El asesinato del activista conservador Charlie Kirk, ocurrido el pasado 10 de septiembre en el campus de la Universidad de Utah, no solo desató una profunda conmoción política en Estados Unidos, sino que ha servido de catalizador para un intenso debate sobre los límites —y los riesgos— de la palabra.
En los días posteriores al homicidio, una ola de despidos fulminantes y la suspensión indefinida del popular programa nocturno Jimmy Kimmel Live! han puesto en el centro de la conversación la salud de la Primera Enmienda y el creciente poder de las corporaciones para modular el discurso público.
El detonante: un crimen en un campus polarizado
El contexto del asesinato de Kirk es clave para entender la reacción posterior. El fundador de Turning Point USA se encontraba en la Universidad de Utah para un evento que ya había generado protestas.
Según informes confirmados, un individuo con un historial de afiliación a grupos de extrema izquierda confesó el ataque, citando motivaciones ideológicas.
La noticia se propagó como la pólvora, y el clima político, ya tenso, se tornó irrespirable.
Figuras del Partido Republicano calificaron el acto como un “asesinato político”, mientras el propio gobernador de Utah, Spencer Cox, hizo un llamado público a “bajar la temperatura del debate antes de que nos consuma a todos”.

La purga: una ola de despidos por opinar
La petición de mesura no fue escuchada. En cuestión de horas, las redes sociales se convirtieron en un campo minado donde cualquier comentario considerado crítico, irónico o insensible sobre Kirk era castigado con severidad por empleadores del sector público y privado. La sensación de una “caza de brujas” se instaló en la opinión pública.
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Entre los casos más emblemáticos se encuentra el del analista político Matthew Dowd, quien fue despedido de su rol como colaborador en MSNBC. “Los pensamientos de odio conducen a palabras de odio, que a su vez conducen a acciones de odio”, dijo Dowd, y añadió: “No puedes quedarte con este tipo de pensamientos horribles y luego decir esas palabras horribles y no esperar que ocurran acciones horribles”.
Dowd también especuló sobre las circunstancias del tiroteo, diciendo: “No sabemos si se trataba de un simpatizante que disparó su arma en señal de celebración. Así que no tenemos ni idea de esto”.
Otros casos documentados incluyen:
- Karen Attiah, columnista de The Washington Post, relató en una publicación en Substack que la habían despedido como columnista del Post después de 11 años por “hablar abiertamente contra la violencia política, la doble moral racial y la apatía de Estados Unidos hacia las armas”. El Post, escribió, acusó “mis comedidas publicaciones en Bluesky de ser ‘inaceptables’, ‘falta grave’ y de poner en peligro la seguridad física de mis colegas; acusaciones sin pruebas, que rechazo rotundamente por falsas”. Attiah continuó: “Se apresuraron a despedirme sin siquiera conversar. Esto no solo fue una extralimitación precipitada, sino una violación de los mismos estándares de imparcialidad y rigor periodístico que el Post afirma mantener”.
- Gerald Bourguet, reportero deportivo de PHNX Sports en Arizona, fue despedido por un tuit que muchos consideraron frívolo: “Si te entristece la ‘violencia política’ de hoy, te horroriza el video o te repugna mi respuesta, pregúntate por qué tu reacción fue diferente cuando se trató de los tiroteos en las escuelas, las deportaciones masivas o los CIENTOS de videos de asesinatos horribles en Gaza (que Kirk aplaudió)”, escribió Bourguet.
- Un agente del Servicio Secreto fue puesto bajo investigación y apartado de sus funciones por un mensaje en línea relacionado con Kirk.
- Varias universidades públicas han iniciado procesos disciplinarios contra profesores que, en foros académicos o redes sociales, analizaron el legado de Kirk en lugar de unirse al duelo generalizado.
El caso Kimmel: ABC cede a la presión
El episodio que llevó el debate a su punto más álgido fue la suspensión indefinida de Jimmy Kimmel Live! por parte de la cadena ABC, propiedad de Disney. La decisión se tomó tras un monólogo en el que Kimmel ironizó sobre la reacción del movimiento MAGA y de Donald Trump frente a la muerte de Kirk.
““Llegamos a un nuevo punto mínimo durante el fin de semana con la pandilla MAGA intentando desesperadamente caracterizar a este muchacho (Tyler Robinson) que asesinó a Charlie Kirk como algo más que uno de ellos y haciendo todo lo posible para obtener puntos políticos con ello”.
“Entre las acusaciones mutuas, el viernes se vivió un duelo: la Casa Blanca izó las banderas a media asta, lo que recibió algunas críticas, pero a nivel humano se puede ver lo duro que está tomando esto el presidente”, dijo.
Tras ello, mostró un video de un periodista consultando a Trump sobre cómo llevaba la muerte de Kirk. “Creo que muy bien”, respondió, para luego referirse a la construcción de un nuevo salón de baile en la Casa Blanca.
“Sí. Está en la cuarta etapa del duelo: la construcción”, agregó sobre la reacción de Trump.
La reacción fue inmediata y coordinada. ABC definió los comentarios como “ofensivos e insensibles en un momento crítico de nuestro discurso político nacional”, según declaró Andrew Alford, presidente del área de radiodifusión de Nexstar Communications Group, socio de la cadena.
Donald Trump celebró la suspensión en su red Truth Social, calificando a Kimmel de fracasado sin talento. La presión escaló a nivel regulatorio cuando el presidente de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), Brendan Carr, advirtió públicamente con “medidas” si ABC no actuaba con contundencia.
Un debate nacional: ¿censura corporativa o responsabilidad social?
El efecto dominó ha reavivado la discusión sobre si la libertad de expresión está verdaderamente en crisis.
Los defensores de las libertades civiles, como la ACLU, alertan sobre el peligro de que la censura corporativa, impulsada por la presión política y el miedo a boicots en redes sociales, erosione el espacio para la crítica.
Argumentan que la Primera Enmienda, si bien protege a los ciudadanos del gobierno y no de sus empleadores privados, establece un principio que la sociedad debería defender: el derecho a expresar ideas incómodas, especialmente sobre figuras públicas polarizantes.
Del otro lado, quienes justifican los despidos y suspensiones sostienen que no se trata de censura, sino de decisiones empresariales legítimas para proteger sus marcas y promover un ambiente de responsabilidad social. Argumentan que ciertos comentarios, especialmente en un contexto de duelo y violencia política, cruzan la línea entre la crítica y el discurso de odio o la crueldad innecesaria.
Históricamente, tras eventos traumáticos como el 11-S o en épocas de alta tensión como el Macartismo, los límites de la libre expresión en Estados Unidos se han tensado. Sin embargo, el contexto actual presenta una nueva variable: la velocidad y la escala de las campañas de presión digital, capaces de forzar la mano de gigantes mediáticos en cuestión de horas.
La reacción institucional y empresarial tras la muerte de Charlie Kirk exhibe la fragilidad de las fronteras entre el discurso protegido y el sancionable.
Más allá de las opiniones sobre Kirk o Kimmel, el episodio deja una pregunta abierta y preocupante sobre el futuro de la libertad de expresión en la arena pública: ¿estamos entrando en una era donde el miedo a la cancelación y al despido silencie la crítica, dejando un espacio público saneado pero estéril, donde solo se permite el consenso o el silencio? La respuesta definirá la calidad del debate democrático en los años por venir.
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Este artículo fue publicado por un editor de El Financiero asistido por un sistema de inteligencia artificial.