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Enojado, el Presidente recurre al reduccionismo y la subjetividad, endosando los problemas a la vagabundería. De comprobarse su existencia, habría que buscar las causas de tal desidia, no postularla como factor independiente.


Luis Guillermo Solís Rivera no era —lo digo con todo respeto para quienes ejercieron esas labores— el conserje, un guarda, un chofer, el jardinero o el carpintero de la Casa Presidencial durante el período 2014-2018. Era el Mandatario; por lo tanto, sus excusas, rodeos y pretextos no son de recibo; dan pena e indignan.


Desde la A hasta la Z, todas las letras del alfabeto español se hacen eco de las miles de justificaciones, pretextos y alegatos para evadir el impacto de la reforma fiscal. Lamentablemente, este tipo de actitudes y razones son absolutamente estériles para solucionar el déficit en las finanzas públicas.