La mañana del 9 de agosto de 2022 estaba despejada. En Intel Costa Rica, en Belén, los invitados a la inauguración oficial de la planta de manufactura eran ubicados debajo de unos toldos colocados al costado norte de las instalaciones.
La lista incluía a ejecutivos y representantes empresariales, de las agencias de promoción de exportaciones e inversiones, ministros y a Rodrigo Chaves. Luego fueron guiados en grupos al interior de la planta para que la conocieran.
El invitado principal, el entonces CEO de Intel, Pat Gelsinger, llegó al final de ese día a Costa Rica. El ejecutivo estaba en la Casa Blanca en la presentación de la llamada Ley Chips, con la cual Joe Biden, en ese momento presidente de Estados Unidos, sellaba el financiamiento por $500 millones para reducir la dependencia de la cadena de suministro de dispositivos electrónicos de Asia.
Todavía se sentía el aumento de la demanda de equipos y las dificultades de logística globales, que obligaron a los fabricantes a fortalecer sus plantas cerca de los principales mercados, como la reapertura de la planta de Intel en Belén.
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Intel Corp. recibió $20.000 millones en incentivos con la Ley Chips. La expectativas eran enormes de cómo eso se concretaría en Costa Rica en la demanda a proveedores locales, las exportaciones, la planilla y en el interés de otras compañías de chips para venir aquí.
Nadie se resintió por la llegada tardía de Gelsinger. Todo cambió rápidamente con el reemplazo de Gelsinger, la reestructuración global de Intel y el cierre de la planta de Costa Rica anunciado el pasado 24 de julio.
“Tras una revisión exhaustiva de nuestro negocio, anunciamos cambios que impulsarán una mayor eficiencia y utilización dentro de nuestra red global de manufactura”, comunicó Intel. “Esto incluye la reducción paulatina y cierre de la planta de ensamble y prueba de Intel en Costa Rica, para consolidar dichas operaciones en Malasia y Vietnam”.
Es el remate, hasta el momento, de la fuerte crisis de Intel en un contexto muy distinto, por un lado, y del estancamiento de la competitividad de Costa Rica con el incremento de los costos, acentuado por el tipo de cambio y otras dificultades, en particular la lentitud para adaptarse a las tendencias tecnológicas.
“No obedece a un solo factor”, afirmó Adolfo Cruz, presidente de la Cámara de Tecnologías de Información y Comunicación (Camtic).
“Las empresas enfrentan una carrera descomunal por competir y ser más eficientes en el borde de la frontera tecnológica”, advirtió Vanessa Gibson, directora de clima de inversión de Cinde. “El reto de competitividad interna es un elemento”.
Referencia
El anuncio del cierre es un déjà vu. En especial, se refuerza la certeza de que los ciclos de las multinacionales van de la mano con los vaivenes del mercado. Las exportaciones de circuitos y del sector de electrónica lo muestran.
Tras la instalación de Intel en 1998, los embarques al exterior del sector y de circuitos cayeron para el 2000 con la crisis de las puntocom, en 2008 con la eclosión financiera y después del 2014, por el cierre de la planta local de Intel.
El sector de electrónica llegó a representar más de una tercera parte de las exportaciones locales. El relevo lo tomaron los sectores de equipos de precisión y químico-farmacéutico.
Buena parte de las firmas de estas industrias llegaron a Costa Rica con la referencia de la inversión de Intel. “A uno le preguntaban por Intel”, contó Olmán Segura, economista de la Universidad Nacional y ex-presidente ejecutivo del Instituto Nacional de Aprendizaje (INA), que como tal atendió a firmas interesadas en el país.
En el cierre de la planta de manufactura en 2014, Intel argumentó que se llevaba la manufactura a Vietnam y Malasia para consolidar sus operaciones.
La planta tenía 1.500 puestos, pero la reducción neta de empleos fue de 975. Muchas personas se trasladaron a las otras áreas de servicios corporativos y de investigación y desarrollo. Con entidades locales se implementó un programa de reubicación laboral y de emprendedores.
