En un entorno global definido por la incertidumbre, donde los titulares suelen estar dominados por la volatilidad de los mercados, los retos geopolíticos y las complejidades internas de nuestra economía, resulta no solo refrescante, sino necesario, detenerse a observar a quienes deciden ignorar el ruido para concentrarse en la ejecución.
El Financiero ha reconocido en 28 ocasiones la ardua labor de quienes han tomado decisiones trascendentales, de quienes han evaluado y tomado riesgos, así como de aquellas personas que han sido visionarias.
Los galardonados en los Premios El Financiero 2025 no son simplemente casos de éxito aislados; son la prueba de que el talento empresarial costarricense ha alcanzado una madurez capaz de competir, innovar y liderar en muchas arenas del mundo.
Al repasar las trayectorias de los ganadores de este año, emerge un hilo conductor que trasciende industrias y tamaños: la audacia de la excelencia. No encontramos aquí improvisación ni golpes de suerte, sino la culminación de procesos rigurosos, visión de largo plazo y una capacidad de resiliencia que parece estar tatuada en el ADN del empresario nacional.
Vemos esa audacia en la figura de Rolando Carvajal, nuestro Empresario del Año. Su gestión al frente de Fifco y la histórica venta a Heineken por $3.250 millones no es solo una transacción financiera de récord regional; es una cátedra de estrategia corporativa. Carvajal personifica la mentalidad de dueño aplicada a la gran corporación, demostrando que desde Costa Rica se pueden tejer negociaciones de “grandes ligas” protegiendo el legado local mientras se abraza la escala global.
Esa misma visión global, pero gestada desde la arena del emprendimiento puro, la encontramos en Marcela Sancho y House of Pops. Convertirse en la Pyme del Año conquistando el desierto de los Emiratos Árabes Unidos con paletas veganas es una hazaña que redefine nuestras fronteras. Su historia nos recuerda que la calidad costarricense no necesita pedir permiso para entrar en los mercados más exigentes y saturados del planeta; solo necesita una propuesta de valor clara y una ejecución impecable.
Pero la innovación no siempre implica cruzar el océano; a veces significa transformar lo que tenemos en casa. José Rafael González y DosMil50 (Innovación del Año) nos enseñan que la sostenibilidad ha dejado de ser un adorno de responsabilidad social para convertirse en el núcleo del negocio. Haber levantado en Cartago la primera fábrica de empaques 100% biodegradables, sustituyendo importaciones y cerrando el ciclo de la economía circular, es el tipo de industrialización inteligente que el país urge.
De igual forma, Gustavo Estrada en Finca La Josefina (Crecimiento del Año) desafió el derrotismo que a menudo nubla al sector agropecuario. En lugar de sucumbir ante la competencia de precios de los commodities, apostó por la diferenciación radical, criando ganado wagyu en las llanuras de Liberia y colocando carne nacional en las mesas más exclusivas del país. Su éxito es un recordatorio de que en el agro hay futuro si se le inyecta valor agregado y trazabilidad.
Y porque las empresas son, ante todo, personas, la figura de Carla Coghi (Empresaria del Año) resuena con fuerza. Su liderazgo en Deloitte es un testimonio de la templanza. Ser la primera mujer en presidir el Consejo regional y reconstruir un equipo tras una crisis de talento para luego orquestar la mayor incorporación de socios en la historia de la firma, nos habla de un liderazgo humano, estratégico y resiliente. Coghi nos demuestra que las crisis no son el fin, sino el crisol donde se forjan los verdaderos líderes.
Estos cinco perfiles representan lo mejor de nuestra esencia trabajadora en 2025. Son empresarios que no esperaron a que las condiciones fueran perfectas; las crearon. No pidieron proteccionismo, sino que salieron a competir por calidad. Ya sea en un rascacielos en Dubái, en una planta en La Lima, en una finca en Guanacaste o en una sala de juntas corporativa, todos comparten una convicción: Costa Rica tiene con qué.
Desde El Financiero, celebramos su éxito no solo por lo que han logrado para sí mismos, sino por el camino que iluminan para el resto del país. En sus historias encontramos la respuesta a las dudas sobre nuestro futuro económico: el camino es la excelencia, la innovación y, sobre todo, la valentía de pensar en grande.