCR revelara las reglas de intervención para una flotación administrada, lo más probable es que insistiría en su capricho de desdolarizar. Es aquí donde vale la pena subrayar el hecho de que, para el caso de Costa Rica, es mucho menos costoso dolarizar que desdolarizar.
La dolarización de la economía permitiría poner fin, de una vez por todas, a los costosos caprichos del BCCR y sus consecuencias sobre el sistema financiero, la producción y el empleo. Con ella, se acabarían la manipulación del tipo de cambio, las restricciones al crédito, las amenazas al ingreso de capitales y las excusas para encarecer y negar créditos en dólares.