Cuando pienso en Gabriela pienso en disciplina, puntualidad, felicidad, planificación, salud, fuerza, días llenos, sonrisas, una buena mamá, una mujer de familia, una mujer emprendedora, organización, alguien que siempre está pensando en sus chicas, en construir un futuro con su esposo, una vida llena y ocupada.
Siempre que la veo está sonriente. Su cara tiene una amplia dentadura blanca; no importa la noche que pasó. La vi al día siguiente que acompañó a su mamá a un tratamiento médico a las 3 a.m. Había dormido dos horas, igual que siempre: sonriente.
Un día que le chocaron, avisó que llegaría tarde, pero llegó, increíblemente, puntual. Se disculpa, cuenta el incidente e inicia su trabajo. Siempre puntual.
Para mí, esos pequeños grandes detalles son importantes y me han motivado a prestarle atención y a compartir su historia. Porque para mí, la ética de trabajo es importante y dice mucho de una persona, su confiabilidad y su historia.
La observo; es como una abejita trabajadora: hace mucho y dice poco. A mí me parece que una gran parte de la felicidad de ella está en observar sus pequeñas crecer, desarrollarse. A ratitos la veo atisbando su celular, con cara risueña, con ojos de amor; mire: me muestra una pelotita “colocha” que apenas camina, llena de rollitos.
Gabriela tiene tres hijas: Camila de diez años, Arianna de casi ocho, y Nahiara (que significa reina de las flores) de un año y diez meses. Su mamá era secretaria, su papá panadero. Fue a la escuela en Hatillo, luego al técnico profesional de Ulloa (a la par del Castella) y después inició un técnico en el colegio universitario Boston. Hoy ella trabaja duro para que sus tres hijas sean trilingües, que hablen español, inglés y también alemán.
Decidí escribir sobre Gabriela porque creo que hay muchas personas en nuestra sociedad que hacen una vida digna, buena, trabajando incansablemente con honradez, viviendo en consistencia con sus valores. Gabriela tiene 36 años, nació en San José, en Guadalupe. Tiene una hermana menor que vive en el extranjero, al igual que su papá, que tampoco vive en Costa Rica. Gabriela se recuerda una chiquilla extrovertida y retadora, sus papás la metían a practicar todo tipo de deportes para quemar energía.
Lo primero que practicó fue la gimnasia, pero no “pegó” porque no era muy flexible, luego la natación, pero tampoco siguió, porque se hundía tratando de aprender nado sincronizado, luego basket, tampoco sintió que era lo suyo. Pero la cosa cambió cuando en una clase de educación física la pusieron a correr y le ganó a todos, hombres y mujeres. Ella tenía 15 años. Así inició a correr, a entrenar, a ponerle al deporte.
Era una flaquita y recuerda que sus primeras competencias la hacían sentir insegura, pero ganaba. Recuerda que corrió contra Hanna Gabriels y sentía mucho miedo, pero no se rindió y logró ir a su primera competencia nacional, ganó el primer lugar, por cuatro años consecutivos corrió sin perder nunca. Su entrenador era Sergio Molina, que es un entrenador de alto rendimiento y de corredores de fondo.
Luego de cuatro años, aunque amaba correr, decidió dejarlo porque no podía estudiar y correr. Tomó consciencia de que no podía vivir de correr y decidió mejor estudiar inglés. Estudió mercadeo, trabajó en servicio a cliente en el sector turismo. Se reinventó.
Por el deporte, conoció a su esposo, ya que en unos juegos nacionales coincidieron ambos. Luego de cinco años de noviazgo se casaron. Se reinventó cuando fue a Europa por el trabajo de su esposo y como no pudo trabajar, estudió en España en la Universidad Deportiva de Alto Rendimiento sobre nutrición, acondicionamiento físico, etc.
Hoy se levanta a las 5 a.m., y se acuesta a las 11 p.m. Entrena cuatro veces por semana alrededor de una hora. Es mejor aplicar lo aprendido cuando uno tiene la práctica en el diario vivir – dice convencida. Además, estudia, cocina para su familia, apoya a su mamá (que estuvo enferma recientemente), lleva a su hija a tenis, a la otra a gimnasia, entre otros múltiples quehaceres.
Gabriela se ha reinventado una vez más. Hoy como parte de su trabajo remunerado, hace programas especializados de ejercicios para adultos, apoya a su esposo en la conceptualización y mercadeo de su academia. La academia es una academia de fútbol para niños de 6 a 15 años con la orientación de la escuela europea del deporte, que es muy diferente a la formación latinoamericana.
Gabriela todavía ostenta el record nacional en atletismo. El 12 de octubre del 2002, ganó los 200 metros del campeonato centroamericano de atletismo. Sergio Molina, su exentrenador consideraba que el futuro de Gabriela era enorme. Sin embargo, al no existir una estructura deportiva fuerte a nivel nacional para otros deportes, Gabriela decidió, en su momento, apostar por estudiar y no por el deporte.
No se arrepiente de nada, solo que ella sabe que hubiera podido ir a las olimpiadas, y eso es algo que hubiera sido una lindísima experiencia.
Yo creo que ha sacado el mejor provecho de sus habilidades, talentos y recursos, no por suerte sino por decisión y disciplina, haciendo lo que le toca en cada circunstancia. A punta de coraje, perseverancia, resiliencia y pasión, va construyendo una buena vida, pensando en el largo plazo.
El nombre completo de Gabriela es Gabriela Patterson. El nombre de su esposo es Junior Díaz, que es, para quienes no son aficionados al fútbol, un futbolista costarricense que juega en la Liga Deportiva Alajuelense. Detrás de una gran mujer, como lo es Gabriela - detrás de cada gran ser humano - es deseable que haya otro buen ser humano, que sea un buen compañero de vida, esperamos que Junior lo sea.