
En la edición anterior publicamos un artículo del presidente ejecutivo del Banco Central de Costa Rica (BCCR), en el cual acusa a El Financiero de inducir a error cuando publicamos recientemente un reportaje y un editorial sobre la política monetaria y cambiaria de esa institución.
Nos alegra que el Banco se dignara responder, porque tradicionalmente ha optado por el silencio. El BCCR, bajo la bajo presidencia de Olivier Castro, ha sido escaso en comunicación y ha evitado participar en el debate nacional sobre la política monetaria y cambiaria.
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Los argumentos del Central no convencen.
El BCCR nos dice que el tipo de cambio es “determinado libremente por la oferta y demanda” pero seguidamente indica que esta entidad “puede participar en el mercado de monedas extranjeras para atender sus requerimientos de divisas y los del sector público no bancario y, de manera discrecional para evitar fluctuaciones violentas en el tipo de cambio”.
Ambas afirmaciones son contradictorias entre sí. Por un lado, dice que el tipo de cambio es determinado libremente por la oferta y demanda de divisas y, por otro lado, indica que participa discrecionalmente en el mercado. Es el mismo Banco quien califica su intervención en el mercado cambiario como discrecional, es decir sin reglas explícitas conocidas.
El Central no ha definido explícitamente qué es una fluctuación violenta. Si lo hiciera no estaríamos en esta nebulosa sobre cuáles son los hechos que disparan la intervención del Banco en el mercado cambiario.
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El mismo BCCR reconoce que en el 97 % de los días el tipo de cambio no ha tenido variaciones mayores a ¢2,00. También nos dice que la estabilidad del mercado ocurre por sí sola, porque solo en el 16 % de estas sesiones existió intervención de la entidad. Sin embargo, no nos dice que los agentes que participan en el mercado ya han incorporado en sus expectativas el hecho de que el Central interviene para evitar “fluctuaciones violentas”.
Montos significativos
Las estadísticas muestran los volúmenes de intervención neta del Banco en el mercado cambiario. Si se suman todos los motivos de intervención, la cifra ha variado desde ventas netas mensuales de $419 millones, hasta compras netas mensuales de $328 millones.
Estos son montos significativos que hacen que el tipo de cambio obedezca más a los criterios “discrecionales” de los funcionarios del BCCR que a la “libre” interacción de la oferta y demanda de divisas.
Pero hay más, la suma de todas las intervenciones en los últimos 12 meses arroja una venta neta de $255 millones; es decir, en este período la intervención no ha sido neutra. Por el contrario, hay un sesgo hacia la venta de divisas, lo cual implica una política para evitar la tendencia hacia la depreciación de la moneda en los últimos 12 meses.
A pesar de todas las declaraciones del Central sobre la existencia de un tipo de cambio flexible, la realidad es que en la práctica existe lo que en la teoría económica se llama el “miedo a flotar”. Tanto es así que el Fondo Monetario Internacional (FMI) le ha recomendado al BCCR que “se deberían tolerar los movimientos temporales al alza y a la baja del tipo de cambio”.
En su respuesta, el Banco Central dice —no sabemos si con inocencia o sarcasmo— que suministra al público toda la información del mercado cambiario y que lo “único que no publica son los parámetros específicos que activan intervenciones particulares”. En realidad, BCCR omite lo importante. Nos dice que la razón para no publicar la información es para proteger la estabilidad del mercado amenazada por agentes con poder de mercado.
¿El FMI induce a error?
No compartimos los argumentos de esta institución por varias razones.
Primera, la imperfección del mercado cambiario no se corrige con el ocultamiento de la información relevante. Por el contrario, más información mejora el desempeño de los mercados. En el pasado el Banco declaró confidencial la cifra del saldo de las reservas internacionales con el mismo argumento que ahora usa para ocultar los criterios de intervención. ¿Será que quiere regresar a esas épocas?
Segundo, si hay información que solo es conocida solo por unos pocos iniciados en el BCCR, entonces existe el riesgo —no decimos que la certeza— que esta sea usada para generar beneficios indebidos. No es nuestro interés lastimar a los funcionarios del Central, ni lanzar acusación alguna, pero el país debe recordar que hace unas décadas en el Banco alguien usó información privilegiada de la política cambiaria para obtener beneficio propio. ¿No será mejor evitar ese riesgo?
Tercero, el FMI ha sido claro en este tema y le ha recomendado al Central “generar una mayor transparencia en relación con los factores que activan la regla de intervención cambiaria”. Es decir, el tema de la falta de transparencia de la política cambiaria no es solo un asunto de este periódico; es un tema que también preocupa al organismo técnico internacional especializado en estas materias. ¿Será que el FMI, al igual que EF, quiere inducir a error en este tema?
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Cuarto, el Banco Central dice que no revela las reglas de intervención para evitar “efectos no deseados sobre el nivel de reservas internacionales del país”. ¿Pero no era que su único objetivo era la tasa de inflación? Es decir, en la misma respuesta en la cual el BCCR quiere convencernos de que su único objetivo es la inflación, nos dice que tiene un objetivo de nivel de reservas internacionales.
No criticamos que esta institución se preocupe por el nivel de las reservas internacionales; lo que criticamos es que, por un lado, diga que su objetivo único es la tasa de inflación y, por otro lado, como conejos del sombrero, salten otros objetivos.
El Banco Central de Costa Rica debería sincerar su política monetaria y cambiaria, decirnos de las complejidades de establecer los objetivos y de los balances que debe hacer. Esto será más importante en los próximos meses cuando ya no tengamos la abundancia de recursos externos que nos han ayudado a mantener la estabilidad macroeconómica, incluida la baja tasa de inflación, a pesar del desequilibrio fiscal.