La pandemia, la guerra en Ucrania y una inminente crisis alimentaria plantean amenazas duraderas para Europa, que se enfrentará a nuevas tensiones políticas, un debilitamiento de su sector industrial y nuevas olas migratorias.
Los economistas del FMI recomiendan que los países europeos se preparen ahora para la próxima temporada de invierno diversificando sus suministros energéticos y desarrollando fuentes alternativas.
La venta de vehículos nuevos en la Unión Europea cayó fuertemente en marzo, víctima de la escasez de semiconductores y de la guerra en Ucrania.
Las salidas posibles de este combate tendrán consecuencias para Europa, los vínculos de occidente con China, la política interna de los Estados Unidos, también con India, Emiratos Árabes y Turquía, que se han abstenido de condenar la invasión.
Con proyectos de terminales de metano en Alemania, Finlandia o Francia y posibles nuevas vías por España o el Mediterráneo Oriental, Europa redobla sus esfuerzos para dejar de depender del gas ruso.
Europa quiere reemplazar al carbón, petróleo y gas proveniente de Rusia. Pero prescindir de este último recurso se plantea más difícil, pues el gas ruso representa cerca del 40% del consumo de la Unión Europea.
La invasión rusa de Ucrania podría costar “de un punto a un punto y medio” de crecimiento en Europa según la duración del conflicto, mientras la inflación crecería “de dos a dos puntos y medio”, advirtió la economista jefa de la OCDE, Laurence Boone.
Pese a las sanciones inéditas y a un apoyo sustancial a Ucrania, Occidente no ha conseguido detener la invasión rusa e incluso pronostica que empeorará.
Con fábricas paradas en Rusia y producción lenta en Europa, los constructores de automóviles empiezan a sentir los primeros efectos de la guerra en Ucrania.
Rusia es uno de los productores principales de petróleo y gas, dos motores indispensables para la economía mundial y de los que depende en buena medida el resto de Europa, continente que busca asegurar su abastecimiento al tiempo que teme que Rusia corte el flujo.