El sistema internacional experimenta cambios profundos. China surge con fuerza y ello ha creado una rivalidad grande con los Estados Unidos (EE. UU). Rusia regresa agresivamente a la escena internacional, con especial fuerza en su vecindario cercano.
El mundo parece enrumbarse hacia la multipolaridad, luego de un breve intermezzo de unipolaridad norteamericana. Algunos analistas hablan de una nueva Guerra Fría, de un nuevo G2, dominado por los EE. UU. y la República Popular China. Otros ven un escenario caótico y desordenando en la desarticulación del orden liberal construido luego de la Segunda Guerra Mundial.
Respetables académicos han acuñado la teoría de la transición del poder que plantea con fuerza la casi inevitabilidad de la guerra cuando una potencia declinante debe enfrentar el vigor de una potencia ascendente.
La rivalidad configura un escenario de competencia creciente entre los grandes y sus contradicciones interactúan también con múltiples conflictos regionales, cuyos resultados son diferentes, dependiendo de los países en conflicto, sus contradicciones internas y la articulación de estas con la naturaleza del conflicto entre los grandes. No es de descartar que conflictos parciales puedan escalar a un enfrentamiento global con repercusiones para la paz mundial. Empero, la rivalidad actual salpica ya a nuestra región.
La presencia de actores extrahemisféricos en Centroamérica constituye un desafió para la hegemonía histórica de los Estados Unidos en la región, para explicar su interacción es preciso analizar los intereses de estos actores y la reacción defensiva de los estadounidenses.
La Federación Rusa está en el escenario centroamericano, aunque de alguna manera no ha dejado de incidir, desde la Guerra Fría, por su continuada presencia en Cuba y Nicaragua.
¿Qué busca Rusia en Centroamérica?, ¿irritar y distraer a su rival norteamericano agitando las aguas en el vecindario de este?, o, ¿buscaría algún intercambio de piezas como ocurrió durante la crisis de los cohetes en Cuba en 1962?, ¿abandonar posiciones en Nicaragua, a cambio de la aceptación del statu quo en Ucrania?
Rusia puede ofrecer armas y combustibles fósiles, su enfoque de la cooperación es militarista y busca aprovechar el antinorteamericanismo regional que encuentra sus raíces en una historia de ocupaciones e invasiones, particularmente en Nicaragua.
El gobierno de Nicaragua ha declarado que Nicaragua se considera la plataforma regional rusa para Centroamérica y recientemente Rosatom (empresa estatal de energía rusa) ha anunciado su intención de instalar un reactor nuclear en Nicaragua con los riesgos ecológicos y de seguridad que ello conlleva.
La República Popular China ha realizado una exitosa incursión político diplomática en la región, desplazando a Taiwán de la mayoría de los países. Los chinos no muestran la misma agresividad en temas de seguridad que los rusos, su énfasis es en el comercio y en una proyección geoestratégica de largo plazo, el imperio del centro muestra paciencia estratégica frente a los deseos de gratificación inmediata de Putin.
La reacción norteamericana frente a los avances chinos ha sido muy clara, el Comando Sur de Los Estados Unidos no ha cesado de calificar esta presencia como un factor “maligno”, y en los círculos pentagonistas se habla de la resurrección de la doctrina Monroe y su corolario (speak softly and carry a big stick), afirmando el poder en su zona de influencia, la pax americana se resiste frente a la pax sínica.
Sin embargo, Pekín incursiona en campos ajenos al comercio, como la rehabilitación de un aeropuerto en Managua que podría tener consecuencias en el terreno de la seguridad, la exportación de gas líquido y han firmado acuerdos de libre comercio y de asociación estratégica con el dictador Ortega.
La presencia de actores extrahemisféricos en América Central ha encendido todas las alarmas en Washington por la proximidad de sus rivales cerca de áreas de su interés vital, como el resguardo del canal de Panamá, las bases en la región y su conexión con la política interna en año de elecciones.
Hasta el momento la reacción de Washington ha sido moderada y se ha limitado a advertir sobre los peligros de la trampa de la deuda china y del espionaje de Huawei.
Empero, la convulsa situación guatemalteca ha obligado a una intervención más intensa para impedir el desorden regional ampliado. La inestabilidad luego de las elecciones recientes, ha llevado a los EUA a un mayor compromiso con el gobierno de Arévalo, manifestado en las visitas y declaraciones de senadores y altos funcionarios, así como en las sanciones a funcionarios corruptos del actual régimen guatemalteco previo.
Por otra parte, las convulsas situaciones en Ucrania, Israel y el Mar del Sur de la China han actuado como distractores que le han impedido una reacción más fuerte frente a outsiders en su patio trasero.
La defensa de su zona de influencia cuenta con importantes activos en su poder económico, inversiones y comercio, pero fundamentalmente en el terreno de seguridad.
El Comando Sur tiene una presencia abrumadora, luego de décadas de desempeñarse en la lucha militar contra el comunismo (contrainsurgencia) y el narcotráfico.
Existen puntos débiles como las migraciones, el narcotráfico y el crimen organizado que logran la dispersión de sus acciones más allá de los temas de seguridad stricto sensu y que podrían ser aprovechados por sus rivales.
La contradicción con chinos y rusos en su esfera de influencia tendrá un impacto en la relación global de las tres potencias y a su vez es una consecuencia de los cambios en la hegemonía internacional que lleva a que algunos países centroamericanos jueguen al multialineamiento (El Salvador, Panamá, Honduras), aunque no con la misma la misma intensidad que algunos países de America del Sur que tienen relaciones económicas más intensas con Pekín.
El Salvador mantiene relaciones calurosas con China, Honduras tiene muchas esperanzas en el financiamiento económico, Panamá debe navegar cuidadosamente entre las aguas de los EE. UU. y la fuerte presencia económica China, Costa Rica mantiene relaciones correctas, pero sigue guardando prudente distancia con las iniciativas políticas de China, Nicaragua espera mucha ayuda, pero no tiene nada que ofrecer en el terreno comercial aunque si en solidaridad política con ambas potencias.
La creciente presencia de Pekín en el istmo tiene que enfrentar dificultades políticas al tener que relacionarse con regímenes radicalmente distintos como el derechismo salvadoreño y el izquierdismo anacrónico nicaragüense. Esto no ha sido un problema para China que afirma el principio de no injerencia en los asuntos internos de los otros países, aunque ello la obligue a acrobacias diplomáticas como en el caso de Ucrania.
El autor es profesor universitario y politólogo.