
No hay actividad que Olga disfrute más que ir a comprar zapatos. Es feliz invirtiendo horas de horas probándose y adquiriendo alguno o varios de estos productos: botas, botines, suecos, sandalias, mocasines, zapatillas con tacón de agujas y calzado bajo.
Es raro el día de pago en que no se vaya de "shopping" —como dice ella— a algún mall o centro comercial en busca de modelos Oxford, Jellies, Monks, Pump y D'Orsay, entre otros.
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En este sentido, el 2010 no fue un excelente año para esta ingeniera industrial de 37 años debido a que la debilidad que padeció la economía no le permitió renovar su colección de zapatos con las cantidades que hubiera deseado. Tampoco pudo disfrutar de la habitual semana de vacaciones en el Pacífico costarricense, pues el dinero que había ahorrado con ese fin lo invirtió en un tratamiento médico inesperado.
Sin embargo, al año siguiente dejó un poco más de dinero en las cajas registradoras de las zapaterías gracias al mejor —aunque modesto— crecimiento de la economía. Además, regresó al gimnasio, y pagó a pintar las verjas de la casa y cambiar las canoas; eso sí, redujo el número de visitas a sus restaurantes predilectos.
El 2012 fue un año sin pena ni gloria. Cierto, hubo estabilidad económica pero el tímido crecimiento económico atentó contra el optimismo y la confianza de los hogares. El pesimismo ganó la partida. En efecto, menos zapatos para Olga, quien echó mano a los buenos precios que halló en línea; el comercio digital le permitió darse el gusto de comprar las botas estilo wellington y los loafer que la sedujeron. Los ingresos no fueron suficientes para cambiar de carro, comprar todos los vestidos que quería ni mantener en su cava la calidad que siempre la había distinguido.
¿Qué pasó en el 2013? Apenas siete pares de zapatos en el primer semestre, pero las mejorías económicas experimentadas en los últimos seis meses del año sumó otros quince pares, muy admirados y piropeados por sus amigas y sus compañeras de trabajo. De octubre a diciembre se dio varios gustos en sus compras en el supermercado y adquirió la colección de libros de Marcel Proust que siempre había soñado.
El dinero que economizó gracias a los bajos precios del petróleo en el 2014 fue gastado por Olga en una inimaginable cantidad de botas de todos los estilos, tamaños y colores. Esta vez no hubo quincena en la que se abstuviera de ir a las tiendas de calzado. Los zapatos no cabían en su habitación. Asimismo, viajó a Perú, cambió el refrigerador y estrenó juego de sala.
Al año siguiente esta ingeniera industrial no pudo satisfacer todos sus antojos de cuero debido a que la producción creció a un ritmo débil. No solo eso, también se abstuvo de estrenar computadora, reloj, vajiilla, teléfono celular y fue menos al cine y el teatro.
El déficit fiscal, el débil crecimiento económico y la sensación de que el país está estancado y no tiene un norte claro, hicieron que Olga moderara sus gastos en este 2016. No es que no haya estrenado zapatos, pero ha comprado mucho menos y evita visitar zapaterías para evitar tentaciones. Además, reorganizó sus finanzas y eliminó dos de sus tarjetas de crédito en aras de estar lo mejor preparada posible para lo que pueda venir.
Pregunta obligada: ¿qué puede esperar Olga del próximo año? ¿Cuántos pares de zapatos se comprará en el 2017?
Vale la pena escuchar las respuestas que darán a estas y otras preguntas los expertos que participarán en el evento "El consumo en el 2017", que realizará El Financiero el próximo 18 de octubre en el Auditorio Nacional. Olga y usted pueden adquirir las entradas en www.boleteria.cr y obtener más información en www.elfinancierocr.com/consumo2017 .