
En las últimas tres semanas he tenido muy presente el laberíntico, enmarañado, caótico, complejo, confuso y desesperante viaje que realizó elhéroe griego Ulises con el propósito de regresar a su hogar en la isla Ítaca tras la guerra de Troya. Hay que ver ese recorrido trazado en un mapa para formarse una idea de lo alambicado y sinuoso que fue.
He recordado ese periplo precisamente porque aunque no he tenido que enfrentar al cíclope Polifemo, la hechicera Circe ni los cantos de sirenas, sí viví la experiencia de remar contra corriente —como le sucedió al protagonista del poema épico Odisea, de Homero— con tres compañías proovedoras de Internet y televisión por cable.
Me reservo los nombres de las empresas, pero no algunos detalles de lo que pasé para reencontrarme no con Penélope y Telémaco sino con mi conexión a la Red y la pantalla chica.
Todo comenzó cuando llamé por teléfono a la empresa que me había brindado ambos servicios durante varios años. Le informé al ejecutivo que me atendió que iba a pasarme de casa por lo que necesitaba que me reconectaran a su red. Acordamos un día y una hora aproximada para esa tarea, la cual no se realizó según lo planeado pues los técnicos de la firma no llegaron a mi nuevo domicilio ni recibí alguna llamada de disculpa o explicación.
Dejé transcurrir algunos días y llamé de nuevo. Para no cansarlos con el cuento, fijamos una nueva fecha con una hora tan precisa como "los técnicos lo visitarán a alguna hora del día". Como no se presentaron a lo largo de la mañana, por la tarde hice tres llamadas telefónicas con el objetivo de asegurarme que no iban a dejarme plantado una vez más.
¡Por fin llegaron! Eso sí, tan solo para decirme que no ofrecían cobertura en la urbanización donde resido ahora. Es decir, me hicieron esperar casi una semana para informarme sobre algo que bien habrían podido decirme por teléfono. En fin, esta empresa me demostró una vez más que no es cierto su estribillo de que sabe lo que me gusta...
De inmediato me puse en contacto con otra compañía. El ejecutivo que me atendió me pintó un panorama de maravilla; algo así como Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll, o Un mundo feliz, de Aldous Huxley. Me gustó el paquete que me ofreció y me prometió que el sábado llegarían "sin falta" dos técnicos a hacer la conexión. Le dije que para ese día tenía planeado hacer varios mandados en San José, pero que estaba dispuesto a quedarme en casa si me garantizaba que me darían el servicio; lo prometió sin titubear.
Asimismo, recibí dos mensajes de texto confirmando lo acordado.
¿Qué piensa que sucedió? ¡Correcto, no llegó nadie ni recibí al menos una llamada telefónica ofreciendo disculpas, brindando una explicación o reprogramando la cita. Fui yo quien los llamó una y otra vez durante la tarde para recordarles su compromiso; recibí variedad de respuestas, excusas, cuentos y hasta en una ocasión me dejaron esperando en el teléfono hasta que se cortó la llamada.
Sí, me hicieron perder un día entero. El domingo llamé nuevamente a esta firma para cancelar mi solicitud. A partir de entonces comenzaron a llamarme de manera insistente para rogarme que les diera otra oportunidad, ofrecerme descuentos, darme un sinfín de explicaciones; en cuestión de horas pasaron de la indiferencia al "interés" obsesivo, acosador, agobiante.
Como me dijo un conocido un día de estos: "Esa compañía le da un excelente servicio al excliente". En fin, esta empresa me demostró que no es cierta su cantaleta de que soy un cliente importante para ella...
Finalmente acudí a una tercera firma. Hablé con un ejecutivo serio y amable que me dio buena espina; incluso me visitó en mi trabajo para presentarme diferentes opciones. Firmé un contrato y recibí la promesa de que el jueves por la mañana tendría televisión por cable e Internet.
Al ver que la mañana se agotaba y no llegaba nadie, me puse en contacto con el ejecutivo y le dije que parecía ser que no hay una compañía de ese sector capaz de marcar la diferencia en el servicio al cliente. Se disculpó y me pidió tiempo para averiguar qué pasaba.
Pocos minutos después recibí dos llamadas de diferentes funcionarios de esa empresa asegurándome que los técnicos estaban por llegar a casa. Y llegaron, tarde, pero llegaron y realizaron la tan esperada conexión. En fin, esta firma me demostró que la ranita es capaz de saltar si se la presiona un poco...
Sí, ¡por fin llegué a Ítaca a pesar del empecinamiento administrativo y oficinesco de Poseidón por impedírmelo!
¿Verdad que no es para menos que en las últimas tres semanas haya tenido muy presente el laberíntico,enmarañado, caótico, complejo, confuso y desesperante viaje que realizó Ulises?