La semana pasada se abrió el proceso de nominación para ocupar la presidencia del Banco Mundial, uno de los cargos más poderosos e importantes en el sistema internacional. Muchos comentaristas asumieron que el candidato nominado por Donald Trump, presidente de Estados Unidos, sería el seguro ganador. Sin embargo, los antecedentes históricos y las condiciones geopolíticas actuales sugieren que probablemente ese no sea el caso.
Sin lugar a dudas, Estados Unidos fue el país que seleccionó a todos los 12 anteriores presidentes del Banco Mundial, debido a un acuerdo informal al que este país arribó con los gobiernos europeos después de la Segunda Guerra Mundial, el cual otorgaba a cambio a los europeos la elección del principal cargo en el Fondo Monetario Internacional. Sin embargo, hay tres razones para pensar que este anacrónico reparto de los principales cargos en el sistema financiero internacional podría estar a punto de llegar a su fin.
En primer lugar, el proceso de selección de puestos de liderazgo en las organizaciones internacionales se basa cada vez más en los méritos, en todos los ámbitos. Por ejemplo, todos asumieron que el Grupo de Europa Oriental obtendría su “turno” para elegir al próximo secretario general de las Naciones Unidas en el año 2016. Sin embargo, tras varias rondas de votación pública, la Asamblea General eligió al exprimer ministro portugués António Guterres, el nominado del Grupo de Europa Occidental y Otros.
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El gobierno de Trump ya ha sufrido una pérdida similar en carne propia. El año pasado, su candidato para liderar la Organización Internacional para las Migraciones, Ken Isaacs, salió de competencia en la segunda ronda de votaciones. Por primera vez desde 1951, esta agencia eligió a una persona no estadounidense: el seleccionado fue el mucho mejor calificado António Vitorino, de Portugal.
Por otra parte, la presidencia del Banco Mundial se ha convertido en un cargo cada vez más disputado en los últimos años. Cuando se entrevistó para el cargo al presidente más reciente, Jim Yong Kim, se lo consideró de manera generalizada como el candidato que causó la menor buena impresión en comparación con los otros dos candidatos, ambos ex ministros de Finanzas y pesos pesados en el escenario internacional. Únicamente con el respaldo decidido del gobierno de Obama, Kim logró ser considerado como apropiado por los directores ejecutivos del Banco.
De hecho, la segunda razón por la que esta vez puede ocurrir algo distinto es que el gobierno de Trump ha nominado a un candidato especialmente no apto: David Malpass. En su calidad de economista en jefe de Bear Stearns en el momento de su colapso, Malpass no vio venir la crisis financiera de 2008, y desde entonces ha logrado ingresar a trabajar en el Departamento del Tesoro de Estados Unidos mediante un nombramiento político. No tiene experiencia de trabajo significativa relacionada con los países en desarrollo, y es abiertamente escéptico en cuanto a los beneficios del multilateralismo, precisamente la razón esencial que justifica la existencia del Banco Mundial.
Llegó la hora
En tercer lugar, se podría estar barajando una alianza entre los países en desarrollo y los gobiernos europeos para respaldar un proceso de selección basado en méritos. Los países en desarrollo en el Grupo Intergubernamental de los 24 presentarán buenos candidatos para desafiar a Estados Unidos, tal como lo hicieron durante la última selección. Varios pesos pesados ya están siendo promocionados, por lo que la pregunta es si otros países desarrollados, especialmente las potencias europeas que están sobrerrepresentadas en el Directorio, seguirán respaldando a Estados Unidos.
Sin duda, llegó la hora para que los gobiernos europeos escojan el camino correcto. Ellos deberían anunciar que ya no insistirán más en ser ellos quienes elijan al director gerente del Fondo Monetario Internacional (que de todos modos sería dar su asentimiento a lo inevitable) y deberían respaldar al mejor candidato para ocupar la presidencia del Banco Mundial.
Ellos deben tener en mente la experiencia por la que atravesaron en el 2005, cuando aceptaron el deseo del Gobierno de Estados Unidos con respecto a nombrar al inepto Paul Wolfowitz como presidente del Banco Mundial: estos países pasaron los siguientes dos años tratando de deshacerse de él, logrando finalmente su cometido en el 2007.
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¿Cómo debería ser un buen candidato? Los requisitos de selección del Directorio incluyen algunos de los puntos esenciales. El candidato debe tener un historial comprobado de liderazgo y experiencia en la gestión de grandes organizaciones públicas con exposición internacional. Deben apoyar el multilateralismo, ofrecer una visión estratégica clara para el Banco y demostrar sólidas habilidades diplomáticas, de comunicación y gestión.
La evidente omisión en los requisitos del Directorio es una profunda comprensión de los temas relacionados con el desarrollo. Si se tiene en cuenta que el Banco Mundial opera solo en países en desarrollo, esta categoría faltante debería tener y tendrá un gran protagonismo en el proceso de selección en esta ocasión. Malpass, con su falta de experiencia en cuanto a desarrollo internacional, lucirá como un candidato completamente deficiente en comparación con un candidato considerado como peso pesado que sea respaldado por el G-24.
El Banco Mundial ha llegado a una coyuntura de importancia crítica. Ahora es el momento en el que debe llevar a cabo un proceso transparente basado en méritos para seleccionar a su próximo presidente. Afortunadamente, el Directorio dio algunos importantes pasos hacia adelante la última vez, entre otros pasos que tomó, no se debe restar importancia al hecho que entrevistó a varios candidatos. Inclusive así, el proceso no fue transparente. Esta vez, las entrevistas deben realizarse en público, o los candidatos deben estar obligados a defender su historial en una variedad de foros públicos. Y, al igual que con el proceso de selección del secretario general de las Naciones Unidas, los votos finales de los directores ejecutivos deben registrarse públicamente.
El próximo presidente del Banco Mundial tendrá una tarea difícil. Teniendo en cuenta los crecientes desafíos globales, la institución tendrá que ser reconstruida y reposicionada para una nueva era. Solo un proceso verdaderamente transparente y basado en méritos conducirá hacia ese resultado.
Jesse Griffiths es el jefe del equipo de Estrategia y Finanzas para el Desarrollo en el Overseas Development Institute.