Ponerse los tenis y salir a correr ya no es lo mismo en Costa Rica. Más allá de la búsqueda de la condición física, los clubes de running (algo así como clubes de corredores en español) se han transformado en comunidades que ofrecen un espacio para el empoderamiento, la socialización y el bienestar integral.
Desde la espontaneidad de un encuentro casual para correr hasta la estructuración de comunidades con objetivos claros, cada club de running relata una historia de pasión y transformación.
Run Like a Girl, No Corro Nada y Rise and Run, aunque diferentes en su génesis y enfoque, comparten un hilo conductor: la convicción de que el running es más que ejercicio; es una herramienta para construir puentes, empoderar individuos y fomentar el bienestar colectivo.
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El común denominador de estos grupos es que organizan encuentros posteriores en cafeterías, restaurantes, ferias o parques, donde generan espacios para la socialización.
Algunos eventos incluyen la presencia de especialistas, artistas nacionales, marcas patrocinadoras y sorteos de productos, lo que hace que correr sea más una especie de celebración que un ejercicio.
Así, estas iniciativas han logrado trascender las expectativas iniciales, para ser fenómenos sociales que redefinen la relación de los costarricenses con el deporte.
Run Like a Girl: Empoderamiento a cada paso
Con casi 1.500 mujeres unidas en tan solo cinco meses (y creciendo), Run Like a Girl es un testimonio del poder de la conexión. Su líder, Lizzy Castrillo, triatleta y fundadora, explica que el club nació de su propia experiencia, tras una “depresión deportiva” que la llevó a reconectarse con el atletismo, pero con un enfoque de compañía, empoderamiento y unión de grupo.

“Se ha puesto de moda correr, pero han puesto estándares tan altos que muchas mujeres sentían que no encajaban en ese mundo por presiones de ritmo o vestimenta, hace unos meses tomé la decisión de iniciar este proyecto, para retomar el enfoque, que hacer deporte es para todos”, afirma.
Run Like a Girl busca romper con esas barreras, ofreciendo a las mujeres un espacio donde “se sintieran apoyadas, acompañadas, protegidas”. Los eventos mensuales (llamados Coffee-Party-Run; Café-Fiesta y Correr, en español) van más allá de correr, se extienden desde las 6 a.m. hasta entrada la tarde e incluyen una hora de running seguida de actividades de bienestar como pilates, yoga, bailes, talleres y charlas con profesionales.
“Corremos alrededor de una hora, llegamos al lugar del evento, compartimos una merienda, hacemos una clase de pilates o yoga, compartimos un brunch y tenemos una charla con profesionales. Hablamos del amor propio, cómo evitar el autosabotaje, cómo ayudarnos a quitar esos bloqueos mentales, en resumen, tratamos de darle valor a ese empoderamiento”, asegura Castrillo.
Adicional a eso, cada sábado salen a correr fondos organizados de una a dos horas de duración, a los que asisten corredoras de todos los niveles, “desde la que hace caminacorre hasta la que se prepara para una maratón”.
El costo de participación en estos eventos es de ¢2.500, monto que cubre asistencia, hidratación, refrigerios y un brunch. La logística incluye alianzas con restaurantes o negocios locales que ofrezcan alimentación y tengan espacio para al menos 100 participantes. Además, algunas marcas comerciales se han acercado al proyecto para ofrecer artículos y regalías a las corredoras.
La comunidad se mantiene activa 24/7 en un chat de WhatsApp, donde durante la semana pasan compartiendo experiencias. “Siento que Dios me dio este grupo como un propósito de vida, me llena el alma escucharlas. Esta comunidad funciona como un networking, aquí nace el apoyo, es un ambiente sano, en el que es motivante ver cómo tantas chicas se llevan tan bien”, comenta Castrillo.

No Corro Nada: pasarla bien
El club No Corro Nada se define por su simplicidad. Su fundador, Pietro Cercone, explica que es un espacio para reunirse a correr una vez a la semana en comunidad. “En lo más básico, se trata justamente de eso, de salir a correr, de conocer gente y pasarla bien”, afirma.
Cercone, director del medio de comunicación No Pasa Nada, cuenta que la iniciativa nació en mayo del 2024, de una necesidad personal de mejorar el cardio y tener un poco de compañía para hacer ejercicio.

