En setiembre se realizó la primera asamblea presencial de la Organización de las Naciones Unidas tras la llegada del covid-19. La educación fue un tema prioritario y se hace un urgente llamado a jefes de estado y ministros de educación del mundo entero que asistieron, para construir una agenda mínima común que logre atender la crisis de aprendizajes que experimentan millones de niños y niñas, incluyendo los de nuestro país. Se estima que estamos frente a la mayor disrupción educativa jamás experimentada en la historia.
La mayoría de las personas con conocimiento para opinar, valora que el sistema educativo le está fallando a todos estos niños, quienes después del prolongado cierre de escuelas durante la pandemia que repercutió drásticamente en sus aprendizajes, aún no se les ofrece acciones claras y efectivas para su recuperación.
En Costa Rica tenemos niños hoy en cuarto grado que desde que iniciaron su primer grado, recibieron solo fragmentos aislados de ciclos lectivos o menos, por lo que no es de extrañar que no sepan aún escribir o leer. Ofrecer el programa regular previsto para cuarto grado no tendría ningún sentido, y aumentaría el riesgo de que muchos estudiantes abandonen la escuela por sentirse desfasados y frustrados.
Solo un plan concreto y estratégico de atención a este enorme y dañino rezago, podría salvar a las nuevas generaciones.
Ha sido un llamado urgente y severo de Naciones Unidas y de muchos otros, a una acción inmediata, estratégica, focalizada, que necesariamente requiere de mucho trabajo por parte de estudiantes, docentes y administrativos; un clamor a no seguir perdiendo un tiempo trascendental en la vida de los más jóvenes y vulnerables, quienes lamentablemente no tienen voz en esta ruidosa sociedad nuestra.