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El otro impacto fue la disminución de 190 a 150 los proveedores locales, principalmente en servicios, pues la compañía importa los insumos relacionados con el ensamblaje de los chips, como las obleas de silicio.
En los años siguientes, las operaciones de Intel se centraron en las áreas que siguieron funcionando. En 2016 tenía 2.185 colaboradores. Aunque había disminuido la cantidad de suplidores locales, aumentó del 26% al 69% las compras de insumos en construcción, mantenimiento, energía eléctrica, consultorías, de tecnologías de información y desarrollo (software, logística, entrenamiento y consultoría).
Ricardo Monge, economista y presidente de la Academia de Centroamérica, explicó que el valor agregado de servicios (en el país se quedaba $0,44 por cada $1 invertido por Intel) es superior al de manufactura ($0,18).




Reapertura
El reapertura de la planta de ensamblaje y pruebas se anunció en diciembre de 2020. La operación inició el 30 de setiembre de 2021 en un área de 26.000 metros cuadrados y con más de 1.000 plazas.
El 9 de agosto de 2022, en la inauguración oficial, se indicó que la inversión había superado los $1.000 millones y que se tenían otras 500 vacantes.
Era más de lo estimado al inicio. El momento era excepcional.
Intel estaba invirtiendo también $20.000 millones para dos fábricas en Arizona y 80.000 millones de euros en la Unión Europea para un “megasitio” de fabricación en Alemania, un centro de investigación, desarrollo y diseño en Francia, y el fortalecimiento de sus instalaciones de fabricación y servicios en Irlanda, Italia, Polonia y España.
En 2023 incluso la firma publicó que haría una inversión en Costa Rica de $1.200 millones para mantener las operaciones preparadas al desarrollo de productos de última generación en los siguientes años y reportó que tenía 3.300 colaboradores (27% de la planta de manufactura) y 5.000 contratistas locales.
El reinicio de la operación de manufactura de Intel se sintió en las exportaciones otra vez. El sector de electrónica pasó del 8% al 15% de las ventas al exterior entre 2020 y junio de 2025. Y los envíos de circuitos pasaron de $211,2 millones en 2020 a $1.483 millones en 2024 y $$991,1 millones en el primer semestre de 2025.
Esas exportaciones también suman las de otras 31 empresas de circuitos integrados y microestructuras electrónicas instaladas en el país y con envíos superiores a los $12.000, según la Promotora de Comercio Exterior.
El pronóstico era que la alta demanda de dispositivos electrónicos se extendiera hasta el final de la década de la mano de las nuevas tecnologías, como Internet de las cosas. La guerra de Ucrania cambió el panorama global.
Aunque Gelsinger habló de “un gran año”, los resultados fueron por debajo de las expectativas. En 2023 y 2024 se hizo evidente que Intel iba rezagada en el desarrollo de procesadores para la inteligencia artificial (IA).
ChatGPT fue lanzado masivamente por OpenAI en 2022 y al año siguiente tenía 100 millones mensuales. Le siguieron las plataformas de Microsoft, Amazon y Google, entre otras, y miles de aplicaciones y servicios de IA Generativa.
El 2024, cuando cumplía el 50 aniversario del lanzamiento del procesador Intel 8080 que impulsó el mercado de microprocesadores y de computación personal, Intel reportó pérdidas. Además, fue desplazada por Nvidia en el índice industrial Dow Jones en noviembre y Gelsinger fue cesado en diciembre.
El nuevo CEO, Lip-Bu Tan, fue presentado en marzo pasado y, desde su primera exposición pública un mes después en un evento en Las Vegas, el veterano ejecutivo de la industria tecnológica fue claro. “Voy a unir un equipo fuerte para corregir los errores del pasado”, dijo Lip-Bu Tan. En aquel momento se hablaba de dividir a la firma, vender una parte o recibir inversión de la taiwanesa TSMC.
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Los planes tomaron forma la semana anterior. La firma registró ingresos por encima de las previsiones del segundo trimestre de este 2025, pero su rentabilidad fue afectada por los costos.
