El nuevo calendario estimula a revisar metas y desafíos pendientes. Datos recientes indican que la tasa de fecundidad del país sigue bajando a 1,3 hijos por mujer, muy inferior a la tasa de reemplazo de 2,1. Esto acentúa la tendencia hacia una sociedad que envejece, con cada vez más personas mayores y menos niños proporcionalmente.
Ello obliga a dar pasos más amplios y contundentes para ajustarnos a esta realidad. Los servicios de transporte, vivienda, recreo, y prácticamente toda actividad relevante tiene que adaptarse a este nuevo perfil.
La educación de hoy de las personas más jóvenes debe ser de muy alta calidad por muchas razones, entre ellas, que siendo menos, puedan eventualmente sostener la economía y la institucionalidad requerida. Necesitarán conocimientos y herramientas para insertarse en un sector productivo en transformación constante por las nuevas tecnologías y dinámicas sociales, lo que demanda personas que sepan pensar y aprender continuamente, críticas y lógicas, creativas y flexibles. También requerirán habilidades para la vida, para construir comunidades sanas y responsables, fortalecer nuestra democracia, ampliar el bienestar de todas las personas y la salud de nuestro planeta.
Si bien el futuro no se puede predecir, nuestro cerebro tiene la extraordinaria capacidad de anticipar y planear, y la información robusta nos ayuda a precisar los planes, reducir riesgos y extender oportunidades. Ojalá no desperdiciemos hoy esa capacidad de planear un mejor futuro.
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