Las explicaciones de los representantes del Banco Central de Costa Rica (BCCR) en las últimas semanas alrededor de la excesiva apreciación del colón en relación con el dólar generan más dudas que aclaraciones.
La ausencia de un interlocutor que sea más claro mina la credibilidad del ente emisor y deja en el ambiente una sensación de incertidumbre, sin eliminar de tajo la posibilidad —que algunos sectores debaten— de interferencias políticas en una entidad cuyas actuaciones deben ser técnicas.
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Por ejemplo, las opiniones externadas en relación con la significancia del componente de la clasificación “otros” en las compras y ventas de dólares en las ventanillas de los bancos comerciales, han variado desde la posibilidad de que el exceso de dólares se deba a transacciones ilícitas difíciles de detectar —como lo expresó Silvia Saborío, directora del Consejo Nacional de Supervisión del Sistema Financiero (Conassif)—, hasta la negación de la gerenta del BCCR, Hazel Valverde, de que la caída del dólar se deba a negocios ilícitos. Decir otra cosa sería aceptar que la regulación del Conassif para detectar transacciones ilícitas es inservible.
La incertidumbre queda manifiesta cuando en este tema el BCCR revive su obstinada solicitud de información para que los bancos reporten el número de cédula de las personas que transan dólares en ventanilla. La utilidad de esta información será muy limitada, pues el rubro “otros” no aclararía gran cosa y más bien desvía la discusión de lo que es importante: cuál es la función de un banco central en el control de la inflación, la cual ha estado desalineada desde hace varios años.
No se puede comprender cómo el Central, por un lado, afirma que necesita esta información para conocer el origen de los fondos, pero por otro lado defiende que el exceso de dólares en el mercado es consecuencia del incremento en el turismo y las exportaciones. Las cifras de la balanza de pagos no le ayudan al BCCR a comprobar su tesis, pues ciertamente el ingreso neto de turistas ha crecido, pero aún no supera los valores previos a la crisis de la covid-19, cuando el tipo de cambio no se apreciaba; y en cualquier caso solo explicarían menos de una quinta parte del exceso de divisas.
En el tema de las exportaciones, el BCCR señala que la apreciación es consecuencia del modelo exportador que el país adoptó hace 40 años. Pero la apreciación del colón ocurre en el último año y medio.
Poco menciona el BCCR sobre el efecto de la Tasa de Política Monetaria (TPM) sobre los flujos de capitales y sobre los incentivos que crea, mediante el cambio en las expectativas para que los inversionistas locales cambien los dólares a colones y aprovechar el sesgo a la apreciación que distingue a la política monetaria costarricense. El mensaje del BCCR parece ser el siguiente: se siente muy cómodo con un colón apreciado. El manejo timorato de la TPM a la baja así lo demuestra.
Por otra parte, el BCCR no menciona en sus comunicados el efecto sobre el tipo de cambio del fuerte endeudamiento externo del Ministerio de Hacienda. Es aquí en donde más se siente minada la independencia del Central y la intromisión de la política. Se resiente que el ente emisor no se pronuncie claramente antes de aprobar cada empréstito o deuda pública sobre cuál será su efecto sobre el mercado cambiario. En su lugar, el BCCR aboga porque el tipo de cambio sea determinado por la oferta y la demanda. Pero este mercado es obviamente muy imperfecto y dominado por pocos participantes, tal como el mismo presidente del Banco Central ha manifestado en múltiples ocasiones.
El mayor participante en dicho mercado es el BCCR. Creyente en las fuerzas de la oferta y la demanda, ha venido comprando reservas para evitar mayores apreciaciones. Mientras tanto, hace aguas para recoger la liquidez que inyecta al mercado, lo cual le genera mayores pérdidas si emite bonos o aumenta los riesgos del sistema si le depositan los dineros en el Mercado Integrado de Liquidez. En este punto hay que ser claros: el BCCR tiene la capacidad de llevar el tipo de cambio al nivel que desee y en estos momentos parece que le agrada que se ubique alrededor de los ¢500 por dólar, pues es consonante con el control de la inflación y le ayuda contra el miedo de que ocurran eventos externos imprevisibles.
De existir un interés en el buen funcionamiento del mercado cambiario, se debería orientar la discusión hacia sus mejoras: cómo le restamos imperfecciones y enriquecemos la transparencia en las actuaciones del BCCR en el Monex. El Central debería vigilar minuciosamente su coherencia y su credibilidad, pues son dos de sus activos más importantes a los que se les está ocasionando una minusvalía.
