El mapa del comercio exterior latinoamericano para el próximo año presenta una configuración inusual, marcada por la volatilidad de los mercados y las decisiones estratégicas de las grandes potencias. En medio de lo que la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) denomina una “nueva era de interdependencia instrumentalizada”, las proyecciones de crecimiento para la región muestran un comportamiento diferente.
Mientras la mayoría de las economías luchan por mantener el ritmo en un entorno de precios internacionales inciertos y cadenas de suministro en reconfiguración, una nación logró despegarse del pelotón con una fuerza estadística sorprendente.
No se trata de las potencias industriales tradicionales como México o Brasil, ni de los gigantes agrícolas del Cono Sur. El liderazgo en la tasa de crecimiento del valor de las exportaciones para 2025 recaerá sobre una economía de servicios y logística ubicada en Centroamérica.
Según las estimaciones presentadas en el informe “Perspectivas del Comercio Internacional de América Latina y el Caribe 2025”, Panamá se consolidará como el país latinoamericano con el mayor aumento en sus ventas al exterior.
El organismo regional proyecta que las exportaciones de bienes panameños experimentarán una expansión del 36% durante el próximo ciclo. Esta cifra no tiene rival dentro de los países de habla hispana y portuguesa del continente.
El dato coloca a Panamá en una liga propia, superando por un margen de más de 10 puntos porcentuales a su seguidor más cercano en la tabla de crecimiento y distanciándose abismalmente del promedio regional.
Para ponerlo en perspectiva, la Cepal estima que el valor de las exportaciones del conjunto de América Latina y el Caribe crecerá apenas un 5%. El desempeño panameño septuplica la media continental.

Sin embargo, este liderazgo estadístico tiene un asterisco importante. No obedece a un “boom” productivo generalizado ni a una expansión orgánica de su plataforma logística tradicional.
La causa es un evento administrativo único: la autorización para exportar los inventarios de concentrado de cobre que quedaron almacenados tras el cierre de las operaciones de la mina Cobre Panamá en 2023.
El informe detalla que este crecimiento está “impulsado por (...) la exportación de inventarios de cobre acumulados”. Es, en esencia, un rebote técnico producto de la liberación de un stock valioso que estaba paralizado.
A pesar de la naturaleza coyuntural de este repunte, el efecto en la balanza comercial es innegable y posiciona a Panamá por encima de economías que dependen de ciclos productivos más estables.
Incertidumbre y oportunidades
El caso de Panamá se inserta en una dinámica subregional muy particular. Centroamérica, en su conjunto, se perfila como el bloque más dinámico de Latinoamérica para el 2025.
Detrás del líder, aparecen Honduras con una proyección de crecimiento del 25% y Nicaragua con un 21%. Costa Rica, con un 16%, también muestra un músculo exportador robusto que supera el desempeño de cualquier economía sudamericana.
Este auge del istmo responde a los “mayores volúmenes enviados, principalmente a los Estados Unidos”. La región está capitalizando una desviación de comercio favorable en el mercado norteamericano.
Mientras competidores de Asia enfrentan aranceles elevados, los productos centroamericanos gozan de tasas preferenciales que promedian el 10%, abriendo espacios para manufacturas y dispositivos médicos.
En contraste, las grandes economías de Sudamérica muestran proyecciones mucho más modestas. Brasil crecería un 3%, Colombia un 1% y Chile un 2%, afectadas por la volatilidad en los precios de las materias primas.
Es necesario hacer una distinción geográfica y cultural importante. Si se incluye al Caribe no hispano en la ecuación, Guyana supera técnicamente a Panamá con una proyección del 38%.
No obstante, dentro del bloque de naciones latinoamericanas, Panamá ostenta la corona del crecimiento para 2025.
Este escenario plantea un año de oportunidades tácticas para la región. La Cepal advierte que el dinamismo podría ser transitorio y recomienda “diversificar sus relaciones comerciales y profundizar la integración regional” para no depender exclusivamente de la demanda estadounidense.
Para Panamá, el reto será gestionar los ingresos de este flujo extraordinario. Para el resto del continente, la tarea sigue siendo agregar valor y tecnología a su oferta para lograr crecimientos sostenibles que no dependan de la suerte de los commodities (materias primas) o de eventos excepcionales.