Cuando hablamos de capital, usualmente pensamos en dinero y propiedades. Sin embargo, los números en la cuenta del banco y las inscripciones en el Registro de la Propiedad son solo una cara de ese concepto.
Sí. Es cierto que se puede sacar provecho de la plata y que hasta se pueden generar más ganancias con ella. Pero también se puede decir lo mismo de otras formas de capital que los sociólogos llaman sociales y culturales. Estos son capitales que pueden ser adquiridos o que pueden potenciarse por medio del dinero tradicional, pero que no dependen exclusivamente de ello.
Una de las acepciones que la Real Academia Española (RAE) se refiere a la palabra “capital” como ”un valor" del que se pueden obtener “rentas, intereses o frutos”, “de manera periódica o accidental”. No habla solo de dinero, porque no tiene que ser dinero.

Los otros capitales
Pablo Carballo, docente e investigador de la Escuela de Sociología de la Universidad de Costa Rica (UCR), recordó que existen múltiples posiciones y clasificaciones teóricas sobre qué es el capital. Sin embargo, señaló que la mayoría de los sociólogos y sociólogas toman como punto de partida la división que realizó el francés Pierre Bourdieu.
Él proponía que hay tres formas básicas de capital: económico, social y cultural.
El capital económico es el que todos conocemos: el dinero, las propiedades y cualquier otro activo de ese tipo.
El capital social, en cambio, se refería a las relaciones sociales de la persona (conocidos, amigos, familia, etcétera); mientras que el capital cultural, a cuestiones como los conocimientos, las habilidades, las experiencias y la inteligencia emocional, entre otros.
Según la teoría, todas estas son otras formas de capital porque, al igual que el dinero, permiten obtener ganancias; las cuales pueden ir desde un buen salario hasta cuestiones más profundas, como una familia saludable u otras formas de realización personal, como la sensación de éxito.
Veámoslo con ejemplo. Una persona que estudia una carrera científica por años podría aspirar a trabajos muy bien remunerados. O bien, una persona que aprende a tocar instrumentos musicales, y que destaca haciéndolo, podría presentarse en los mejores teatros del planeta y conocer culturas que tal vez de otra forma no podría.
En ambos casos, además, el dinero puede jugar un papel fundamental, pero también puede no hacerlo. Una persona puede cursar su carrera científica por medio de grandes inversiones de sus padres o por medio de becas; y un músico puede aprender a tocar un instrumento en un centro privado o en un centro público.
Relacionados pero no mezclados
Una de las principales características de todas estas formas de capital es que se relacionan entre sí pero funcionan por separado; es decir, una forma de capital puede servir para adquirir las otras formas, pero la tenencia un capital no garantiza la tenencia de los otros.
Los capitales, además, sirven para utilidades diferentes.
“Dependiendo de lo que yo quiera, la moneda de cambio o el capital de cambio, no necesariamente es el mismo”, explicó Carballo. “Se puede transitar de una forma a la otra de capital, y al mismo tiempo se traspasan”, subrayó.
El sociólogo ejemplificó esta relación entre los capitales con el caso de una persona que quiere ser Presidente de la República. Esa persona va a necesitar formas del capital económico y del capital social, como el dinero y sus relaciones con otros, para impulsar su campaña; pero también va a necesitar capital cultural, como su carisma, sus experiencias y sus conocimientos, para convencer al electorado.
“A la hora de presentarse al electorado esa persona no va a decir: ‘vote por mí porque tengo mucha plata’. Eso probablemente no le funcione y hasta podría ser contraproducente; más bien, debería mostrar su preparación, sus ideas, sus palabras... todo eso que pudo haber conseguido con su dinero y su esfuerzo, con o sin mucho dinero”, detalló.
Bourdieu también habló sobre otro concepto: el capital simbólico. Ese, dijo Carballo, se relaciona con el reconocimiento y el prestigio que se obtiene a través de las otras formas de capital, y también es clave para conseguir o dejar de conseguir objetivos.
Diferenciadores y equilibradores
Los capitales culturales, sociales y simbólicos interactúan con el dinero. Pueden ser diferenciadores entre personas con diferentes condiciones económicas, pero también pueden ser equilibradores.
Pueden ser diferenciadores porque es normal que las personas que tienen un mayor capital económico accedan a un mayor capital social y cultural. A fin de cuentas, recibir clases, leer libros, conocer otros contextos y otras cuestiones similares que son básicas para nutrir el capital social y cultural muchas veces son más fáciles de conseguir cuando se tiene mucho dinero y cuando ese dinero también libera tiempo.
Sin embargo, también pueden ser equilibradores porque —aunque tener mucho dinero puede hacer más accesible todas esas formas de adquirir otros capitales no monetarios— muchos de los capitales sociales, culturales y simbólicos también se pueden alcanzar sin mucho dinero, aunque usualmente conlleve más esfuerzo.
Por otra parte, el capital económico puede ser totalmente desperdiciado a la hora de buscar otros capitales.
Esto, según Carballo, es muy común cuando la persona se preocupa más por ostentar su riqueza financiera que por enriquecerse en otros campos, ya sea porque no lo desea o porque carece de grandes habilidades o aspiraciones.
Una persona multimillonaria podría viajar por el mundo e interesarse por las culturas de los países que visita, para luego aplicar ese capital en sus negocios o en sus intereses particulares. Pero también podría decidir no viajar del todo o viajar, pero ignorando todo lo que le rodea.

El más importante
Entonces, existen varias formas de capital; pero ¿hay alguno más importante que el resto?
Si se analiza la pregunta desde un punto de vista absolutista, habría que decir que el capital económico sí es el más importante de todos, en el sentido de que permite costear necesidades básicas como la alimentación, la salud y similares.
Sin embargo, el ser humano es social y sus principales objetivos usualmente se relacionan con cuestiones culturales y en su relación con otras personas. Por ejemplo, con el reconocimiento de los otros y la satisfacción personal.
En ese sentido, Carballo incluso señaló que el capital cultural es probablemente “el que más se disfruta usualmente”, justamente porque va más allá del dinero. “Si bien es cierto que sin plata no podemos hacer nada, eso solo sirve para consumir bienes y para transformar ese dinero en algo que realmente nos dé sentido de vida”.
No es descabellado llegar a la conclusión de que el capital económico es clave para la satisfacción personal, pero solo en cuanto sea suficiente para cubrir las necesidades básicas y algún poco más. A partir de ese punto, su valor es menos relevante.
“Cuando usted tiene sus cuestiones básicas o un poco más de lo básico cubierto”, señaló Carballo, “usted empieza a tener otros deseos y otras intenciones que no se cubren necesariamente con la plata”.