Desde el inicio de su mandato, Donald Trump decretó una prohibición para la venta de chips a China. Era un golpe fuerte para la industria, incluyendo firmas como Intel —cuyas ventas venían cayendo en el 2024 y bajaron sustancialmente en Asia— y Nvidia.
Mientras Intel cambiaba de mando, revisaba su estrategia y toda la operación (con una reducción mayor de su planilla y el traslado de la fábrica de Costa Rica a Asia) y definía qué hacer, el CEO de Nvidia se reunió en abril con Trump y le expuso por qué la prohibición era inconveniente.
Jensen Huang le dijo a Trump que no venderle a China tenía varias implicaciones, más allá de cerrar la posibilidad de recibir dinero desde ese país.
Si las empresas de inteligencia artificial no podían comprar chips a firmas como Nvidia y AMD buscarían a otros proveedores. En concreto: buscarían a Huawei.
Eso permitiría que Huawei elevara sus utilidades y que parte de esas utilidades las reinvertiría en más investigación y desarrollo. Así, los chinos podrían acortar la brecha con la industria estadounidense.
En la negociación, cuyo resultado dio a conocer The New York Times el domingo anterior al final de la tarde, se acordó que las empresas como Nvidia y AMD podrían vender chips a las firmas chinas. Pero tendrían que ser chips de tercera categoría. Además, el gobierno estadounidense recibiría unos dólares por cada chip vendido.
Cuál argumento convenció a Trump —el dinero o la posibilidad de perder la ventaja competitiva— es imposible de decir. Aunque es probable que el primero terminará de derribar la resistencia del magnate.
Lo cierto es que se abrió el portillo. Y con ello los fabricantes de Estados Unidos siguen activos y sin restricciones en una carrera que va tomando forma alrededor de la IA: las supercomputadoras.
El diario Financial Times publicó a principios de agosto un reporte sobre cómo la competencia en IA está cambiando el panorama de las supercomputadoras o computadoras de alto rendimiento (HPC, por sus siglas en inglés).

Estas poderosas computadoras se veían como cruciales para la investigación científica sobre el clima o la medicina y la seguridad nacional.
Pero el creciente uso de la IA en esas y otras áreas otorgan a las supercomputadoras un papel más importante. “La IA y la HPC se están fusionando”, dijo Horst Simon, director del Laboratorio Adia de los Emiratos Árabes Unidos y editor del Top500, una lista semestral que evalúa las supercomputadoras más rápidas del mundo desde 1993.
Tres HPC ubicadas en EE. UU. son capaces de realizar un quintillón (o un billón de billones) de operaciones de punto flotante por segundo (flops). Son máquinas que operan a “escala exa” y tienen una capacidad 1.000 veces más potentes que la supercomputadora líder en junio de 2010, que hoy se ubicaría en la posición 500 del ranking de las más rápidas.
Esta capacidad de las supercomputadoras les permite realizar cálculos complejos, entrenar modelos de IA (incluyendo capacidades cognitivas similares a las humanas como la IA generativa) y utilizarse en aplicaciones científicas de IA.
Las inversiones son de miles de millones de dólares —provenientes de Microsoft, OpenAI, xAI, Google, Amazon y Meta— en la construcción de clústeres cada vez más grandes de unidades de procesamiento gráfico (GPU), que son microchips especializados capaces de gestionar cálculos paralelos.
Estos desarrollos se realizan mientras crece la preocupación por el creciente consumo de agua y energía, así como por su impacto a largo plazo en el medio ambiente.

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También por las preocupaciones de los habitantes de los poblados donde se levantan los centros de datos por el impacto social en sus comunidades, además del ambiental.
Se suman dudas sobre la recuperación de las inversiones y los resultados de los proyectos de IA. Las inversiones se ubican en otros puntos geográficos.
Europa también invierte en infraestructura de HPC, donde se destacan las supercomputadoras Jupiter (Alemania), HPC6 (Italia) y Alps (Suiza).
Japón alberga la séptima supercomputadora más rápida del mundo, Fugaku, en la ciudad portuaria de Kobe.
Más países construyeron supercomputadoras para IA: Reino Unido, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita y Brasil. En este caso, se utilizarán para proyectos propios de plataformas de IA, según Financial Times.
China dejó de participar en el ranking debido a las crecientes tensiones geopolíticas. Y adoptó medidas propias para las compras de chips de firmas de EE. UU.
Los funcionarios de Beijing someten a los ejecutivos de los fabricantes estadounidenses a interrogatorios —más que entrevistas informativas— sobre la seguridad de los chips y si tienen puertas traseras por donde se filtre información confidencial.
Seguro saben de lo que hablan.