El mercado laboral de Costa Rica experimenta un estado de dualidad: los puestos de calificación alta proliferan mientras que los empleos que requieren bajos niveles educativos se contraen. Esta es una de las razones por las que hoy existen casi dos millones de personas fuera de la fuerza laboral, de las cuales, 1.205.069 son mujeres y 719.892 son hombres.

Así lo muestra el estudio “Dinámicas laborales pospandemia en Costa Rica (2019-2025)”, elaborado por el Observatorio Económico y Social (OES) de la Escuela de Economía de la Universidad Nacional (UNA).
Los investigadores realizaron un análisis desde el segundo trimestre de 2019 —antes de la pandemia de Covid— al segundo trimestre de 2025, con base en datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).
“Tras la pandemia la generación de empleo se ha concentrado principalmente en ocupaciones de alta calificación, es decir, aquellas que requieren un nivel educativo avanzado, ya sea técnico o universitario. En paralelo, durante este mismo periodo se ha observado una disminución en el número de trabajadores en ocupaciones de calificación baja y media”, concluye el estudio.
Entre los sectores más afectados por la disminución de empleos se encuentran la agricultura, la ganadería y la pesca, que perdieron más de 67.000 puestos laborales. Con ello, la cantidad de personas ocupadas en esas actividades se redujo un 26% en el periodo estudiado.
Asimismo, el sector de la construcción redujo casi 46.000 plazas, lo que representa una reducción de 27% entre 2019 y 2025.
Por el contrario, el sector de “actividades profesionales y administrativas de apoyo” ha ganado protagonismo: hoy emplea a 226.971 personas, unas 43.200 más que en 2019, alcanzando un crecimiento de 23,5%.
De manera similar, la cantidad de personas ocupadas en el sector de intermediación financiera y de seguros creció un 48,5%. En las actividades de enseñanza y salud, el crecimiento fue de un 15%.
Menos ocupados
El país experimentó un logro en la reducción del desempleo: el porcentaje de personas que no tienen un trabajo —pero lo buscan— era de un 11,9% en 2019, luego ascendió a 24% en 2020 y ahora se ubica en un 7,4% de la población.
Sin embargo, la población que está fuera de la fuerza de trabajo aumentó un 32% en los últimos seis años; es decir, 467.032 personas salieron del mercado laboral. En este grupo se encuentran aquellos que no tienen interés en trabajar, o bien, tienen alguna limitación o se sienten desalentados para buscar trabajo.
De este grupo, un 75% corresponde a personas que tienen 60 años o más.
Además, la cantidad de personas fuera de la fuerza de trabajo por obligaciones familiares creció un 54%, mientras que aquellas que dejaron de trabajar por razones asociadas con la edad avanzada aumentaron un 179%.
“Esta tendencia refleja el cambio demográfico generado por el rápido envejecimiento de la población en el país, con un impacto directo en la participación laboral y en la sostenibilidad de los sistemas de seguridad social. A la vez evidencia que las brechas de género persisten y pueden crecer, porque las mujeres son las principales cuidadoras de la familia y de las personas adultas mayores, lo cual las obliga a salir del mercado laboral para dedicarse a ese rol”, señaló la economista Roxana Morales, coordinadora del OES.
Del total de mujeres fuera de la fuerza de trabajo, un 40% citó las obligaciones familiares como la razón principal, mientras que solo 3% de los hombres mencionan este factor.
Empleo calificado
Al segundo trimestre de 2025, la población desempleada era de 172.591 personas. El 47% de ellas no han terminado la secundaria, mientras que el 32,7% apenas tiene la secundaria completa y un 20,3% cuenta con estudios universitarios.
Los jóvenes de 15 a 24 años representan el 36% de las personas desempleadas, siendo el grupo más afectado en términos absolutos. Su tasa de desempleo alcanza el 24,9%.
La situación es más crítica entre las mujeres jóvenes, con una tasa nacional de desempleo del 29,6%, que se eleva al 35,6% en la región Brunca.
“Estas cifras reflejan la necesidad urgente de políticas públicas diferenciadas por edad, género y región, que promuevan la inserción laboral juvenil y reduzcan las brechas de acceso al empleo”, señaló el economista Fernando Rodríguez, investigador del OES.
Desde la perspectiva educativa, el crecimiento del empleo ha ocurrido en actividades que demandan secundaria completa o formación universitaria. En contraste, los niveles educativos inferiores han experimentado una pérdida neta de empleos en los últimos años.
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Según los autores del estudio, esta concentración en la creación de puestos altamente calificados plantea desafíos en términos de equidad y cohesión social.
Desde su perspectiva, la creciente demanda de perfiles con alta formación puede profundizar las brechas de acceso al empleo, especialmente entre personas con menores niveles educativos o con formación limitada, así como entre quienes residen fuera del Gran Área Metropolitana.