Biden caminó por una delgada línea el jueves durante un discurso para explicar al pueblo estadounidense su decisión de retirarse de Afganistán, el llamado “cementerio de imperios”, después de una guerra de 20 años desatada por los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Acechado por la historia de Estados Unidos que conoce demasiado bien, Biden buscó una y otra vez encontrar el punto de equilibrio.
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¿Es el repliegue, simbolizado por la silenciosa salida nocturna la semana pasada de la Base Aérea de Bagram, el otrora orgulloso centro de poder estadounidense en Afganistán, una derrota humillante?
Absolutamente no, dijo Biden. "Cero" paralelo con la traumática evacuación de un Saigón sitiado al final de la guerra de Vietnam en 1975, aseveró.
"Bajo ninguna circunstancia se verá a gente siendo evacuada del techo de la embajada de Estados Unidos en Afganistán. No es en absoluto comparable".
Sin embargo, dijo que no estaba proclamando "misión cumplida".
Ese fue un alarde notoriamente prematuro que en 2003 hizo el entonces presidente George W. Bush respecto a Irak, donde en realidad el atolladero apenas estaba comenzando.
"No hay una 'misión cumplida'", dijo Biden, quien no obstante matizó que en cierto sentido "la misión se cumplió porque conseguimos (eliminar) a Osama bin Laden y el terrorismo ya no emana de esa parte del mundo".
Biden pregunta
En lo que respecta a los talibanes, el mandatario también buscó marcar la línea.
Tras sobrevivir durante dos décadas a unas fuerzas internacionales infinitamente superiores, los insurgentes avanzan rápidamente a través de Afganistán, con los ojos puestos en la capital Kabul.
Biden admitió que "los talibanes se encuentran en su (posición) militar más fuerte desde 2001".
Sin embargo, rechazó la idea generalizada de que es inevitable que se apoderen de todo el país y derroquen al gobierno afgano y al ejército construido a un enorme costo por Estados Unidos.
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"No, no lo es", dijo. "Confío en la capacidad de los militares afganos".
Presionado por los periodistas tras su discurso, Biden admitió que los talibanes y el gobierno podrían entrar en una guerra civil, pero "eso es diferente a un éxito de los talibanes".
Y cuando se le preguntó si Estados Unidos será responsable del probable derramamiento de sangre tras lavarse las manos en Afganistán, Biden dijo: "No, no, no. Depende del pueblo de Afganistán decidir qué gobierno quiere".
El posiblemente desagradable devenir posterior al retiro de Estados Unidos será algo que Biden tendrá poca capacidad para controlar.
Pero afirma que en lo único en que no tiene dudas es en la cuestión de si la guerra debe terminar. Y para expresar esto, lanzó su propia pregunta:
“Permítanme preguntar a quienes quieren quedarse: ¿Cuántos más? ¿Cuántos miles de hijas e hijos estadounidenses más están dispuestos a arriesgar? ¿Cuánto tiempo los dejarían quedarse?”.