Durante mucho tiempo se ha creído que el contador es quien lleva la contabilidad de la empresa, liquida impuestos, presenta informes –algunas veces tardíos– y, dada su extemporaneidad, no contribuye en la toma de decisiones de alta gerencia.
Sin embargo, las organizaciones deben reevaluar estas premisas si cuentan con un verdadero profesional, debidamente preparado para prestar los servicios que, como asesor, puede brindar y, en últimas, afectar de manera positiva las decisiones más importantes y formular recomendaciones efectivas, con base en lo que ha visualizado a través de los estados financieros de la empresa.
Dichos estados financieros no deben elaborarse simplemente para cumplir con el deber de un cierre contable, es necesario que hablen y proyecten con claridad el ambiente contable y financiero, en lo que se conoce como la decibilidad de la contabilidad, un agregado de gran relevancia, que, a través de informes debidamente analizados y estructurados, permite tomar decisiones adecuadas y funcionales.
El mercado de hoy sabe y espera que, a raíz de los cambios que se están presentando al interior de las organizaciones, gracias a las Normas Internacionales de Información Financiera (NIIF) y de las Normas Internacionales de Aseguramiento de la Información (NIAS), el contador esté a la altura de las expectativas y nuevos retos que estos cambios traerán para las compañías y sus respectivas implicaciones de orden financiero y tributario.
Señores gerentes, representantes legales, llegó el momento de romper los paradigmas que durante muchos años ensombrecieron el desempeño y funciones de un profesional de la contaduría.
No solo estamos para la entrega de informes, somos verdaderos asesores empresariales, que las empresas deberían aprovechar de una mejor manera para conocerse profundamente, mediante el adecuado uso de una de las muchas herramientas que poseen, entre ellas los llamados estados financieros, que ofrecen muchas y variadas oportunidades de mejoras en temas como liquidez, rotaciones de inventarios, de cartera, de endeudamiento y muchas más operaciones que, a su vez, si se planean adecuadamente, contribuirán a la salud financiera de las entidades.
Colegas y amigos, la oportunidad está en nuestras manos. Capacitémonos y entremos en esta era moderna y de cambios, nuestra profesión está remozada; mostrémosle al mundo empresarial de lo que está hecho un contador público, ejecutivo y asesor.
*Decano Ejecutivo del Programa de Contaduría Pública Universidad Sergio Arboleda