¿Quién es el tío Vinell? Se trata del canadiense Vinell Long, un banquero canadiense con aires de financista londinense, quien se trasladó a Costa Rica en la primera mitad del siglo pasado junto con su esposa Ernestine, compró una finca y se dedicó a producir café.
Cuando la ocasión así lo ameritaba, vestía un traje de tres piezas sin una sola arruga, reloj de leontina cruzado sobre un vientre que tenía a la grasa y el peso bajo absoluto control, y lucía anteojos con aros de metal, bigote negro recortado con esmero y un elegante paraguas negro para protegerse de los aguaceros de este país lluvioso.
Era tío de Henrietta Boggs, la primera esposa de José Figueres Ferrer, don Pepe, y fue quien la recibió a ella en puerto Limón cuando desembarcó allí —proveniente de Alabama— a principios de los años 40 con la idea de pasar unas vacaciones en una nación que se promocionaba en los Estados Unidos como la "Tierra de la eterna primavera".
Luego de recoger a su sobrina, una veinteañera, aprovechó el viaje de ocho horas en tren hasta San José para darle una especie de curso de inducción sobre Costa Rica: bananales, tamales, caña de azúcar, y el temperamento tranquilo de los costarricenses y su hábito de burlarse de los militares.
Fue también quien enseñó a Henrietta, autora del libro "Casada con una leyenda" (sobre su vida con quien llegó a presidir esta nación en tres períodos y con quien tuvo dos hijos: Martí y Muni) a montar a caballo y conocer detalles del campo, como las imágenes del Corazón de Jesús y los pies descalzos de los agricultores.
Pero lo que más me llamó la atención del tío Vinell, cuando leí esa obra publicada por la Editorial de la UCR, fue el respeto que tenía por quienes pensaban u opinaban distinto a él.
Así lo recuerda su sobrina en la página 30, donde se refiere a Manuel Mora, líder del Partido Comunista, quien —según las palabras del tío Vinell a Henrietta— sostenía que el sistema capitalista había fallado, que en vez del modelo de crecimiento económico a cualquier precio había que tomar otro camino y que la Unión Soviética era la respuesta.
"Pero a pesar de su profundo conservadurismo político y económico, podía hacer comentarios sobre Manuel Mora con una calma que en aquel tiempo muy pocos lograban mantener. Desde luego, Tío Vinell consideraba a Manuel Mora totalmente equivocado en sus conclusiones, pero en ningún momento llegó a sugerir que al líder comunista había que exiliarlo u obligarlo a mantenerse callado. Más bien opinaba que, mientras todas las agrupaciones políticas se mantuvieran dispuestas a hablar entre ellas, tal vez sería posible persuadir a los comunistas de que cambiaran de posición", relata Henrietta Boggs en su libro.
¿Hace falta explicar por qué necesitamos clonar al tío Vinell en la Costa Rica de hoy?