En función de eso, anunció la continuación de sus acciones para simplificar el negocio, mejorar la eficiencia y enfocarse en la IA, el recorte del 15% de la planilla (25.000 puestos), la suspensión de proyectos en Alemania y Polonia, y la reducción del ritmo de construcción en Ohio.
La puntilla: “La compañía también pretende consolidar sus operaciones de ensamblaje y pruebas en Costa Rica en sus plantas más grandes de Vietnam y Malasia”.
El factor local
El mismo día que Intel informó del cierre de la planta en Belén de Intel, se dio a conocer que la firma de microprocesadores Qorvo trasladaba sus operaciones a Asia.
Malas señales para otras firmas internacionales que consideren invertir en Costa Rica, en una coyuntura donde la Administración Trump presiona por mantener y regresar operaciones de manufactura a EE. UU.
La Asociación de Empresas de Zonas Francas advirtió que ambas salidas son el reflejo de un deterioro estructural en la competitividad de Costa Rica que amenaza la atracción de inversiones y la creación de empleos de calidad.
“Son empresas muy sensibles a los costos”, dijo Monge.
Las multinacionales siguen destacando las cualidades del talento humano local. Pero hay preocupaciones en una variedad de situaciones claves, como las debilidades en el sistema, las estrategias y políticas de innovación; la falta de una hoja de ruta para enfocarse en diseño, investigación y desarrollo; la falta de visión para impulsar las ventajas competitivas del país en conocimiento, diseño, innovación y generación de valor agregado; y la planificación cortoplacista.
Se sumarían los costos asociados por los problemas de movilidad, de tránsito y de infraestructura vial y portuaria; el mayor gasto en seguridad de las empresas y los relacionados con la seguridad del traslado del personal; para encontrar y retener talento con los requerimientos laborales necesarios; y los problemas de formación de las futuras generaciones desde primaria y secundaria profundizadas desde la pandemia.
En la actualidad siete de cada diez empresas señalan dificultades para encontrar el personal que requieren y califican al país como inseguro o muy inseguro, según una encuesta de la Cámara de Industrias de Costa Rica.
Asimismo afectan los costos de energía, las cargas sociales y la falta de flexibilidad regulatoria, como en las jornadas laborales para operar las 24 horas y atender demandas desde distintos puntos del mundo.
Todo eso se agrava con el tipo de cambio. Mientras otros países de la región devalúan su moneda, Costa Rica vive una apreciación que genera sobrecostos de hasta 50%.
“Es difícil”, afirmó Cruz, de Camtic. “Como país nos quedamos dormidos. Hay empresas locales que optan por abrir operaciones en otros países por los costos y para tener competitividad”.
El país, pese a eso, sigue siendo atractivo.
“Estamos jugando en una cancha muy distinta hoy”, recalcó Gibson, de Cinde. “Hay señales muy claras. Tenemos que tener la humildad de aprender”.
Se requeriría repensar la estrategia, rebalancear los factores de competitividad y las expectativas de las firmas, dónde sería Costa Rica un aliado estratégico para las compañías, y la velocidad para responder a las necesidades en educación, formación y actualización de talento, por ejemplo, teniendo en cuenta que países como Vietnam y Malasia se transforman aceleradamente y se proyectan hasta por 50 años.
“Las empresas que quieren venir preguntan por la estabilidad política, seguridad, cuáles empresas han salido y cuáles ingresan”, advirtió Segura, de la UNA. “No se puede creer que Intel se lleva la planta y que no pasa nada. No es tan simple”.
Este miércoles 30 de julio el Banco Central de Costa Rica estimó que las salidas de Intel y de Qorvo impactaría el crecimiento económico del país para el 2026, que ya no sería de 3,8% sino de 3,5%.
El único consuelo es que Intel mantuvo el área de servicios y el de investigación y desarrollo y de que en un futuro muy muy incierto decida, por alguna maravillosa razón, abrir otra vez su fábrica aquí.
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