
He estado pensando mucho sobre los cambios en el liderazgo de algunas empresas, sobre todo cambios súbitos para desgracia de las organizaciones y de quienes quedan como responsables de gestionar el impacto de esos cambios. Este fin de semana que vi la final de el US Open femenino, sentí que era momento de escribir sobre esto.
Serena Williams es una tenista profesional, quien ha sido considerada la tenista número 1 a nivel mundial por la asociación femenina de tenis desde el año 2002.
Este fin de semana pasado perdió el US Open ante Naomi Osaka, una tenista joven que idolatraba a Serena. Además, Serena recibió una multa por $17.000 por realizar un total de tres violaciones de conducta en ese mismo juego.
Si uno observa todo lo que ocurrió, y este es un excelente resumen de los hechos por el New York Times, uno no puede sino sentir pena por Serena.
Pena ajena, compasión y también un poco de sensación de estar frente a un ego grande, que se ha ido construyendo y alimentando a lo largo de los años. Ego que se salió de control en un momento de gran estrés y tensión, para su desgracia, frente al mundo.
Todos podemos tener un mal momento. Pero cuando uno está en ciertas posiciones, esos malos momentos pueden salir muy caros. Ese es un muy buen ejemplo, Serena perdió el partido, perdió el torneo, pero más que eso, perdió la admiración de su rival quien sollozaba en la ceremonia de premiación del evento. Y, generó una situación incómoda y tensa frente sus fans y el público presente. El momento, dejó de tratarse del deporte, del juego, del tenis, ahora se trataba de un pleito a gritos en medio torneo, en media cancha, frente a millones de televidentes en el mundo, realmente, muy incómodo.
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Esto es relevante porque en ocasiones, el ego, el éxito, el poder que da la fama, el dinero, o otros indicadores de éxito, dependiendo de la profesión, contribuyen a que los líderes, se comporten muy inapropiadamente. Ante la frustración, parecen niños pequeños, un comportamiento primario de un ser humano que no corresponde a la edad, ni a la situación, ni al momento contextual que se vive.
Carreras profesionales y empresariales se han truncado súbitamente, por el mal manejo del ego en conjunto con una pésima gestión de la frustración. Así como cuando el niño de dos años se revuelca en la tienda cuando no se le compra un juguete o un helado, sin importar quien esté o si el piso esté sucio. Así, varios seres humanos, van por la vida, explotando, hasta que la explosión se da en un momento clave y no solo no logran lo que quieren con el berrinche, sino que los deja completamente aniquilados.
Muchos líderes tienen un ego grande, que se vuelven tan o más vanidosos que Serena.
Normalmente, estos berrinchudos, son personas que dan resultados (financieros, comerciales, de negocios, etc.), son inteligentes, competentes, y eso, de alguna forma les da permiso en su código de conducta interior, para comportarse así, de formas un poco infantiles en cualquier foro o ante casi, cualquier circunstancia.
El resto del mundo debe acomodarse a ellos, porque ellos son así: especiales, excepcionales y únicos.
El problema es que los contextos, empiezan a acomodarse a ellos, la gente les teme, se hace de la vista gorda ante estas conductas, y nadie les pone un freno. Cada uno, por distintas razones evade. Porque le teme, porque le necesita, porque no tiene quien le sustituya…
Al final, es una bomba de tiempo que revienta en un determinado momento, como este domingo en la final del US Open.
Cuando la bomba emocional revienta, esa se da en proporciones mayúsculas, y el líder no entiende el desenlace que normalmente termina así: alguien disciplinándolo y exponiéndolo públicamente (incluso con una salida muy pública de la posición que ha ostentado).
En el caso de Serena, ojalá logre ver la situación con la cabeza fría y aprender de la misma.
Organizacionalmente, las empresas deben entender cómo encontraron, promovieron y acrecentaron un ego así. De lo contrario, podrían volver a caer en el mismo error una y otra vez.
Y eso, es tema de reflexión para otro día.
Información sobre la autora en www.ligiaolvera.com