Si algo ha demostrado la historia económica reciente de Costa Rica es que cuando el financiamiento se posterga o se bloquea por razones políticas, las consecuencias no tardan en llegar… y casi nunca llegan solas. Negarse a autorizar la emisión de Eurobonos para 2025 y 2026 sería, en buen español, como apagar el motor del barco en plena tormenta y confiar en que las olas no nos volteen.
Rechazarlo significaría perder una fuente de financiamiento más barata, además de enviar un mensaje negativo a los mercados internacionales y calificadoras de riesgo: que Costa Rica es incapaz de cerrar el ciclo institucional necesario para gestionar su deuda de forma responsable y estratégica.
¿Emisión y tipo de cambio? El diagnóstico debe ser técnico
Algunos analistas han sugerido que una emisión de eurobonos podría incidir artificialmente sobre el tipo de cambio, generando una apreciación del colón. No obstante, la evidencia de los últimos 20 meses contradice esta hipótesis simplista. Entre diciembre de 2023 y julio de 2025 —un periodo en el que no se ha emitido un solo eurobono— el tipo de cambio en Monex muestra una apreciación acumulada del 3,1%. Este comportamiento no se explica por una emisión que no ha existido, sino por factores estructurales de la balanza de pagos.
Las ventanillas del sistema financiero costarricense se han mantenido consistentemente superavitarias, acumulando más de $450 millones a julio de 2025. Simultáneamente, el déficit en cuenta corriente ha venido en descenso, mientras que las Reservas Internacionales Netas (RIN) del Banco Central de Costa Rica aumentaron en más de $1.300 millones en ese mismo periodo. Estos factores —excedente estructural de divisas, mejora de los términos de intercambio, menor déficit externo y mayor acumulación de reservas— son los que inciden, técnica y estructuralmente, en la apreciación del tipo de cambio a mediano plazo. No una colocación aislada de deuda externa.

Un entorno de tasas más benigno… que empieza a revertirse
Costa Rica ha logrado reducir sus tasas de interés en los últimos años. Desde diciembre de 2022 hasta agosto de 2025, la Tasa Básica Pasiva ha disminuido en 250 puntos base. En paralelo, la curva soberana en colones a 5 años ha caído 381 puntos base, lo cual refleja una normalización monetaria y el efecto de expectativas inflacionarias más contenidas.
Sin embargo, la falta de autorización para emitir eurobonos ya comienza a generar tensiones en el mercado local. El lunes 1°. de septiembre, el Ministerio de Hacienda recibió ofertas por ¢15.000 millones a una tasa del 6,97% para vencimiento 2030, cuando las colocaciones anteriores se han hecho al 6,02%.
Igualmente, se recibieron apenas ¢241 millones para títulos al 2031, a una tasa del 6,56%, por encima del 6,16% previamente observado. Esta presión al alza sobre las tasas responde a una percepción de mayor necesidad de financiamiento interno, lo que desplaza crédito al sector privado y encarece el costo del dinero.
Dicho de otra forma: mientras hoy podríamos colocar $1.000 millones a tasas cercanas al 6,15% en plazos de 10 a 12 años —menos de la mitad del promedio histórico en dólares hace una década— nos estamos condenando a pagar más intereses por cerrar puertas por motivos ajenos a la técnica.
El ajuste del Plan de Financiamiento: la realidad de no tener eurobonos
Ya en el Plan de Financiamiento presentado en marzo de este año se proyectaban necesidades de financiamiento cercanas a los ¢3,5 billones, de los cuales ¢2,7 billones serían provistos por el mercado local y el resto por el mercado externo, contemplando en ese momento la posibilidad de acceder a recursos vía eurobonos. Sin embargo, en agosto se anunció una revisión: ahora el mercado local deberá aportar ¢3,2 billones, lo que implica absorber ¢500.000 millones adicionales que originalmente estaban destinados a venir del exterior.
¿Y qué significa eso en términos económicos reales? Que medio billón de colones —que el sistema financiero local habría podido canalizar hacia crédito productivo para empresas, inversión privada y crecimiento económico— ahora el Ministerio irá a captarlos. En otras palabras: el Ministerio de Hacienda, al verse limitado internacionalmente, se ve forzado a competir con el sector privado por los mismos recursos… pero a un costo mayor. Eso significa desplazar inversión privada y ralentizar el dinamismo económico nacional.
El falso dilema del financiamiento alternativo
Algunos han planteado que el país puede arreglárselas sin acudir al mercado internacional. Pero con una carga tributaria que se ha debilitado por decisiones legislativas, una estructura presupuestaria altamente rígida y una limitada capacidad de generar superávit primario, ¿es realista pensar en autofinanciamiento?
La respuesta técnica es contundente: rechazar esta posibilidad elevaría el riesgo país, deterioraría la calificación crediticia y, con ello, el costo de endeudamiento. Esto se traduce en menos inversión pública, menos margen de maniobra fiscal, y una mayor carga tributaria futura para todos.
No es un dilema político, es una necesidad país
Lo más preocupante de este escenario no es lo técnico, es lo político. En tiempos donde la oposición sin propuesta gana popularidad en redes sociales, el populismo fiscal se ha vuelto moneda corriente. Pero no autorizar la emisión de eurobonos no castiga a un gobierno, castiga a todo un país.
Negarse a esta autorización es darle la espalda al sector productivo, a las familias, a los inversionistas y a los hogares que verán cómo se encarecen los préstamos y se distorsiona el tipo de cambio.
¿Y después del no, qué viene?
Si los eurobonos no se emiten, la única alternativa es recurrir al mercado local en condiciones más costosas, sacrificando inversión y arriesgando la estabilidad macroeconómica. Costa Rica no está pidiendo un cheque en blanco. Está solicitando una herramienta básica para gestionar su deuda con responsabilidad, diversificar fuentes de financiamiento y mantener la confianza de los mercados.
No se trata de una discusión entre partidos, sino entre la razón y la improvisación. Porque si la Asamblea Legislativa decide cerrar la puerta al financiamiento responsable, lo que viene no es soberanía fiscal, sino un incremento en tasas de interés ya advertido.
Y, como suele ocurrir en estas circunstancias, la factura terminará repartiéndose entre todos. Especialmente entre quienes menos responsabilidad tienen.
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El autor es Ministro de Hacienda.