“No podía ni darle una vuelta a La Sabana, y no había visto que habían otros clubes recreativos cerca mío y pensé que con la comunidad tan grande de No Pasa Nada en redes sociales, fijo alguien más se apuntaba a correr conmigo”, recuerda.
Y así fue, hizo la invitación y “poco a poco, finde tras finde”, el grupo de los que no corrían nada fue creciendo. La aceptación ha sido masiva, con “gente de todos lados” que llegan a correr todos los domingo, hasta peticiones para abrir el club en nuevas ubicaciones más allá de San José.
“Regularmente, asisten entre 100 y 150 personas cada domingo, aunque a veces se nos sale de las manos, en el buen sentido de la palabra, y llegan hasta 500”, reconoce Pietro.
Esto ha llevado a la expansión, con la apertura de No Corro Nada en Guanacaste y planes para Cartago, Heredia, Puntarenas y Limón.
El club no cobra membresía; el único requisito es querer correr, llenar un formulario para estar en la lista de correo electrónico y recibir las notificaciones de cuándo y dónde se realizan los eventos “y caerse con buena energía”, recalca Pietro.
No Corro Nada se reúne semanalmente, eligen cafeterías, heladerías o restaurantes como puntos de partida para sus rutas de 5 kilómetros, así promueve entre la comunidad el apoyo de emprendimientos o negocios locales.
Además, el club realiza activaciones con diferentes marcas, “coffee party’s” o “run party’s” con DJs, y están diseñando nuevos tipos de eventos para agregar valor a la experiencia.
“Somos un club para todos, los que corren un montón y los que no corren nada (las mascotas también son bienvenidas). No buscamos ser los más rápidos, ni correr la mayor distancia, lo que buscamos es crear espacios sociales, para hablar, conocer y crear experiencias con personas que buscan los mismo”, concluye Pietro.
Rise&Run: Correr con propósito social
Sofía Flores y Amelia Alvarado fundaron Rise&Run con un claro enfoque social, inclusivo y amigable. Iniciaron en junio del 2024, con un grupo de seis personas y como respuesta a la falta de clubes de running que había en ese momento en Costa Rica.
Lo que comenzó como una tarde de café entre amigas, improvisando rutas y espacios para hacer ejercicio, creció hasta formalizarse y ofrecer lo que ellas llaman “espacios seguros para la socialización a través del movimiento”.

“Al principio fue todo muy espontáneo, no armábamos un calendario, sino que decíamos ‘vamos a correr a los parques de San José’, ‘el siguiente domingo vamos a La Sabana’. Íbamos improvisando y cuando vimos que más amigos se empezaron a meter y venía gente conocida de ellos, pensamos en hacer el proyecto más formal”, cuenta Amelia.
Las fundadoras enfatizan que el club Rise&Run tiene un fin social y no competitivo, porque son diseñadoras gráficas, no entrenadoras físicas. Preparan un calendario mensual, organizan carreras en San José cuatro domingos al mes y dos “night runs” (carreras nocturnas), los miércoles cada 15 días. Además, ofrecen segmentos específicos como “girls run” (solo para mujeres) cada dos meses y “hikes” (senderismo) cada tres, a menudo en colaboración con otros facilitadores físicos.
“Aunque la pandemia pasó, siguió un fuerte contacto digital entre humanos, y el club es ofrecerles ese espacio tú a tú, en el sol, corriendo, conociendo gente y luego tener un espacio de socialización, sentados a la mesa, comiendo y compartiendo”, explica Sofía.

La mayoría de sus actividades son gratuitas y no requieren inscripción, lo que facilita la asistencia con solo llegar al punto de encuentro. Si bien los participantes cubren sus propios gastos, han recibido apoyo de varias marcas que colaboran con la asistencia en carrera o equipo deportivo.
Con aproximadamente 300 miembros activos en WhatsApp y un promedio de 90 participantes en cada evento, la comunidad de Rise&Run se ha fortalecido y continúa mucho después de que se quitan los tenis.
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Hoy, Sofía y Amelia expresan su gratitud al ver cómo han creado un espacio donde los miembros se sienten felices y se forman amistades duraderas, una comunidad que inspira a moverse, conectar y compartir experiencias.
“Es una emoción muy grande ver un espacio activo, que la gente nos diga ‘por favor, no paren’. Me siento muy emocionada de poder aportar a la vida de las personas, ver que se han formado grupos de superamigos, que en su vida se hubieran encontrado sino fuera por este espacio, eso se siente muy bien”, confiesa Amelia.