Washington - Investigadores de la Universidad de Illinois llevan años intentando responder a la siguiente pregunta: ¿se puede modificar genéticamente un cultivo para que sea más productivo?
En resultados publicados este jueves en la revista Science, los científicos del Instituto de Biología Genómica de esa universidad afirman haber conseguido aumentar en hasta un 40% el rendimiento de plantas de tabaco en un campo experimental, gracias a lo que llaman un cortocircuito o un pirateo genético.
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El objetivo final no es producir más tabaco, sino aplicar un día la manipulación genética al trigo o la soja para adaptarse al creciente apetito de la humanidad. El estudio, realizado en el marco de un proyecto internacional, es financiado por, entre otros, la fundación filantrópica de Bill y Melinda Gates y el Gobierno británico.
Los agricultores apenas tienen margen de mejora tras beneficiarse de las ventajas aportadas por los fertilizantes, los pesticidas o las técnicas agrícolas para optimizar el rendimiento de los cultivos.
¿Cómo lo hicieron?
Los investigadores de Illinois forman parte de quienes desean que las plantas sean más eficientes y, para conseguirlo, se centran en estudiar la fotosíntesis.
Ésta permite a las plantas producir glúcidos a partir del agua y del dióxido de carbono (CO2) del aire bajo los efectos de la luz solar. Una enzima llamada Rubisco actúa para "fijar" el carbono en la planta. Eso es la que la hace crecer.
Pero esa misma enzima fija también, en menor medida, el oxígeno, lo cual produce moléculas tóxicas, que la planta logra eliminar gastando una gran cantidad de energía que no utiliza para crecer. Un proceso contrario a la fotosíntesis denominado fotorrespiración.
Los investigadores tuvieron la idea de implantar una porción de ADN de alga verde en las células de tabaco para crear una especie de atajo biológico, que permite a la planta hacer más rápido la fotorrespiración.
“Es como un atajo en coche, reduce la distancia y consume menos gasolina”, explicó Donald Ort, el autor principal de la experimento. “La planta puede dedicar esa energía a su crecimiento, en lugar de usarla para metabolizar las moléculas tóxicas”.
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El estudio es importante porque es la primera vez que esa técnica, planteada desde hace años, produce tal aumento de rendimiento y lo hace en un campo abierto y no en un laboratorio.
Ya se habían probado otras técnicas para intentar limitar la fotorrespiración, pero siempre se había logrado en detrimento de otras funciones de la planta.
“Su técnica es ingeniosa porque no produce efectos secundarios”, comentó David Stern, presidente del Instituto Boyce Thompson, quien no participó en el estudio.
Pero aún falta mucho para que se pueda utilizar a escala industrial. Los mismos investigadores van a intentar reproducir sus resultados con soja, un tipo de guisante y patatas. También habrá que comprobar si esa técnica funciona en distintos climas, especialmente en África y en el sudeste de Asia.
Otros científicos dudan que lo consigan. El profesor Arnold Bloom, de la Universidad de California en Davis, recuerda que ninguno de los ensayos similares realizados en los últimos cinco o seis años dieron resultado. Él mismo publicó un estudio en la revista Nature que demuestra que la fotorrespiración no es una función inútil de las plantas.
“¿Se puede reinventar la fotosíntesis? No lo creo”, concluyó Bloom.
Las futuras experiencias de los campos de Illinois permitirán comprobar si está en lo cierto.