Como porcentaje del Producto Interno Bruto, Costa Rica es uno de los países de todo el mundo con mayor presupuesto público para la educación. Sin embargo, en las últimas pruebas del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA), realizadas en el 2022, Costa Rica se ubicó en la posición 57 de 81 países y territorios evaluados. Esta es una caída de 8 puestos con relación a las pruebas del 2018.
En dicha evaluación nos encontramos muy por debajo del promedio de los países que conforman la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Por ejemplo, en las pruebas de matemática Costa Rica obtuvo 385 puntos, mientras que el promedio OCDE fue de 472. En esta prueba, Costa Rica cayó 17 puntos con relación al 2018.

El problema esencial de nuestro sistema educativo radica en su modelo de planificación centralizada, donde el Ministerio de Educación Pública (MEP) toma todas las decisiones: años de estudio, materias que deben cubrirse, contenido de las materias, metodologías de enseñanza y aprobación de profesores. El problema es que toda nuestra educación está en manos de burócratas.
Este modelo centralizado ofrece una única “camisa de la misma talla y color” para todos los estudiantes, sin importar sus diferentes vocaciones, capacidades e intereses. Todos reciben las mismas materias y contenidos, y deben cumplir con seis años de escuela y cinco de colegio. Un sistema igual para todos incentiva la mediocridad, ya que para que la mayoría apruebe, el nivel educativo debe ajustarse al de los estudiantes menos destacados.
No podemos dejar en manos de burócratas algo tan valioso como la educación. Necesitamos replantear el sistema educativo de uno centralizado a uno donde sea la libertad de escogencia la que destaque.
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Valga decir que en Costa Rica no tenemos educación privada, dado que estas instituciones deben seguir las directrices del MEP en cuanto a años de estudio, contenido, metodologías y profesores autorizados.
Es crucial prestar atención al modelo educativo sueco para diseñar una reforma.
El modelo sueco se inspira en la propuesta hecha en 1955 por Milton Friedman, galardonado con el Premio Nobel en Economía. En su ensayo The Role of Government in Education, Friedman propone que el presupuesto del ministerio de Educación se entregue a los padres en forma de bonos canjeables en cualquier centro educativo, sea público o privado. En Costa Rica, el bono para un estudiante de colegio equivaldría a unos ₡2 millones por año.
Los centros educativos públicos tendrían independencia administrativa y dejarían de recibir dinero directamente del gobierno. Su única fuente de ingreso serían los bonos de los estudiantes matriculados. Un centro educativo público sin matrícula no tendría ingresos y no podría pagar salarios ni otros gastos. Sin embargo, los centros que ofrezcan mejor calidad atraerán más estudiantes y, por ende, más ingresos. Con independencia administrativa, cada centro podrá contratar a los mejores profesores y pagarles más.
El objetivo de los bonos educativos es introducir competencia, garantizando la calidad en la educación. La historia nos ha enseñado que solo la competencia asegura calidad en bienes y servicios. La calidad no se decreta, y nunca vendrá de la burocracia.
Con el sistema de cupones, son los estudiantes (o sus padres), y no el MEP, quienes deciden dónde y cómo invertir los recursos públicos en educación. Además, la reforma debe eliminar la imposición del MEP sobre años de estudio, materias a estudiar y su contenido. Cada centro educativo determinará su oferta, permitiendo a los padres elegir el mejor sistema educativo para sus hijos.
Cada centro educativo decidirá el contenido y metodología de enseñanza. Por ejemplo, un centro que quiera enseñar ideología de género podrá hacerlo, pero si su oferta no es atractiva para los padres, no recibirá matrícula.
Es fundamental que el gobierno financie la educación de estudiantes de escasos recursos, pero sin imponer años de estudio, materias, contenidos, metodologías o criterios para seleccionar profesores. Necesitamos libertad de elección y romper con el esquema de planificación centralizada.
Friedrich Hayek, premio Nobel de Economía, sostenía que la educación es tan crucial para el desarrollo de una sociedad que, precisamente por ello, es donde menos debe haber control burocrático y donde más debe imperar la libre competencia y la iniciativa privada para garantizar su calidad, innovación y mayor acceso a la población.
Desde la caída del muro de Berlín en 1989, quedó demostrado que la planificación centralizada no fomenta la calidad en la producción de bienes y servicios, incluida la educación. Persistir en la idea de que asignar más recursos a la burocracia garantiza una mejor educación ha sido un error. También es un error creer que la solución está en reformar al MEP o al Consejo Superior de Educación. Los burócratas, lejos de ser seres altruistas dedicados al bien común, son personas que naturalmente velan por sus propios intereses. Los burócratas tampoco son omniscientes y nunca sabrán más que un mercado libre donde interactúan cientos de miles de personas simultáneamente.
Como sociedad, hemos cometido el grave error de subestimar los beneficios que la libre competencia aporta al desarrollo económico y social, incluyendo el ámbito educativo. Si realmente deseamos mejor la calidad de la educación, debemos reducir y limitar la intervención burocrática y abrir paso a la competencia. Solo así lograremos elevar la calidad educativa y brindar mejores oportunidades a las futuras generaciones.