Opinión del Nogui Acosta, ministro de Hacienda, sobre la importancia de una adecuada gestión de la deuda pública junto la emisión de bonos soberanos
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PorNogui Acosta Jaén
En la saga de fantasía de “Juego de Tronos”, las malas decisiones de política fiscal desencadenan muchos de los eventos de la historia. Así lo señala Carolyne Larrington en un artículo escrito para The Economist en 2018, donde analiza las repercusiones de las determinaciones de las autoridades económicas de Westeros. Cersei Lannister, absorta en intrigas políticas y guerras personales, peca por su falta de visión fiscal. Su default con el Banco de Hierro de Braavos no solo afecta la reputación de la Corona, sino que también genera una reacción en cadena: el crédito se cierra, los mercados pierden confianza y hasta sus enemigos son financiados por quienes alguna vez favorecieron al Trono de Hierro.
Cersei Lannister se enfrenta a una realidad que muchos gobernantes entienden a la perfección. La confianza de los acreedores e inversionistas es clave para un correcto equilibrio de las finanzas públicas. Sin embargo, la reina, en su afán por reconstruir su flota y tratar de consolidar su poder militar, prefiere dejar de pagar su deuda externa y negocia con otros grupos sociales a cambio de un perdón financiero. El resultado es desastroso. Al perder el favor del Banco de Hierro, Westeros queda aislado del sistema financiero internacional. La consecuencia no es solo el cierre del crédito, sino además la desarticulación del comercio y la pérdida de poder político. Este tipo de decisiones, guiadas quizás por una coyuntura política o el cálculo populista de corto plazo, tienen un costo significativo. Como en Westeros, el precio a pagar es tanto financiero como de credibilidad.
Costa Rica no enfrenta a dragones o a una compañía dorada, pero hoy, cerca del 40% de la deuda del Gobierno Central vence en el próximo quinquenio. Esta concentración de vencimientos crea serias presiones sobre el flujo de caja del Estado, elevando el riesgo de refinanciamiento y exposición a diferentes choques.
En este contexto, el mercado local simplemente no basta. La presión que desde Hacienda se puede generar a nivel local elevará las tasas de interés, afectando tanto al Gobierno Central como al sector privado. Fue el alivio que trajo la colocación de eurobonos, entre otros factores, lo que permitió que entre enero del 2023 y diciembre del 2024, la tasa de interés en colones a cinco años bajara de 9,84% a 6,13%.
Los eurobonos no son una licencia para endeudarse más. Son una alternativa más barata y flexible para financiar lo que ya ha sido aprobado en el presupuesto. Lo que está en juego no es el volumen de la deuda, sino su calidad: la duración, la moneda, la tasa, la liquidez disponible para atender vencimientos.
El país requiere una herramienta estable, no una sujeta al vaivén político u oportunismo electoral. El marco actual impide al Ejecutivo planificar colocaciones de deuda con la antelación y la oportunidad que demandan los mercados. En lugar de crear un programa plurianual de emisiones, como lo haría cualquier emisor soberano con una buena calificación, a Costa Rica se le obliga a negociar cada operación como si fuera un favor político y no una estrategia financiera. El resultado es un alto costo de oportunidad para el país. Colocaciones que se hacen tarde o que simplemente no se hacen. ¿Puede Costa Rica darse ese lujo?
Flexibilizar no es renunciar a una responsabilidad fiscal. Al contrario, es reconocer que una buena política de endeudamiento no se trata de cuánto se debe, sino de cómo se debe. Los eurobonos deben pasar de ser un recurso de excepción a una herramienta permanente, integrada en una política macrofiscal coherente.
Nogui Acosta, ministro de Hacienda. (Cortesía BID/Cortesía BID)
Cersei Lannister no entendió lo grave de sus decisiones fiscales. En Westeros, la frase “el Banco de Hierro siempre cobra lo que se le debe” no es una simple amenaza, es una realidad estructural del orden mundial. En el mundo real, los mercados también cobran sus deudas, no siempre con oro, pero sí en tasas de interés, acceso, reputación y credibilidad.
Negarse a flexibilizar el acceso al financiamiento internacional no es proteger al país, es condenarlo a condiciones financieras más caras y mayores riesgos. El mundo no espera. Los capitales no tienen paciencia. Si queremos avanzar hacia el grado de inversión y garantizar recursos para una política fiscal efectiva, debemos entender que no hay política de desarrollo sin una política fiscal sostenible. Porque en el juego del financiamiento soberano, no gana el más fuerte, sino el más previsor.
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El autor es el ministro de Hacienda de la administración Chaves Robles.
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