Las cifras macroeconómicas del mercado laboral costarricense muestran una tendencia positiva en la reducción del desempleo, pero coexisten con una realidad de desigualdad estructural que persiste.
Según los datos más recientes de la Encuesta Continua de Empleo (ECE) del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), correspondientes al trimestre móvil agosto-octubre de 2025, la tasa de desempleo nacional se ubicó en un 6%.
Este indicador refleja “una disminución estadísticamente significativa” de 1 punto porcentual (p. p.) en comparación con el mismo trimestre del año anterior, lo que se traduce en 25.000 personas menos en condición de desempleo. En términos absolutos, la población desempleada se estimó en 141.000 personas.
Sin embargo, esta mejora en la desocupación contrasta con la estabilidad en la tasa neta de participación laboral, que se mantuvo en un 55,2%. Este dato es crucial porque mide el porcentaje de la población en edad de trabajar que efectivamente forma parte de la fuerza laboral, ya sea trabajando o buscando empleo.
El hecho de que este indicador no crezca sugiere que la economía, aunque genera puestos para reducir el desempleo existente, no está logrando incorporar a nuevas personas al mercado laboral con el dinamismo necesario.

Al desagregar los datos por sexo, la disparidad se vuelve evidente. La participación laboral de los hombres es del 66,9%, mientras que la de las mujeres apenas alcanza el 43,5%.
Esta diferencia de más de 23 p. p. revela que una gran parte de la población femenina en edad productiva permanece fuera de la fuerza de trabajo, una situación que limita el potencial de crecimiento económico y la autonomía financiera de miles de hogares.
La brecha se replica en la tasa de ocupación. A nivel nacional, el 51,9% de la población en edad de trabajar tiene empleo. No obstante, para los hombres este indicador sube al 63,3%, mientras que para las mujeres cae al 40,5%.
Incluso en el desempleo, las mujeres enfrentan un escenario más adverso. La tasa de desempleo femenina se estimó en un 6,9%, superior al 5,4% registrado para los hombres.
Además, la tasa de no participación (personas fuera de la fuerza de trabajo) es del 56,5% para las mujeres, frente a un 33,1% para los hombres.

Informalidad y subempleo: retos de calidad
Más allá de la cantidad de empleos, la calidad de los mismos sigue siendo un desafío pendiente. El INEC reportó que el 37,6% de la población ocupada tiene un empleo informal. Esto significa que más de 830.000 personas trabajan sin las garantías de la seguridad social o el cumplimiento pleno de los derechos laborales.
La incidencia de la informalidad es particularmente alta entre los trabajadores independientes, donde alcanza el 82,5%, en contraste con el 22,2% de los asalariados.
Aunque la tasa de informalidad se mantiene alta, los datos del INEC muestran una leve mejoría en comparación con el trimestre anterior. En el periodo mayo-julio de 2025, el empleo informal se ubicó en un 36,9%, lo que significa que para este nuevo trimestre (agosto-octubre) hubo un aumento de casi 1 p. p. en este indicador, sugiriendo una paulatina formalización del mercado de trabajo.
Por otro lado, el subempleo —que mide el porcentaje de personas ocupadas que trabajan menos de 47 horas semanales, desean trabajar más y están disponibles para hacerlo— se ubicó en un 2,8%. Aunque es una cifra baja, refleja que una parte de la fuerza laboral sigue subutilizada.
En cuanto a las ramas de actividad, el sector de comercio y reparación se mantiene como el mayor empleador, con 360.000 personas, seguido por la industria manufacturera con 241.000 y enseñanza y salud con 238.000 personas.
